Los proyectos de Inmaculada Salinas rehuyen de la especialización, no establecen distinciones entre obras producidas y reproducidas, entre dibujos, textos, formas e ideas y, sobre todo, ensayan tentativas orientadas a despertar de la nostalgia formal donde se ha instalado la escena artística contemporánea.
En Voces del Bosque, Inmaculada Salinas presenta trece trabajos inéditos cuyo hilo conductor son los trece martirios sufridos por la niña mártir santa Eulalia, copatrona de Barcelona, según su hagiografía.
Si feminizar un cuerpo es situarlo en el lado pasivo de la vida, es decir, privarlo de cualquier atributo que lo distinga como amenazante, con Voces en el Bosque Salinas traza —a través de largas series en las que se reúnen dibujos, textos e imágenes— una especie de genealogía política del cuerpo femenino, que le sirve de vehículo para que formas de producción de poder y placer que pueden ejercer las mujeres y son censuradas, posibilidades de resistencia y subversión que ya se recogen en distintas iconografías de la historia del arte —Filis y Aristóteles, La caridad romana, las Sheela na Gigs, etc.—, hablen o se resignifiquen a través de sus obras.
Voces en el Bosque plantea otras problemáticas más dependientes de la condición y vocación de pintora de la artista. «Mi trabajo» —dice— «es un proceso que requiere tiempo, que toma el tiempo como uno de sus temas y que me permite, mientras lo hago, pensar». Con estas palabras afirma su compromiso de desprenderse de cierta «nostalgia formal», dependencia de estilos, lenguajes y técnicas instalada en gran parte la escena artística andaluza en la que opera. Para escapar de esta «melancolía» y abrir el horizonte en torno a la representación, sus obras y series acumulan una gran cantidad de trabajo, rehúyen las especializaciones, no establecen ningún tipo de diferencia entre materiales producidos y reproducidos, entre dibujos, textos, formas o ideas.
Por otra parte, sin pretender encuentros entre lo performativo, la danza, la crítica o las artes visuales, Voces en el Bosque se interesa por situarlos en la frontera misma en que se dividen. Para explorar las cercanías y las distancias, lo común y lo divergente, las relaciones y los conflictos que pueden darse entre experimentaciones lingüísticas, discursivas, poéticas y estéticas, Inmaculada Salinas invita a participar en este proyecto a Mónica Valenciano y Laura Vallés Vílchez.
Qué sucede cuando las fronteras entre pintura, escritura y danza bailan, qué sucede cuando se confía en el proceso desde la institución.
Este registro fílmico emerge como ejercicio de improvisación realizado al calor de los encuentros a partir de «imágenes pobres» —si pensamos en Hito Steyerl— sin un plan previo, a saber, sin guion.
Voces del Bosque de Inmaculada Salinas. Comisario: Joaquín Vázquez