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Scot Sothern: la prostitución de manera cínica y cruda

Sabemos tan poco del mundo que nos rodea que nuestra vida se limita a unos cuantos escenarios.

Scot Sothern: la prostitución de manera cínica y cruda. Despertamos dentro de tibios y seguros hogares, después de un pequeño o gran desayuno, salimos a nuestras labores diarias ya sea en el trabajo o la escuela. Interactuamos con las mismas personas y cuando se terminan la jornada es tiempo de regresar a casa.

Repetir estos pasos una y otra vez; poco a poco nos encerramos dentro de una burbuja que abarca un par de edificios, unas cuantas calles y un cúmulo de personas.

Pero qué pasa con esos lugares oscuros que están escondidos bajo un velo tétrico y decadente. ¿Lo sabes? Negar que existen lugares donde las bajas pasiones reinan por temor a lo desconocido es el más grande error que podemos cometer.

Este es el caso del fotógrafo Scot Sothern, quien aceptó que había otra realidad al final del arcoíris y era necesario mostrarla porque las personas que viven en ese entorno también merecen exponer sus deseos y temores.

Scot Sothern: la prostitución de manera cínica y cruda. Por fortuna, existen personas que se atreven a internarse en callejones oscuros y barrios deplorables con el único fin de conocer la otra cara de la sociedad.

El pintor del Moulin Rouge conoció a fondo a las mujeres que la sociedad veía como inmorales y las retrató de una manera tan bella que nadie creyó que se trataban de unas putas de cabaret.

Él no se empeñó en buscar el momento indicado para que surgiera la belleza, sino que las pintó mientras retrataban su lado más humano, aquel que se encuentra en la cotidianidad y demuestra que no importa cuál sea el trabajo o actividad que deba hacer, nunca dejarán de ser un ser humano como todos nosotros.

Bajo este lente, Scot presenta el proyecto fotográfico «Lowlife», el cual documenta la vida de los moteles y calles donde se reúnen prostitutas californianas para trabajar.


Más allá del morbo que se puede crear al presentar fotografías de mujeres que venden su cuerpo, el fotógrafo trata de mostrar aquellas escenas que mucha gente no desea conocer, pero que dan de comer a miles de familias, pues es su único recurso para vivir. Lowlife es un mundo que sólo una fracción microscópica de la población humana sabe que existe.

Como un Toulouse Lautrec, Scot se fue a vivir al hogar de las prostitutas. Él no tuvo miedo de lo vio, porque entendió que más allá de las imágenes perversas que rodean a estas personas, irremediablemente son seres humanos que están tratando de sobrevivir en un caótico mundo.

Su autor no es un simple voyerista, él se ensucia con la podredumbre de las calles, ahí donde las mujeres tienen que estar largas horas paradas esperando a que llegue un «trabajo».

Las historias que Scot conoció a raíz de fotografiar a estas mujeres, según sus palabras,» parecen sacadas de la película más grande de ficción y aún así son verdaderas”.

Para un espectador sin tolerancia o sensibilidad al mundo, estas fotos pueden parecer un trabajo asqueroso y sin sentido alguno. Pero quien califica peyorativamente este trabajo es porque vive en la mentira y su mundo se limita a una pantalla y lo que pasan dentro de ella.

En cambio, las personas sensibles encontrarán en estas imágenes de habitaciones oscuras, rostros contorsionados y cuerpos maltratados, la verdadera cara de la sociedad.

Aquella que sufre desigualdades económicas brutales y tiene que transgredir con sus principios a cambio de una moneda, porque si no lo hiciera, estaría muerta. Ésta es el más grande reflexión que crea Scot Sothern, la contradicción entre morir o hacer algo que va en contra de todos los principios.

Es muy cómodo ver este problema desde fuera, nosotros estamos detrás de una pantalla que nos protege de una realidad violenta, pero:

¿Qué pasaría si el día de mañana la desgracia cae sobre nuestros hombros y la única manera para sobrevivir es vendiendo nuestro cuerpo? ¿Realmente tendríamos la fuerza para sobrevivir?

Scot Sothern: la prostitución de manera cínica y cruda. Imagen Scot Sothern. Texto Alejandro Arroyo Cano

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