La instalación de Patricia Camet de retratos y emoticonos nos lleva a pensar en el mundo actual donde casi todos los objetos con los que convivimos y necesitamos están industrializados
Retratos y emoticonos de Patricia Camet Nuestro mundo es un mundo de plástico, de cemento, de elementos creados por el hombre en las fábricas. Y lo más terrible, todos esos empaques que tienen un tiempo útil muy corto, terminan convertidos en basura.
Es aterrador ver que esos más de mil objetos colgados de esa pared inmensa en la sala «Lucía de la Puente», no son nada comparados con la cantidad de estos productos que terminan en los basurales del mundo entero. Siguiendo este patrón industrial, la artista ha decidido vender estas piezas -emoticonos- por metros cuadrados.
Para que el espectador tome conciencia de esta tragedia, en la pared que está exactamente al frente de esta instalación hay cuatro fotos de la selva, cuatro paisajes de árboles reflejados en el agua, siguiendo un poco la idea del positivo-negativo que tienen los moldes que luego dan forma a los objetos de la instalación.
Encontrarse sentado en la larga banca que hay al centro de la sala es como estar entre estos dos mundos. Por un lado está nuestro mundo natural, del que venimos, en el que nació el ser humano, nuestra raíz, un mundo que, hoy por hoy, nos resulta ajeno, desconocido, peligroso.
Y por el otro lado, nuestro mundo actual, el que hemos creado como dioses de nuestra propia vida,un mundo, aparentemente mejor que el que la naturaleza nos regaló.
El hombre, a medida que va creciendo va abandonando este mundo, el original, para adentrarse en el otro, en ese más cómodo y más funcional. Hablando con mi esposo y mi hijo estando parados ahí nos hicimos la pregunta. Tomás, de 16 años, todavía está cerca de este mundo natural. Probablemente, lo estaba más cuando tenía 6 años.
Nosotros, los adultos, estamos ya casi desconectados de nuestra raíz animal, como dice Bárbara Panse, la autora del texto que acompaña la muestra, conocemos ese mundo a través de la televisión o en nuestra situación de turistas viendo los paisajes desde nuestra distancia de visitantes que vienen de otro lado, desde la pared del frente.
He estado varios días pensando en lo que me ha dejado esta muestra, de hecho no es una exposición bella, ese no es el objetivo y justamente ahí está su valor. Es una muestra que llega al alma, que conecta con el espectador en sus fibras más íntimas.
Retratos y emoticonos de Patricia Camet ¿Qué es el arte?
Para mí es eso, es quedarse pensando en lo que se ha visto, es conmoverse, es cambiar la manera de pensar luego de ver una obra. Es algo que no tiene nada que ver con el dinero, es la conexión que se establece entre el artista y el público a través de la obra.
Hay otro tipo de cosas que agradan al ojo humano, que son visualmente maravillosas, un éxtasis de placer visual, que pueden vestir un espacio de manera maravillosa, son piezas decorativas, como la belleza de una mujer o de una flor pero nada más. No nos dicen nada, no hacen otra cosa que extasiarnos visualmente, lo mismo que podría hacer un extraordinario bocado de comida o un plato finamente decorado. Lo estético es maravilloso, pero no tiene contenido, es bello por sí solo.
A lo largo de la historia pienso que se ha ido desvirtuando esta idea y el arte se ha convertido en firma, marca, negocio. Nada más lejos del sentido original. Desde que el hombre es hombre el arte ha estado con él. Desde las pinturas rupestres de Lascaux vemos su necesidad de expresión, y luego en todas las culturas que han existido, el hombre ha tratado de representar el mundo en el que vive.
Luego esta idea ha ido evolucionando y hemos sido testigos de expresiones artísticas cada vez más sofisticadas. A lo largo de la historia los artistas han sido primero considerados simples obreros.
El artista egipcio quien con tanta maestría preparaba la tumba en donde su señor, el faraón, pasaría toda la eternidad deleitándose con las pinturas y los objetos que lo acompañarían para siempre, no era considerado un ser excepcional ni mucho menos, por lo general, casi siempre era un esclavo.
Antes del Renacimiento, en la edad media, los nombres de los artistas que dibujaban esas maravillosas miniaturas que ilustraban los libros muchas veces no se conocían: en los registros de los museos aparecen como «artista anónimo», o como “Maestro de tal lugar”. Recién en el renacimiento esta idea empezó a cambiar. Cuenta Ernst Gombrich en su libro La Historia del Arte una anécdota elocuente que le ocurrió al pintor Tiziano (1485?-1576):
Sus primeros biógrafos nos dicen asombrados que hasta el emperador Carlos V le hizo el honor de recogerle del suelo un pincel que se le había caído (…) si tenemos en cuenta las normas estrictas de la corte de aquella época, advertimos que la máxima personificación del poder terreno consideró que debía humillarse simbólicamente ante la majestad del genio. Vista sí, la pequeña anécdota, sea cierta o no, habría de representar para las épocas posteriores un triunfo del arte.”
Y de los artistas que ya en esa época comenzaban a ser considerados como genios, seres excepcionales, idea que se consolida con el impresionismo, a finales del siglo XIX
Encontrar a un artista auténtico no es fácil, dar con uno es todo un hallazgo que nos puede emocionar hasta las lágrimas. Entre la inmensa multitud de los que pugnan en el mercado (se dice mercado como si se tratara de frutas o comida) sólo una pequeña minoría logra ese objetivo. Y hay muchos otros que deciden ni siquiera asomarse a ese mercado. Es difícil toparse con un artista que con un par de trazos logre expresar toda una idea, en mi opinión Patricia Camet lo ha logrado con esta muestra.
Otro ejemplo de esto es la exposición que montara la artista colombiana Doris Salcedo en el Tate Modern de Londres. Su obra consistía en una rajadura hecha en el piso de cemento de la sala principal. Era esa brecha irregular , nada más que esa incisón en el centro. La clave estaba en el nombre de la muestra:
“Shibboleth” un término hebreo que fuera utilizado en la antigüedad para distinguir a los miembros de un clan o grupo etno-lingüístico, dado que su pronunciación era muy difícil para los que no pertenecían a este grupo. Con esta instalación, Doris Salcedo lograba una metáfora visual del fenómeno de la exclusión y la división cultural humana.
Volviendo a la muestra que nos ocupa, puedo asegurarles que después de verla, tendrán muchos temas en los qué pensar. ¿Qué somos?, ¿en qué nos hemos convertido?, ¿qué hicimos con ese mundo en el que nacimos y que es nuestro hogar? Estas son las preguntas que me hice al salir de la muestra y son las preguntas con las que los dejo.
Retratos y Emoticons de Patricia Camet. Por Claudia Octavia