Las flores han formado parte de la alimentación humana a lo largo de toda su historia, aunque a partir del siglo XIX su consumo había decaído.
Flores comestibles: más que una cara bonita. Ahora es fácil encontrarlas otra vez en un plato de un restaurante de moda o en alguna ensalada del lineal de supermercado. ¿Qué nos proporcionan las flores? ¿Por qué han vuelto a nuestras mesas?
La respuesta es fácil: su valor estético resulta innegable. Pero más allá de esa función ornamental, las flores comestibles tienen mucho que aportarnos. Descubrámoslo juntos.
¿Qué especies son comestibles?
Las flores que podemos incluir en nuestro menú vienen de muchas plantas procedentes de todo el mundo. Aunque no hay una lista oficial, en las referencias científicas se incluyen hasta 180 especies cuya inocuidad o beneficios terapéuticos están avalados por distintas organizaciones.
Pero no todas las flores que encontramos son comestibles: ciertas variedades pueden ser tóxicas si las ingerimos, y algunas incluso pueden matarnos. Las flores de la digital (Digitalis purpurea) constituyen un buen ejemplo de veneno “bonito”.
Por eso es importante conocer qué flores son seguras para comer. Si no sabemos mucho de botánica, no hay de qué preocuparse: siempre podemos comprarlas en un mercado para evitar posibles intoxicaciones.
¿Qué nutrientes nos aportan?
Todos los alimentos están hechos de dos tipos de nutrientes: los macronutrientes y los micronutrientes. Los primeros nos dan energía y los necesitamos en grandes cantidades; mientras que los micronutrientes se obtienen en pequeñas dosis y ayudan a que nuestro cuerpo funcione correctamente.
Como el resto de los vegetales, las flores contienen muchos nutrientes beneficiosos, como agua y fibra. También poseen diferentes fitoquímicos, compuestos químicos que no se consideran nutrientes esenciales pero pueden resultar provechosos para nuestra salud.
Los fitoquímicos son responsables de los colores brillantes y los olores de las flores. Pueden ayudar a prevenir enfermedades, como el cáncer, la obesidad y problemas del corazón, y se dividen en tres grupos principales: polifenoles, terpenoides y alcaloides. Estas categorías presentan diferentes estructuras químicas y ejercen diferentes efectos en nuestro cuerpo cuando los comemos.
En las flores abundan especialmente los polifenoles, que pueden ser de diferentes tipos, como ácidos fenólicos, antocianinas, taninos y flavonoides. Estos últimos son los más comunes.
Algunos ejemplos de flavonoides que se encuentran habitualmente en las flores son la quercetina, el kaempferol y la apigenina, y se ha demostrado que poseen propiedades antioxidantes y antiinflamatorias. Además, pueden ser beneficiosos para la salud cardiovascular y prevenir el cáncer.
Flores comestibles: más que una cara bonita. Al proporcionar beneficios adicionales a la salud, más allá de su valor nutritivo básico, las flores se encuadran en la categoría de alimentos funcionales.
Grandes éxitos florales
Hay tantas flores comestibles que no se pueden nombrar todas en este artículo, así que vamos a centrarnos en algunas de las especies más consumidas, por ejemplo, en España. Es el caso de los pensamientos o los tagetes (que también se conocen como claveles chinos), plantas muy bonitas que la gente suele tener en casa.
Los pensamientos lucen flores de muchos tamaños y colores (morado, amarillo, blanco…), mientras que las de los tagetes son exclusivamente naranjas o amarillas. Ambas resultan perfectas para decorar y dar sabor a ensaladas, sopas, postres y bebidas.
Pero lo mejor de todo es que constituyen una fuente de antioxidantes naturales de tipo flavonoide y carotenoide. Por ejemplo, el carotenoide luteína, presente en grandes cantidades en los tagetes, puede ayudar a prevenir la degeneración macular, una de las principales causas de ceguera en los ancianos.
La cebolla es uno de los vegetales más consumidos en el mundo, pero mucha gente no sabe que sus flores también se pueden degustar. Tienen un sabor menos fuerte que el bulbo, se utilizan en la cocina para hacer platos deliciosos.
Las investigaciones sugieren que además podrían producir efectos beneficiosos para la salud cardiovascular y contribuir al control de enfermedades como la diabetes tipo II.
Menos conocida, la flor eléctrica o botón de Sechuan genera una curiosa sensación de hormigueo y adormecimiento en la boca, seguida de un aumento en la salivación que a algunos consumidores les recuerda los caramelos Peta Zetas. Esto se debe a que contiene una sustancia llamada espilantol, que ejerce un efecto anestésico local en la boca. Es muy apreciada por los amantes de los gin-tonics.
En definitiva, las flores nos aportan una amplia de fitoquímicos que pueden ayudar a controlar o prevenir enfermedades. Más allá de su función estética, integrarlas en nuestra dieta puede resultar beneficioso para nuestra salud.
Flores comestibles: más que una cara bonita. Por Cristina Moliner Langa, Lecturer, Universidad San Jorge
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.