La figura del tramposo, embaucador, pícaro divino o trickster es un arquetipo que se encuentra en las culturas de todo el mundo.
Pícaro Divino: Sobre la figura del trickster o embaucador. Los arquetipos son dioses prototípicos cuyos orígenes se diluyen en la noche de los tiempos pero forman parte de nuestro folclore y se asocian a ciertos roles o funciones en nuestras sociedades de especialistas. Pese a que la mayoría de ellos y de los mitos están expuestos a la criptomnesia, u olvido de los orígenes de cualquier tradición, forman un continuo transcultural.
Paleoantropología & Paleoneurología
Desde el nórdico Loki hasta el bantú Anansi, desde el coyote norteamericano hasta el kitsune japonés, la mayoría de las sociedades han tenido, en algún momento u otro, una deidad o figura asociada con las travesuras, el engaño, el caos, el nulo respeto a la norma y la traición. Sin embargo, a menudo, estos dioses impostores tienen propósitos más allá de su evidente capacidad para crear problemas. Propósitos que considero, además, muy humanos.
El mito del coyote, por ejemplo, es uno de los más populares en las culturas nativas americanas y uno de los tricksters más prototípicos, por su ambigüedad, el sello que identifica a la mayoría de estas figuras. El coyote aparece como un bufón, como un chamán o como el dios creador. Toma, además, su rol mítico de ser un mediador entre la vida y la muerte junto al cuervo, mensajero (como Hermes) entre dos mundos, y de los cruces de caminos.
Los coyotes y otros animales están asociados con la naturaleza nocturna, el momento en el que otra visión más aguda es necesaria y, como los búhos, simbolizan la sabiduría. También es el momento del día cuando los seres humanos son más vulnerables y necesitan saber, conocer y, como pasa con Seth, aflora lo incontenible y el caos.
El tránsito, o periplo del héroe según Campbell, del orden a lo caótico por un bien mayor, aunque también asociado con lo demoníaco. Es por esa y otras razones por las que se le ha comparado con Loki, con Maui o con Prometeo, pues comparte con ellos el mito de haber robado el fuego de los dioses, que permite saber y dominar el mundo para los humanos.
El fuego, como elemento que puede estar a nuestra disposición y ser manipulable, tiene para nosotros tres funciones principales e implicaciones que pueden dar para mucho. La primera, la fuente de calor, nos sirve para cocinar, caldear el ambiente, transformar materiales con los que trabajamos y emplearlo con fines defensivos y punitivos.
La segunda fuente, la de luz, nos permite alargar el día, alumbrar el perímetro de seguridad del hábitat, mejorar el contacto visual con los demás entorno al fuego del hogar y localizar a otros portadores de las llamas en la oscuridad de la noche.
La tercera y última fuente, la de poder, tiene que ver con la relación de las funciones anteriores y la naturaleza casi mágica del fuego, que lo hace eje central de lo ritual y, por extensión, de lo colectivo. Su presencia ambivalente y liminal, es decir, de estar presente y a la vez no estarlo, porque quema pero es intangible, calienta pero no existe más allá de su propia combustión y tan pronto existe para dejar de estar, de ser, lo hace especial y fácilmente vinculable a lo sobrenatural.
Bajo esta dualidad, la que crea vida pero destruye, le hace conferir poder al que lo posea, poder para cambiar su entorno a través del progreso, y es la misma sobre la que se erige la figura del trickster, arquetipo arraigado a las fuerzas incontrolables de la naturaleza, a lo oculto y a la transformación de ésta, pues esa es su esencia.
Su figura es la de la subversión de la norma establecida, la puesta a prueba de los sentidos y la paciencia de quienes la sufren, necesaria para crecer, evolucionar y poseer consciencia sobre los ambientes que circundamos.
Que el tramposo es un mediador es algo en lo que Lévi-Strauss y Jung están de acuerdo, aunque desde diferentes ángulos. Lévi-Strauss ve en el trickster la figura mediadora entre el caos y el orden social, encarnando así algo de esta dualidad. Entiende todo mito (y toda la realidad) como una serie de oposiciones binarias que la mente humana lucha por mediar.
Por ejemplo, el reino animal contiene herbívoros y carnívoros. El coyote come carne pero carroña, sin matar a la presa. La araña vive su vida suspendida en su red, viviendo su existencia entre el Cielo y la Tierra. Exhibe e ignora los límites temporales y espaciales. El trickster es el mediador que, por un lado, atraviesa el orden social trayendo desorden, pero de alguna manera crea orden por esta necedad y engaño.
Jung ve por su parte en el tramposo al animal, la mitad inconsciente del hombre, que contiene en sí mismo un enorme potencial para el desarrollo consciente, basado en un afán considerable de aprender. Él es Dios, hombre y animal a la vez, la transformación misma. Simboliza la potencialidad de cada mujer u hombre para elevarse a la plena consciencia sin destruir la naturaleza animal de sus orígenes. Si fuera factible, la conjunción de animalidad y humanidad sería nada menos que divina. Su universalidad es coextensiva, por así decirlo, con la del chamanismo porque hay algo del tramposo en el personaje del chamán y el médico brujo.
Los chamanes regularmente rompen tabúes como una forma de atravesar la separación entre el reino profano y el sagrado. Pero romper tabúes es algo peligroso y el chamán debe asumir ese peligro sobre sí mismo para llevar a cabo el rito que repercuta en lo positivo para el resto de la comunidad, como el uso de la sangre en las culturas tradicionales.
Algunos elementos litúrgicos y subversivos, como el contacto con la sangre, particularmente la sangre menstrual, es un tabú bastante considerable aunque a menudo es importante en los ritos mágicos. Algo que se deduce también es que el uso y la regulación del fuego, un elemento extremadamente poderoso, fuera controlado por miembros de una clase sacerdotal o una figura similar al chamán.
El chamanismo no elimina el tabú del contacto con la sangre o el control del fuego más de lo que el tramposo representa ante la manera en que la sociedad debería actuar hacia las fronteras sociales, como también la ruptura de las mismas así como de sus sociedades, pues son agentes del cambio, los que se preguntan y hacen preguntas, el que hace que te duela o te despierte curiosidad, son transmisores de la tradición cultural entre generaciones y ejecutores de cierta pedagogía.
El papel de estos roles y de ciertos perfiles clínicos como cognitivos desafiantes, como el espectro neurodiverso, antisocial y esquizo, en la figura rupturista del chamán es algo que llevamos debatiendo desde la postura evolucionista desde hace un tiempo.
La Hipótesis de la Selección Grupal enfatiza el chamanismo, o comportamientos similares al que pueden manifestar los chamanes, argumentando que es necesario considerar la raíz genética de tales comportamientos. Argumenta que la esquizofrenia ayuda a mantener líderes carismáticos que utilizan síntomas, como paranoia y delirios, para crear nuevas culturas.
Debido a la naturaleza altruista del liderazgo, la esquizofrenia se selecciona para mantenerse y aportar beneficios al grupo social. La Hipótesis de la División Grupal, por su parte, teoriza sobre la necesidad de que todos los grupos deben dividirse para mantener su estructura cohesiva, y ésta explica por qué existirán siempre fronteras ideológicas, territoriales, religiosas, lingüísticas o étnicas.
El conflicto forma, por tanto, parte de nosotros y los agentes del caos, sean roles disruptivos que nos enseñan a temer lo que no conocemos o figuras míticas como el trickster, cuyo arquetipo se extiende desde el castigo inmisericorde y absurdo hasta la más heroica de las hazañas para regalarnos el fuego de los dioses, nos premian con el conocimiento pero también con la duda o, quizá, la esperanza de lo que nos espera tras el cambio, la transformación y la ruptura de lo establecido.
Pícaro Divino: Sobre la figura del trickster o embaucador
Referencias:
Burich, J.A. (2014). Catching Fire: Toward a Cognitive-Processual Analysis of Cypriot Pyrotechnics and Sacred Imagery During the Bronze Age. Seminario.
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Polimeni, J; Reiss, J (2013). Evolutionary Perspectives on Schizophrenia. The Canadian Journal of Psychiatry. 48 (1): 34–39.