El arte contemporáneo nos invita a detenernos, reflexionar y reimaginar nuevas realidades, transformando la creación en un acto de resistencia que preserva nuestra humanidad.
Arte contemporáneo: el sanador herido. El arte contemporáneo es un vasto campo de exploración, lleno de historias que, irónicamente, se ven absorbidas por el poder de las mismas imágenes que produce y por una sociedad que prioriza lo rápido y fácil. En este contexto, el arte actualmente se enfrenta a complejos desafíos.
Esta situación recuerda al centauro Quirón, figura de la mitología griega: sabio y empático, hijo del titán Crono (el tiempo) y de la ninfa Fílira (la emoción), fue tutor de héroes, y su nombre significa «hábil con las manos». Hoy, la disciplina de la quiropráctica lleva su nombre.
El arte podría verse también como una «quiropraxis» por su capacidad de sanar heridas simbólicas. Ser como Quirón es una metáfora poderosa para el arte contemporáneo, la mezcla del dolor y la cura, del tiempo y la emoción.
Esta visión del arte, entendido como algo más que técnica o resultado, ha experimentado un giro significativo en las últimas décadas. Boris Groys, teórico del arte, lo explica como un cambio de un enfoque estético hacia uno poético, donde el arte ya no se mide solo por su belleza, sino por su capacidad de crear significado.
Arthur Danto, el célebre crítico que proclamó el «fin del arte», señalaba que hoy la obra debe juzgarse más allá de su apariencia o técnica, y enfocarse en las ideas y el contexto que le rodean. En su obra La transfiguración del lugar común (1981), Danto subraya esta necesidad de un arte que, más que estético, sea significativo. Al fin y al cabo, de mercancías y visiones «estéticas» ya está lleno el mundo.
Arte contemporáneo: el sanador herido. El arte ya no se mide solo por su belleza, sino por su capacidad de crear significado
Jean-Luc Nancy, por su parte, cuestiona en La creación del mundo o la globalización (2002) la relación entre la intención y la expresión en el arte. Nancy advierte que la obra de arte ya no es la simple realización de una intención, sino una interrogante sobre los mismos elementos que la componen, lo que invita a reinterpretar su función y significado.
Esta perspectiva encuentra eco en Josu Larrañaga, quien sostiene que el arte ha perdido su exclusividad de «obra» y se ha convertido en multiplicidad. En De la obra a la multiplicidad, Larrañaga describe cómo las prácticas artísticas actuales se alejan del concepto de «obra única» y se abren a una coexistencia de elementos y factores que configuran el arte contemporáneo más allá de lo objetual.
Groys, en su libro Obras de arte totales, expone que el arte contemporáneo debe analizarse desde una óptica poética, en la que la poética, entendida como capacidad de crear significado, es fundamental. Según él, el arte actual no se centra solo en el «qué» de la obra, sino en el «cómo», el «dónde» y el «por qué» se muestra.
Esta expansión permite a los artistas contemporáneos abordar temas como identidad, memoria y política, a través de medios que trascienden las técnicas más tradicionales y comúnmente más conocidas.
Marina Abramovi?, por ejemplo, explora los límites del cuerpo y la mente mediante el performance, creando experiencias que involucran al espectador y abren la reflexión sobre la existencia humana. Jacques Rancière, filósofo contemporáneo, considera en su obra El reparto de lo sensible que el arte redistribuye lo que es visible, audible y decible en la sociedad, lo que implica una dimensión política. Así, el arte contemporáneo nos desafía a repensar nuestras relaciones con el mundo y con los otros, constituyéndose como una herramienta de resistencia y transformación social.
El arte contemporáneo se enfrenta también a los desafíos de la era digital.
Las redes sociales han introducido una obsesión por la popularidad y la validación pública, medidas en likes, que no solo afectan a los artistas, sino que también distorsionan la percepción de los espectadores, valorando más lo popular que lo realmente significativo o innovador. Sherry Turkle, en su libro Alone Together, advierte que esta dependencia de la validación digital puede llevar a una reducción del pensamiento crítico, lo que repercute en la manera en que se consume y se entiende el arte.
La reducción del pensamiento crítico repercute en la manera en que se consume y se entiende el arte
La «cultura de la cancelación» ha agregado una nueva capa de censura, con juicios públicos rápidos en redes sociales que limitan el análisis profundo. Byung-Chul Han en La expulsión de lo distinto señala que esta tendencia refleja una sociedad que rechaza la diversidad y la crítica, lo cual presiona a los artistas para ajustarse a normas sociales rígidas o enfrentar la exclusión.
Además, la globalización ha contribuido a una estandarización estética donde la imagen se convierte en un producto consumible y replicable, perdiendo su capacidad de generar reflexiones profundas, como ya lo anticipaba Susan Sontag en Sobre la Fotografía.
En el contexto global actual, a pesar de las limitaciones y condicionantes sociales, el arte contemporáneo ha ampliado sus horizontes, abordando temas que trascienden lo local para tratar cuestiones universales. Jonathan Harris en Globalización y arte contemporáneo examina cómo la globalización ha influido en la producción y percepción del arte, permitiendo que múltiples voces y perspectivas dialoguen y también generen tensiones en nuestro mundo interconectado.
Olafur Eliasson, con su obra The Weather Project (2003), en el Turbine Hall de la Tate Modern en Londres, invitó a reflexionar colectivamente sobre la relación entre el individuo y la naturaleza, mostrando cómo el arte puede superar fronteras culturales y geográficas.
Este desplazamiento hacia una poética permite al arte contemporáneo ser un espacio de negociación estética y ética, con implicaciones sociales y políticas. Como Quirón, el arte lleva la herida de una sociedad que valora la imagen por encima del significado, pero que, paradójicamente, busca curarse a través de la creación. Es un sanador herido que, aunque afectado por las contradicciones de su tiempo, tiene la capacidad de sanar y enseñarnos a ver de otra manera y a buscar las capas de significado escondidas debajo de la apariencia.
Así, el arte contemporáneo nos invita a detenernos, reflexionar y reimaginar nuevas realidades, transformando la creación en un acto de resistencia que preserva nuestra humanidad.
Arte contemporáneo: el sanador herido. Por Gabriela Martín. Fotografía: Marina Abramovi? y the CODA Museum