Jacobo Siruela, el editor de Atalanta reivindica la imaginación como forma de conocimiento y los libros que permiten a la sociedad hacer un ejercicio de memoria
Jacobo Siruela y la memoria humana. Dentro del mundo de la edición, Jacobo Siruela no necesita presentación. En 1982 fundó la editorial Siruela y publicó su primer libro, «Sir Gawain» y el «Caballero Verde», con el que inauguró una colección de literatura medieval en la que se publicaron obras hasta entonces inéditas en España.
Publicó a Borges, nos descubrió a Robert Walser, recuperó autores como Italo Calvino y Carmen Martín Gaite y divulgó a George Steiner, Cees Nooteboom o Hans Magnus Enzensberger. En 2005 vendió Siruela y, junto a Inka Martí, fundó Atalanta, una editorial dedicada al relato breve y al ensayo, principalmente filosófico. La memoria y la imaginación son dos de los ejes de un catálogo donde conviven autores clásicos de la literatura oriental, fantástica, poetas como Rimbaud o los ensayos de Joseph Campbell o Alain Daniélou.
Atalanta es el nombre de una heroína griega vinculada a Artemisa. El tema del mito frente al logos está muy presente entre las inquietudes de Jacobo Siruela. Como autor, también está muy preocupado en los procesos inconscientes del pensamiento, como refleja en su obra «El Mundo bajo los párpados», que configura una original historia de los sueños siempre con los clásicos como referente primordial. Esta obra está publicada en Atalanta, y responde perfectamente a su ideario como editorial.
Jacobo Siruela busca en la edición lo que otros ni se plantean: crear cultura, abrir paso a la imaginación y a la historia como motores de la memoria humana.
«Yo no me distancio de la actualidad. Lo que pasa es que hay demasiado ruido, y el ruido nos impide muchas veces escuchar cuáles son las verdaderas melodías de nuestro tiempo. Por eso he optado por salirme de la bulla. Lo cual no quiere decir que no me interese la actualidad. Al revés. En el fondo, los modelos que busco son modelos para el presente también. Por supuesto que publicaré autores contemporáneos, pero, por el momento, serán ensayistas, filósofos. Estoy muy interesado en captar cuáles son los signos de esta ultramodernidad en la que estamos entrando. Es decir, de buscar nuevos horizontes más allá de la modernidad. Y yo creo que los dos mejores aliados para ello son la memoria y la imaginación en su sentido más verdadero.”
Entrevista a Jacobo Siruela
–En su libro, «El mundo bajo los párpados», escribe: «El mundo dejará de ser una gastada lucha de contrarios cuando la física conviva con la metafísica y la biología con la psicología». Propone que los opuestos se conviertan en complementarios. ¿Esta idea sustenta su catálogo, donde distintas disciplinas conviven juntas?
–No es una cuestión fácil. Evidentemente, como en casi todo, se establece una lucha de contrarios, pero lo que no hay que hacer es suprimir al contrario, que siempre va a existir. Si tienes una tesis, le va a seguir la antítesis y, como decía Hegel, al final una síntesis. La idea de los complementarios es importante para Atalanta, aunque no puedo decir que haya nacido a partir de estos presupuestos. Atalanta nació como una planta, de una manera muy natural, y se ha ido haciendo así. Ahora, después de 120 títulos, se puede decir que el catálogo responde a una forma de pensar orgánica, pero ni predeterminada ni forzada.
–La coherencia del catálogo hace pensar que desde el inicio había un plan.
–Había un plan, pero era un plan por omisión. Nos planteamos que si todo el mundo se dedica a hacer novela y hay muchas editoriales que publican novelas, nosotros debíamos optar por una editorial que no hiciera lo que hacía todo el mundo. Por eso nos dedicamos al cuento y al ensayo. ¿La actualidad es lo que más vende? No. Nuestra cultura necesita hacer un ejercicio de memoria. Y luego nos interesaba la imaginación no en cuanto escapismo, sino como herramienta de conocimiento. Por eso hicimos la colección Imaginatio Vera.
–¿La mitología o la religión, dos disciplinas muy presentes en el catálogo, permiten adentrarse en estas grietas?
–Exacto. La gente tiene una idea muy precaria acerca de lo que es la religión. Cree que consiste en la fe del carbonero e, incluso, hay mucha gente religiosa que tiene una religiosidad ingenua. Pienso en los creacionistas. Como dice Campbell, a quien hemos publicado, las religiones son de alguna manera las máscaras de Dios, nunca el rostro, que es el misterio supremo. En el siglo XX ha habido excelentes historiadores de las religiones que las han explicado. Lo bueno del siglo XX es que tenemos información de todo y personajes interesantísimos. La psicología, la historia de la religión y la filosofía del siglo XX nos acercan a las religiones de una manera nueva y compleja. Y la mitología, disciplina que a mí me gusta mucho, es otra forma de conocimiento. Piensa en la mitología griega que, además de ser una forma de poesía excelsa, es una forma de conocimiento porque es la psicología de la antigüedad. En los mitos está todo el espectro de lo humano. A través de los dioses conocemos la interioridad de los seres humanos.
–La mitología es uno de los relatos fundacionales de la cultura occidental.
–Evidentemente. Se piensa que no vivimos sujetos a mitos y, sin embargo, no es así. Claro que vivimos sujetos a los mitos, solo que los de hoy en día tienen un fuerte contenido emocional, pero muy poco contenido interior. El mito de la tecnología: hay gente que se cree a pies juntillas que vamos a vivir 130 años, que todo va a ser automático, que vamos a ir a Marte… Todo esto es un mito. Recuerdo que tenía 15 años cuando vi 2001, Odisea en el espacio, una película en la que nos pintaban el 2001 de una manera que poco tiene que ver con lo que fue y con lo que es el mundo de hoy.
–En torno a la tecnología, hay todo un imaginario literario y cinematográfico que muestra las grietas de la tecnología como mito.
–Vamos a hacer una antología de ciencia ficción que se titulará Machina Mundi y que girará en torno a este imaginario tecnológico que los escritores han sabido ver muy bien. Volviendo a lo que comentaba antes: los mitos siguen existiendo. Actualmente hay dos principales, uno es el de la tecnología y el otro es el de la naturaleza. Yo ahora estoy interesado en la naturaleza, es uno de los grandes temas de nuestro siglo y nos obliga a redescubrir qué es la vida. La naturaleza es la vida auténtica y no tiene nada que ver con la idea mecanicista que hemos heredado de filósofos como Newton o con la idea de Descartes de una vida desprovista de alma. No, la vida no es esto. Los biólogos, los botánicos, los geólogos… todos saben que, como decía la mitología griega, todo es natural y todo es divino. Todo está lleno de dioses. ¿Qué quiere decir esto?
–Imagino que es un lenguaje metafórico.
–Claro, no se puede considerar literalmente esta afirmación. No se trata de que haya un Dios en cada flor. Decir que todo está lleno de dioses es un símbolo y alude a que, de alguna manera, las flores, como las células, como los árboles, piensan y sienten. Esto lo ha descubierto la biología, por mucho que los neodarwinianos quieran seguir con la idea determinista según la cual todo es ciego. En absoluto. La vida decide y toma decisiones. Hay que comprender la naturaleza para luego imitarla.
–El elemento simbólico está muy presente en la literatura fantástica, un género que usted ha trabajado mucho y el título de la antología publicada por Atalanta, A través del espejo, que remite no solo a la idea de máscara –el reflejo como visualización de otro– sino a la idea de penetrar en ese más allá de lo materialmente perceptible.
–El símbolo del espejo es muy complejo y no es el caso de analizarlo aquí, pero sí es cierto que la literatura fantástica permite indagar en ese más allá. Yo he sido siempre muy aficionado a la literatura fantástica. Empecé editando literatura medieval, que nadie editaba. Me interesa la Edad Media desde un punto de vista histórico y cultural. Al contrario de lo que se dice, no es una época oscura. No hay más que ver una catedral gótica. En todo caso, era una época ingenua, en la que se olvidó todo lo que se sabía, pero fue un periodo simbólico. A partir de aquí empecé a interesarme por la literatura fantástica. Edité la biblioteca de Borges, que para mí fue mi maestro en literatura. A través de Borges conocí la literatura fantástica y, a lo largo de los años, he ido investigando dentro del género hasta que, ya en mi madurez, publiqué en Atalanta esta antología a la que te referías, «A través del espejo».
–El fantástico es un género que indaga en lo que está más allá de lo cognoscible o de lo sensible y en la relación entre lo real y nuestra percepción subjetiva del mundo.
–Cuando yo empecé con la literatura fantástica en los ochenta, el mundo intelectual la despreciaba, considerándola literatura de segundo orden. Se pensaba que la gran literatura era la realista, la literatura seria. A partir de Borges, y durante esta última década, se ha visto que este desprecio no tenía sentido. Stevenson es uno de los mejores escritores del XIX, tan bueno como Dickens. Hablemos, por ejemplo, de «El Aleph» o de «La metamorfosis», ¿hay unos relatos mejores en el siglo XX? No. Y resulta que tanto el texto de Borges como el de Kafka pertenecen a lo fantástico, donde se establece una relación entre el mundo interior y el mundo exterior. El mundo exterior es el que percibimos con los sentidos, pero lo auténtico sucede en el mundo de la experiencia interior, donde reside nuestra verdadera realidad.
–En la obra de Borges convive la literatura con la filosofía, la religión, las matemáticas…
–Casi todas las lecturas de Borges eran de filosofía metafísica. Borges es el mejor maestro de literatura. Al vivir en un país que es como un exilio transoceánico, se interesa por todas las culturas y por todos los tiempos: la literatura americana, la asiática, la europea…Todas. Vivimos en un mundo global y debemos ver las cosas desde una perspectiva global aunque, desgraciadamente, la única globalización que se ha conseguido es la del capitalismo económico.
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Jacobo Siruela y la memoria humana. Texto: Anna María Iglesia