El cibercrimen es ya parte del día a día de millones de europeos.
¿Son los ciberdelitos tan sofisticados como creemos? Según el último informe de Europol (IOCTA 2024), fraudes en línea, estafas sentimentales, ataques de ransomware y extorsiones digitales afectan a ciudadanos de toda la Unión Europea y generan pérdidas de miles de millones de euros cada año. Estas amenazas no solo afectan a grandes empresas o gobiernos: cualquier persona con acceso an Internet puede convertirse en objetivo.
España no es una excepción. En 2023 se registraron 982 incidentes de cibercrimen por cada 100.000 habitantes, lo que supone un aumento del 185?% en los últimos cinco años, según el Ministerio del Interior.
Al pensar en cibercrimen, es fácil imaginar a hackers expertos, sofisticados ataques informáticos y espionaje digital. Sin embargo, la realidad es muy distinta: el 90,6 % de los delitos registrados son fraudes, es decir, las mismas estafas de siempre, solo que ahora en internet. En cambio, los delitos más técnicos, como el acceso ilícito o la interferencia en sistemas, apenas representan un 2 % del total. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué es realmente el cibercrimen?
En los años 80, cuando comenzaron las primeras investigaciones sobre este tema, los delitos informáticos se reducían a manipulaciones, espionaje, sabotaje y uso ilícito de computadoras. En aquel momento, los ordenadores solo se usaban en entornos profesionales, por lo que los delitos también se limitaban a ese ámbito.

Hoy, con la tecnología integrada en todos los aspectos de nuestra vida, delitos tradicionales como el fraude, el acoso o las amenazas han encontrado un nuevo canal en el ciberespacio. Sin embargo, ¿deberíamos considerar ciberdelito cualquier delito que ocurra en internet?
Desde un punto de vista práctico, esta etiqueta solo tiene sentido si se refiere a delitos con características propias y diferenciadas. Por ello, podemos hacer una distinción clave:
- Cibercrimen en sentido estricto: delitos que requieren conocimientos técnicos avanzados, como el hacking, el acceso ilícito a sistemas o la manipulación de datos.
- Cibercrimen en sentido amplio: delitos tradicionales que han sido adaptados al entorno digital, como el fraude, el acoso o la falsificación.
Denuncias más frecuentes
Si analizamos los datos oficiales, podemos ver la distribución de los ciberdelitos denunciados en España en 2023. Los delitos más técnicos, como la interferencia en los datos o el acceso e interceptación ilícita, son minoritarios, con tasas de 4 y 15 casos por cada 100 000 habitantes, respectivamente.

En cambio, el 91 % de las denuncias (889 por cada 100 000 habitantes) corresponden a fraudes informáticos. Estas estafas, aunque puedan tener variantes sofisticadas, no difieren demasiado de las tradicionales. A mucha distancia les siguen los delitos de amenazas y coacciones (36 casos por cada 100 000 habitantes) y las falsificaciones (31 casos).
¿Son los ciberdelitos tan sofisticados como creemos? La posible cifra negra
Si menos del 2 % de los ciberdelitos detectados son técnicamente avanzados, surge una pregunta clave: ¿reflejan estos datos la realidad del cibercrimen o solo lo que la policía logra identificar?
En criminología se habla de “cifra negra” para referirse a los delitos que no llegan a ser denunciados ni detectados. En el caso del cibercrimen, pueden influir varios factores:
- La detección de delitos técnicos requiere herramientas avanzadas que no siempre están disponibles.
- Muchas víctimas no son conscientes de haber sido atacadas (por ejemplo, en casos de espionaje digital).
- La infradenuncia es frecuente, ya sea por desconocimiento o falta de confianza en el sistema.
- Los ataques más sofisticados suelen dirigirse a empresas e instituciones, cuyos casos no siempre se reflejan en las estadísticas oficiales.
Estos factores indican que la imagen que nos ofrecen los datos es incompleta y que los delitos más complejos podrían estar pasando desapercibidos.
Cómo enfrentamos el problema
El alto número de fraudes registrados indica que la prevención debe centrarse en la educación digital. Las campañas de concienciación pueden ser altamente efectivas para reducir este tipo de delitos y proteger a la población.
Sin embargo, también es necesario mejorar la detección de los delitos más técnicos. Para ello se requiere:
- Mayor inversión en tecnología y formación policial.
- Cooperación internacional para investigar redes delictivas globales.
- Desarrollo de mecanismos más eficaces para denunciar y detectar delitos tecnológicos.
En un mundo cada vez más digitalizado, comprender el verdadero alcance del cibercrimen no es solo un reto, sino una necesidad para garantizar la seguridad de ciudadanos, empresas e instituciones.
¿Son los ciberdelitos tan sofisticados como creemos? Por Mariana N. Solari Merlo, Profesora titular de universidad. Derecho penal y criminología, Universidad de Cádiz
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.