Animales con alma, pinceladas con conciencia
Bestiarios contemporáneos: la pintura visceral de Josie Morway. En el cruce entre lo instintivo y lo intelectual, entre la palabra y la imagen, entre lo humano y lo animal, se erige la obra de Josie Morway como un santuario visual donde el arte se convierte en un medio de resistencia, una voz pictórica que denuncia sin gritar y seduce sin ceder.

Nacida en Massachusetts y formada en diseño gráfico e ilustración, Morway ha encontrado en la pintura su medio predilecto, sin por ello renunciar a su fascinación por el lenguaje ni a la fuerza compositiva del diseño. Su trayectoria autodidacta es tan evidente como admirable: lejos de una técnica mimética sin alma, sus lienzos muestran una voluntad narrativa que despliega sentido y emoción a partes iguales.
Morway no pinta escenas, construye alegorías. No retrata animales, los eleva a protagonistas absolutos de una dramaturgia que interpela al espectador con una intensidad casi ceremonial. En sus obras, aves, ciervos, zorros o felinos aparecen dotados de una gestualidad marcadamente humana.

Sus miradas sostienen el peso de un discurso ético. Sus poses evocan tanto la nobleza como la fragilidad, lo místico y lo precario. Esta transposición de lo humano en lo animal no es un mero juego estético: es una estrategia profundamente simbólica que busca desarticular las jerarquías antropocéntricas y cuestionar el lugar que ocupamos —o creemos ocupar— en el gran relato de lo vivo.
Bestiarios contemporáneos: la pintura visceral de Josie Morway. Uno de los logros más impactantes de su trabajo radica en su manejo de la paleta cromática.
Rica, sobria y deliberada, su elección de colores no responde al capricho ni a la moda, sino a una intención comunicativa precisa. Las gamas oscuras, terrosas y metálicas, junto con toques vibrantes de carmín o esmeralda, crean una atmósfera densa y espiritual, como si cada obra fuera un fragmento de un códice arcano escrito con pigmento y tiempo.

Esta cualidad mística se intensifica con los fondos cargados de grafismos, letras y símbolos que remiten tanto al tatuaje como al manuscrito iluminado, reforzando la idea de que estas piezas son, más que cuadros, textos visuales que esperan ser leídos.

No menos notable es su destreza técnica. Cada trazo, cada pluma, cada pelaje, cada reflejo en los ojos está tratado con una minuciosidad que roza lo fotográfico, pero que nunca pierde el pulso expresivo de la pintura.
La tensión entre lo salvaje y lo contenido, lo feroz y lo tierno, aparece resuelta con una elegancia plástica que deslumbra y conmueve. Morway no domestica lo animal para hacerlo comprensible; más bien, lo ensalza para recordarnos que aquello que juzgamos ajeno o inferior es en realidad parte constitutiva de nosotros mismos.

Pero sería un error leer su obra solo desde el asombro estético. Morway no busca únicamente belleza —aunque la alcanza con creces—, sino provocar una reflexión profunda sobre las disonancias de la condición humana.
En sus lienzos se transparenta una preocupación constante por la relación quebrada entre el ser humano y la naturaleza. ¿Cómo es posible, parecen preguntarse sus criaturas, que habiendo nacido de la tierra la destruyamos con tal indiferencia? ¿Cómo podemos seguir creyéndonos civilizados cuando nuestras acciones cotidianas desatan devastaciones a escala planetaria?
A través de esta poética visual, la artista se inscribe en una tradición crítica que va desde los bestiarios medievales hasta las instalaciones contemporáneas del arte ecológico.
Sin embargo, su lenguaje es inconfundible: Morway no apela al shock ni al cinismo, sino a una forma de lirismo inquietante, donde cada animal es un espejo, cada flor un augurio y cada gesto una pregunta abierta. Su obra es una invitación a reconciliarnos con nuestra animalidad, no como un retroceso, sino como una forma de sabiduría olvidada.

En una era saturada de imágenes rápidas y desechables, la pintura de Josie Morway nos detiene. Nos obliga a mirar —mirar de verdad— y a escuchar aquello que no tiene voz, pero sí alma. Su arte no es solo una celebración de la vida salvaje, sino un grito contenido por todo lo que estamos perdiendo. Y en ese lamento silencioso, profundamente bello, hay una oportunidad de redención.
Para más información: josiemorway.com
Bestiarios contemporáneos: la pintura visceral de Josie Morway. Por Mónica Cascanueces.