El caso Alain Lluch es de esos cómics que entran por los ojos. Es el primer cómic de Mr. Kern, artista urbano e ilustrador francés
Pongamos que te encuentras en tu librería habitual o en la sección de cómics de esa gran superficie que empieza por F y termina por NAC. Coges una de las novedades al azar. La portada lo tiene todo: un gordo con pinta de rapero, un caniche cachas, un hombre vestido de pollo dedicándote dos peinetas… Además, el tebeo es una cosa lustrosa, de tapas gordotas y páginas con gramaje bueno-bueno. “Esto no puede ser malo”, piensas.
Lo abres, como decía, y así, al azar, te encuentras a una señora con un parecido más que razonable con Susan Boyle, aquella señora cantarina de quien nunca más se supo, cantando un temón de Luis Aguilé y bailando con su perrito, el caniche de la portada (pero aquí un poco más esmirriado). Ja-ja.
Otra: Fidel Castro anunciando albóndigas. Maradona que pasaba por ahí. La señora que se parece a Susan Boyle intimando con el perro cachas. Si a estas alturas no te ha explotado la cabeza, te lo tienes que llevar a casa y leerlo entero para dar respuesta a la pregunta que te corre por la cabeza:
La historia empieza cuando Alain Lluch (el gordote de la portada) presenta una horrible campaña de publicidad para su empresa de carne procesada (protagonizada por Fidel Castro… ¿veis? ya empieza a encajar todo), lo que provoca que le trasladen al departamento de carne picada.
A partir de ahí empiezan a encadenarse acontecimientos que van liando la cosa y que implican altas dosis de carne putrefacta, diarreas, vacas con poderes y alta zoofilia. Todo ello bellamente pintado por Mr. Kern. Sí, sí, bellamente, porque lo que pinta puede que sea asqueroso, pero ay, qué bonito es. El dominio del pincel de Mr. Kern es envidiable, y las ilustraciones son maravillosas, sobre todo cuando las viñetas no le limitan y puede explayarse con páginas completas en las que demuestra una capacidad brutal tanto técnica como temática.
El estilo de Mr. Kern, pseudónimo de Mathia Liniado, puede definirse como una mezcla entre el cómic realista pero pasado de vueltas de Simon Bisley y la visión de la cultura pop de gente como Ron English, también artista urbano que deforma a personajes de la cultura popular y les saca de su mundo para darles un significado completamente distinto, muchas veces opuesto al que se les atribuía originalmente, tal vez el personaje más famoso de Ron English sea un Ronald McDonald con sobrepeso, al que no hay que darle muchas vueltas para relacionar con la obra que nos ocupa.
Con estos elementos en su mano a Mr. Kern le cuesta muy pocas páginas construirse un mundo propio en el que sentirse a gusto y moverse como Pedro por su casa. Un mundo que ya ha explorado en sus obras como artista urbano y en el que mezcla figuras reconocibles de la cultura popular y personajes fotorealistas y exagerados en un ambiente cochambroso pero lleno de color. Un mundo desagradable pero extrañamente bello, un poco como nuestro propio mundo real.
La historia, escrita por el propio Kern con la ayuda de Antoine Pinson, nos lleva de paseo por la parte más turbia de las grandes multinacionales alimentarias, los departamentos de marketing liderados por auténticos anormales y los currantes rasos con una vida absurdamente insatisfactoria rodeados de gente que no les gusta incluso en su propia casa.
El tebeo es un ir y venir de situaciones grotescas en el que también podemos leer una crítica nada velada a la sociedad de consumo desenfrenado en el que todo vale.
¿Nadie recuerda esas noticias que aparecen de tanto en cuando en las que se nos advierte acerca del grado de caca o de carne rara que ha aparecido en los productos congelados de tal marca o en los kebabs que dan vueltas en tugurios de medio país? Pues la cosa va por ahí.
Edita quien mejor podía traernos una cosa así a nuestras tierras, Autsaider Comics, que cada cosa que sacan es más bonita que la anterior. Tapa durísima, tamaño grande y papel grueso para admirar lo bonita que puede ser la imagen de un señor muy gordo y muy enfadado gruñéndole a un caniche muy feo y muy enfadado.
El caso Alain Lluch permite descubrir el arte de Mr. Kern en su primera incursión en el cómic que llega a nuestro país. Una obra muy interesante sobre todo en su aspecto visual, gamberra, sucia, divertida y con muy mala leche. Una de esas rarezas que aparecen de vez en cuando entre la avalancha de novedades mensuales que no deberían pasar desapercibidas y a la que vale la pena echarle un vistazo.
¡Amantes de lo raro, uníos! ¡Aquí hay buena chicha!
Qué tristeza y qué desconcierto produce mirar la lista de ingredientes de cualquier comida preparada. Pues imagínese la de su mascota. Ingredientes que hay que meter a punta de pistola porque ni ellos mismos quieren ser cómplices de semejante farsa.
A eso se dedica Alain Lluch, ejecutivo de marketing en una empresa de pienso para animales domésticos. El tejemaneje que allí se traen sirve para hacer un retrato certero e hilarante del mundo de la empresa y del trabajo, de cómo puede transformar a las personas en mierda, de la rutina, de la vida en pareja, de la infelicidad, de la ansiedad y de la zanahoria para que camine el burro.
Si viniera yo ahora a glosarle a usted la destreza artística top de Mr Kern con ripios y gracias, rozaría lo ofensivo. Que está dibujado de la hostia salta a la vista, que el estendalazo acecha, es evidente, que hace décadas que no hay un tebeo con este tufo, es sabido. El hijo que Velázquez y Richard Corben no pudieron tener.
Poderío, drama, humor, pasotón, denuncia y gesto desafiante. Tebeo animalista, surreal e hiper realista a un tiempo. Chupaos esa, amigos de lo inclasificable.
Por Ferran Padilla