En la película Sin límites (Neil Burger, 2011) Bradley Cooper encarna a un tipo que de manera casual comienza a consumir NZT, una sustancia que aún no ha obtenido el beneplácito de las autoridades.
En busca del éxtasis perfecto. En realidad es un medicamento que nunca llegará a venderse en farmacias. ¿Sus efectos? Potencia la memoria hasta extremos inverosímiles, y la capacidad de relacionar datos y extraer conclusiones.
La consecuencia más rápida de ese incremento cognitivo es hacerse millonario jugando en bolsa o asesorando a tiburones financieros, como un sosias de Warren Buffet que interpreta Robert de Niro. Pero el NZT tiene inesperados efectos colaterales, si no, no habría película.
Con el soma de Un mundo feliz, Aldous Huxley ya plantea esa sustancia capaz de dar felicidad y satisfacción, y que elimina posibilidades de conflicto (sin amor tampoco hay guerra).
Huxley fue un pensador moderno, y espoleado por la curiosidad intelectual probó numerosas sustancias que hoy están prohibidas, como la mescalina o la psilocibina.
Recopiló sus experiencias en los libros Las puertas de la percepción y Cielo e infierno, ambas reunidas en un volumen por Edhasa. Con el soma de Un mundo feliz, Aldous Huxley ya plantea esa sustancia capaz de dar felicidad y satisfacción, y que elimina posibilidades de conflicto (sin amor tampoco hay guerra)
En la novela Tokio ya no nos quiere (Plaza & Janés), Ray Loriga dibuja un futuro próximo a través del atribulado protagonista, que consume y trafica con una droga que sirve para olvidar selectivamente recuerdos negativos… La misma idea pero tratada con un toque romántico la aborda Michel Gondry en su película Olvídate de mí (2004).
La aparición en 2001 del librito Éxtasis, confesiones de un consumidor maduro, firmado como Anónimo (Trama Editorial) supuso un revulsivo para la época, y no es coincidencia que el volumen se cierre con un ensayo inédito de Aldous Huxley titulado Se busca un placer nuevo.
Javier Esteban publicó en 2007 El derecho a la ebriedad, Manifiesto libertario contra la prohibición (Amargord Ediciones).
Allí nos espetaba: «Podemos ser felices, echarnos a perder o no saber vivir. Tenemos derecho a equivocarnos». El propio Esteban mantuvo una fértil relación epistolar con el inventor del LSD, el profesor Albert Hofman, que alcanzó la provecta edad de 102 años.
El ilustre profesor continuó «cocinando» su sustancia hasta pocos días antes de morir, y enviándola por correo a sus amigos y facilitando su derecho a equivocarse…
El consumo de marihuana lenta pero inexorablemente camina hacia la normalización, y es probable que en pocos años ya nadie se escandalice por encontrarla en los establecimientos homologados.
Por otra parte, gracias a la heroína y a los supositorios de opio, William S. Burroughs pudo escribir en aquella habitación del hotel El-Muniria en Tánger su obra más aguda El almuerzo desnudo, que después David Cronenberg llevaría al cine en 1991.
Por desgracia la película no está disponible en ningún catálogo legal, y que comienza con la cita de Hassan I Sabbah «Nada es verdadero. Todo está permitido».
Sin anfetaminas nos habríamos quedado sin leer ninguna de las obras maestras de Philip K. Dick, que las consumía de manera compulsiva para robar tiempo al sueño y entregar en los plazos acordados sus novelas, a las que tanto debe la Ciencia Ficción con mayúsculas.
EL CONSUMO DE MARIHUANA LENTA PERO INEXORABLEMENTE CAMINA HACIA LA NORMALIZACIÓN Y NO ES DESCABELLADO SUPONER QUE EN UNA DÉCADA ESTARÁ EN LOS LINEALES DE CARREFOUR O MERCADONA, DONDE SE DISPENSARÁ PREVIA ACREDITACIÓN DE LA MAYORÍA DE EDAD, COMO AHORA SUCEDE AL COMPRAR UNA BOTELLA DE VODKA.
El debate sobre la legalización de las drogas, cuya discusión excede el cometido de este artículo, parece estar alcanzando un punto de inflexión. No hace mucho el New York Times publicaba un texto sobre la fundación noruega Emma Sofia, que está promoviendo la legalización del LSD y del MDMA.
Con el argumento de «ya no estamos en los setenta», piden una revisión de los criterios que llevaron a Naciones Unidas a declarar prohibidas ambas sustancias, que hasta entonces se habían empleado en numerosos estudios clínicos, así como para paliar shocks postraumáticos. En su web se puede leer: «Emma Sofia es una organización sin ánimo de lucro basada en Oslo, Noruega, que trabaja para incrementar el acceso a MDMA (éxtasis) y a psicodélicos de calidad controlada».
En busca del éxtasis perfecto. El éxtasis perfecto es aquel que está aprobado y certificado por el Ministerio de Sanidad
Calidad controlada, esa es la clave. Y ahora, permítanme que me sincere con ustedes. No tengo ningún reparo en admitir que algunas de las experiencias más bellas de mi vida las he tenido bajo los efectos del MDMA.
Pero una de las peores, por la cual interrumpí mi consumo hace años, sucedió porque alguien se equivocó de pastillas, y terminé con una sobredosis de Tiburón. ¿Qué era tiburón?
Los periódicos de aquellas fechas la bautizaron como «La muerte que viene del Este». Con el mismo aspecto y textura que el éxtasis, los tiburones contenían una potente toxina llamada M-CPP o metaclorofenilpiperazina, de una familia química que nada tiene que ver con las anfetaminas y que casi acaba con quien esto escribe.
Así pues, y más allá de novelas y películas, podemos concluir que el éxtasis perfecto es aquel que está aprobado y certificado por el Ministerio de Sanidad. Y esto es aplicable a cualquier otro paraíso artificial. Porque la salud es lo primero.
En busca del éxtasis perfecto. Por Antonio Dyaz
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