Convertir un álbum familiar en poesía surrealista
Weronika Gesicka: «La huella elusiva de la memoria». En la era de la sobreabundancia visual y la circulación constante de imágenes, la artista Weronika Gesicka nos propone una pausa crítica y poética con su proyecto “Traces”, una obra que, más que contemplarse, exige ser interrogada.
Basándose en fotografías de época adquiridas en bancos de imágenes, Gesicka crea un universo visual perturbador y familiar a la vez, donde los límites entre lo real y lo ficticio se desdibujan con la naturalidad inquietante de los sueños.

“Traces”, cuyo título puede traducirse como “huellas”, nos invita a explorar precisamente eso: los vestigios de una memoria ajena que, paradójicamente, sentimos como propia.
Las imágenes intervenidas por la artista evocan escenas cotidianas —familias posando con rigidez alegre, veranos aparentemente felices, interiores domésticos impregnados de una calma fingida—, pero hay en ellas algo que escapa a la mirada superficial. Un gesto fuera de lugar, una figura distorsionada, una sombra que no encaja: elementos que irrumpen en la armonía aparente de lo fotográfico para revelar lo que subyace bajo la superficie de la memoria colectiva.

El gesto artístico de Gesicka no es una mera manipulación digital; es un acto de arqueología emocional. Al apropiarse de imágenes de desconocidos, la artista no solo subvierte el concepto tradicional de autoría, sino que problematiza nuestra relación con el pasado.
¿Qué valor tiene una fotografía si no conocemos a quienes en ella aparecen? ¿A quién pertenece una imagen que, aunque anónima, activa en nosotros emociones o reminiscencias personales?
La autora misma reconoce que ignora los vínculos entre los retratados, que desconoce si sus relaciones fueron armoniosas o conflictivas, si aquellas sonrisas congeladas eran sinceras o impostadas. Pero, en última instancia, ¿realmente importa?
Esa es, quizás, la pregunta central de “Traces”. Porque el arte de Gesicka no reside en recuperar verdades documentales, sino en ahondar en las ficciones que se generan cuando la memoria se activa.

Las fotografías son modificadas, sí, pero no con el afán de engañar, sino de sugerir: como sucede cuando recordamos un momento vivido y solo fragmentos se presentan con nitidez, mientras otros permanecen sumidos en una bruma emocional. Algunas personas, algunos objetos o gestos quedan grabados como marcas indelebles, mientras el resto se desvanece en la ambigüedad.
Así, cada intervención en las imágenes es una metáfora visual del proceso mismo de recordar. Las deformaciones, duplicaciones, ausencias o desplazamientos no son errores, sino manifestaciones tangibles de esa transformación incesante a la que están sometidos nuestros recuerdos.
Weronika Gesicka: «La huella elusiva de la memoria». La obra no busca restaurar la memoria, sino evidenciar su fragilidad, su carácter mutable y, a menudo, engañoso.
En palabras de la propia Gesicka: “Estas imágenes, modificadas de diversas maneras, están envueltas en un nuevo contexto: nuestros recuerdos de estas personas y situaciones se transforman y poco a poco se confunden en una nueva realidad”.
Este nuevo contexto no es solo estético, sino también filosófico y afectivo. Las fotografías se convierten en espejos deformantes de nuestra propia historia, aunque no hayamos estado allí. La memoria, entendida no como un archivo estático, sino como un proceso vivo, creativo e inestable, se convierte en el verdadero protagonista de la serie. La artista, al jugar con los márgenes de lo reconocible, nos obliga a enfrentarnos a nuestras propias nostalgias, a esa tendencia tan humana de reconstruir el pasado desde el deseo, la pérdida o la idealización.

En definitiva, “Traces” no es simplemente una serie de imágenes retocadas: es un ensayo visual sobre la identidad, la memoria y la ficción. Una obra que nos recuerda que incluso lo más familiar puede resultar extraño, y que lo desconocido puede resonar con una intimidad desconcertante.
Weronika Gesicka no nos ofrece respuestas, sino preguntas. Y en esa incertidumbre radica la potencia poética y conceptual de su propuesta. Una huella, al fin y al cabo, no es prueba de una verdad objetiva, sino el indicio de que algo —o alguien— estuvo allí. Y ese rastro, tenue pero persistente, es todo lo que necesitamos para comenzar a imaginar.
Weronika Gesicka: «La huella elusiva de la memoria». Por Mónica Cascanueces.
Muy bueno.