Entre uno de esos efectos, Bauman señala la “materialización del amor” por la cual disminuyen las capacidades de establecer relaciones duraderas y la polarización entre los hombres.
Las causas y efectos de una sociedad de consumo. El hombre moderno, está cada vez más esmerado en “ganar más dinero” para gastarlo en aquellas “cosas” que cree lo harán feliz; pero a la vez que ganan más pierden más tiempo. Ese tiempo “invertido” corre en detrimento del tiempo familiar y vinculante a los “otros”. “Esto genera un circulo vicioso: cuanto más consiguen materializar su relación amorosa (tal como los insta a hacer el constante flujo de mensajes publicitarios), menos oportunidades quedan para la mutua comprensión y empatía que requiere conocida ambigüedad dominio/protección típica del amor”.
Las desventajas ofrecidas a aquellos que menos jerarquía tienen dentro del círculo empresario, ha generado que los empleados sustituyan su círculo familiar por una red de compañeros de trabajo, de tragos o en una pandilla ocupacional.
Toda sociedad desarrollada no puede menos que negar estos efectos, pero lo cierto parece ser (entre otras cosas) que existe una tendencia a encapsular bajo el mote de “infraclase” a aquellos trabajadores sobre los cuales no corre la hospitalidad.
En la sociedad de producción, las clases menos privilegiadas eran llamadas “clase de trabajadores” o en su defecto “clase baja”; por el contrario, en la era consumista, escribe Bauman “el término infra-clase remite a una imagen completamente diferente de la sociedad: presupone una sociedad que no es nada hospitalaria ni accesible para todos, una sociedad que, tal como nos recuerda Carl Schmitt, considera que el rasgo que define su soberanía es la prerrogativa de descartar y excluir, de dejar de lado una categoría de gente a quien se aplica la ley negándole o retirándole su aplicación”.
Las personas ubicadas como “infraclase” deben tener características específicas, deben ser considerados “inútiles”, o “fallidos consumidores”; en consecuencia son apartados del circuito de consumo, aislados, discriminados y reciclados por medio de diversos mecanismos que van desde la deportación hasta la coacción física para preservar un supuesto “bienestar común”.
Así, pobres, inmigrantes, revolucionarios, y otros son desterrados de la comunidad moral y de lo que llaman “humanidad”. Finalmente, explica el autor, el acercamiento físico de los “aislados del mundo consumista” generar terror, inminente peligro y miedo.
El modelo propuesto, entonces, nos ayuda a comprender las causas y efectos de una sociedad de consumo y sus vínculos con el mundo laboral. Las crecientes patologías psico-sociales como estrés, adicciones, ataques de pánico, fobias y over-burning que experimentan los individuos insertos en círculos de trabajo reales parecen evidencias suplementarias a la avidez empresaria de sustituir lo importante por lo urgente.
En este sentido, nuevamente, recomendamos la obra Vida de Consumo a todos aquellos profesiones, profesores, académicos e investigadores abocados al estudio científico del trabajo, el consumo y los valores culturales.
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