El bufón aspira a que ‘Utopía’ sea una semilla para despertar la consciencia de la gente
Leo Bassi abraza la teoría del caos. Al abuelo de Leo Bassi le sacaron a rastras del circo y le obligaron a luchar contra los alemanes. Durante un alto el fuego, aquel payaso del Gran Circo Toscano se quitó la gorra militar y se paseó entre las trincheras con un perro en la cabeza. Fue el gesto más cuerdo en aquel grotesco panorama de muerte.
Un siglo después, Bassi reivindica en Utopía el gesto de su abuelo y sigue empleando la risa como antídoto contra el conformismo, como «arma de construcción masiva», en palabras de otro gran payaso, Jango Edwards.
Se puede estar más o menos de acuerdo con las ideas políticas de Bassi, con su reverencial respeto a los ideales de la Ilustración y a los ideales de la izquierda cuando aún era izquierda, pero hay que sacarse el sombrero ante los que, a estas alturas, aún intentan despertar las conciencias.
Leo Bassi abraza la teoría del caos. «El día que un poema valga más que un Ferrari, se habrá realizado la utopía» Leo Bassi
En la primera parte de Utopía, Bassi hace un largo speech sobre la caída de la banda (¡perdón!, la banca) Lehman Brothers y la incapacidad de la izquierda para proponer una alternativa ante la peor crisis del capitalismo global.
El guión, a ratos improvisado, tiene momentos brillantes. Luego se mete con los pijos que juegan al golf, con el libro Cartas a un joven español de Aznar y finalmente se desnuda para ofrecer «el culo» con tal de que se haga la revolución.
Para llegar a ella, Bassi ha dejado atrás Mayo del 68 y se ha apuntado a la teoría del caos. Con el tiempo, un pequeño gesto, como el aleteo de una mariposa, puede desencadenar grandes cambios, una revolución.
CON OJOS DE NIÑO / En la segunda parte, el actor deja de lado el cinismo intelectual y el estilo mitinero y se transforma en un payaso carablanca, como su abuelo.
Aunque en el circo esta figura simbolice la autoridad y el conservadurismo, él la rescata como personaje subversivo y mágico, como recordatorio de que otro mundo es posible.
Al final invita al público a jugar con patitos de goma y a gritar con las entrañas. No hay nada más revolucionario que mirar el mundo con ojos de niño.
Peor que la bomba que le pusieron en el teatro Alfil de Madrid por meterse con la iglesia, sería que el público saliera de La Villarroel despés de dos horas de función sin ganas de cambiar las cosas. No hay prisa. Esto es solo un aleteo.
Leo Bassi abraza la teoría del caos. Fuente: Rose Sioux