Craig Kucia explora los espacios visuales y psicológicos que surgen entre la memoria y la imaginación, llegando finalmente a imágenes que están arraigadas en la experiencia personal y colectiva, pero teñidas con un elemento de lo fantástico y de otro mundo.
La vivaz pintura de Craig Kucia. Mientras Kucia continúa incorporando imágenes de flora, fauna y la figura humana ocasional en sus composiciones, su trabajo reciente se ha preocupado cada vez más por la representación de objetos comunes.
Seleccionados por sus características metafóricas, relevancia personal (para el artista) y capacidad para actuar como sustitutos de entidades humanas, los elementos y animales a menudo banales que pueblan las escenas vagamente narrativas de Kucia también se eligen por su capacidad para redondear y equilibrar la composición.
El artista continúa equilibrando su impulso narrativo con sus fuertes preocupaciones formalistas. A través de la variada y vivaz manipulación de la pintura y la sofisticada sensibilidad compositiva del artista, lo animado e inanimado de sus pinturas tienden a invertir los roles, a medida que las figuras humanas y animales se objetivan y los objetos cobran vida propia.
Las pinturas resultantes transmiten la sensación de estar despierto y soñando simultáneamente. Como ocurre con la mayor parte del trabajo de Craig Kucia de los últimos diez años, sus pinturas recientes tienden a deslizarse libremente entre géneros, eludiendo en última instancia una clasificación fácil.
Las últimas pinturas de Craig Kucia marcan la primera vez que la práctica de este artista idiosincrásico ha tomado la forma de una inversión a largo plazo en un tema continuo. En este caso, todas las nuevas obras presentan la imagen de una ballena, retratada de perfil, emergiendo del océano como motivo central de la composición.
Los lienzos son todos íntimos en escala, pintados en una amplia variedad de técnicas que van desde aplicaciones planas y gráficas hasta empastados gruesos, y todos están encerrados en un marco de artista pintado a mano.
En el primer encuentro, el espectador se enfrenta de inmediato a la imagen de la ballena, pero es en los detalles y las sutilezas de la composición donde estas pinturas se activan; asumiendo diferentes cualidades narrativas, impacto emocional y resonancia alegórica.