Sala de Espera es una instalación realizada por Carlos Leppe en Galería Sur, en noviembre de 1980, compuesta por tres micro-instalaciones, que hemos denominado (I) Las Cantatrices, (II) La Portada y (III) El Título
Carlos Leppe ‘Sala de Espera’. Los primeros años de la dictadura de Augusto Pinochet en la década de 1970 generaron algunas de las manifestaciones artísticas de carácter más militante en el arte conceptual latinoamericano. Carlos Leppe usó los referentes del conceptualismo, como el hermetismo y la precariedad, para manifestar una quiebra de los derechos humanos en una de las dictaduras más represivas.
Sala de Espera es una instalación realizada por Carlos Leppe compuesta por tres micro-instalaciones
La primera –Las Cantatrices– corresponde a cuatro monitores, tres de los cuales reproducen la imagen de Leppe maquillado, con el torso enteramente enyesado, mimando una interpretación de ópera, mientras su boca ha sido intervenida por un aparato ortopédico dental que la mantiene abierta. El cuarto monitor, enfrentado a los anteriores, contiene el relato de la madre de Leppe, que describe momentos significativos de su biografía.
La segunda –La Portada– se compone de tres partes: a) la fotografía de portada del libro Cuerpo correccional, cuya imagen reproduce el acceso a la casa materna y cuya escalera ha sido iluminada por tubos fluorescentes; b) la proyección de la fotografía de Leppe con su madre en un parque; y c) la envoltura en tela plástica transparente de túmulos de tierra simulando cuerpos recién exhumados.
La tercera –El Título– reúne tres elementos: un televisor con el sonido silenciado que reproduce la imagen en vivo, transmitida por el Canal Nacional; un bloque de barro del tamaño de un televisor en cuyo interior se aloja una pantalla protectora, formando una vitrina que contiene la imagen de la Inmaculada Concepción; y finalmente, el título de la muestra escrito en letras de neón.
Además de estas micro-escenas, Leppe distribuye una red de tubos fluorescentes sobre el piso y los muros de la sala en un número aproximado a la veintena.
Sala de Espera es una “escenificación” de la escritura del libro Cuerpo correccional, de Nelly Richard; el cual fue concebido, a su vez, como la “escenificación teórica” de la obra de Leppe. En esta instalación, se atribuye un rol fundamental a Las Cantatrices, video que anticipa la ejecución de ambas obras; tanto la instalación como el libro.
Fue así entonces como fue creciendo
Él nació un 9 de octubre de 1952, diez para las siete de la mañana. Él pudo no haber nacido. Ni sé cómo nació. El médico quería que yo tuviera un parto normal porque pensó otra cosa, él creyó que yo tenía más vida de matrimonio. Total no tuve ninguna dilatación y sufrí lo indecible. Ya estaba perdiendo sangre y él no nacía. Si yo hubiera sabido todo lo que iba a sufrir no me hubiera casado por ningún motivo. Pero yo quiero lo único. Me comía todo el calcio. Se me iban cayendo los dientes de a uno. Total lo mío, aparte del cariño que le tengo, lo llego a mirar como un accidente biológico no más. Toda la sangre que tenía en el cuerpo yo la perdí y la perdí dos veces.
Nació con fórceps horrible: un cuerpecito inmensamente grande. Qué eres lindo le decía yo. Tuve que permanecer 17 días en la clínica. En la casa dormíamos en la misma pieza porque él no quería dormir solo. Yo tampoco podía dormir sola, sola porque me quedé medio arrobada de mi niño. Entonces fui egoísta terrible; no quería que nadie le fuera a tomar las manos. Él, mi marido, se hizo el enfermo diciendo que estaba en una clínica. Según dice la gente, bueno a mí no me interesa, entonces estaba bien y por capricho no quería venir a la casa. Desde los cinco meses de embarazo no apareció más porque se había enamorado de otra. Yo no hice vida de matrimonio, esa es la verdad. Yo trabajaba y llegaba tarde y él no dormía porque calculaba la hora. Fue así entonces como fue creciendo y tenía cuatro años.
Lo pasaba a dejar al colegio y salía llorando como tonta; lloraba todos los días. Una madre con un carácter fuerte puede hacer de papá y de mamá. Desgraciadamente, con esa presión tan grande y todas las malas cosas y el mal parto, todo eso influyó en lo que vino después. Porque yo, después de que murió mi padre, tuve que hacerme un cargo que no correspondía a mi edad. Para mí la soledad es mi mejor compañera, medito más cosas. Vivimos toda una vida. Cuando él se fue mi mente parecía un biógrafo. Cuando él se fue escribí un poema. Después me puse a llorar, a llorar tanto, y a escribir otro porque tenía más pena. Todo ese tiempo que hemos estado separados, así como dicen que el amor acorta la distancia, nosotros también nos hemos mirado en forma más desnuda.
Si yo muero él va a sufrir, y si él muriera yo sufriría lo indecible. Creo que mi vida no tendría razón de ser y lo único que le pediría yo a Dios es que nos muriéramos el mismo día para así no sufrir ni el uno ni el otro. Porque sólo de pensarlo me desespero. Me enloquezco. Y toda esta afección que tengo a los nervios se debe a que pienso demasiado en él. Cuando yo me pongo a pensar en mi vida, pienso que he sufrido más de lo que debiera, y después de haber sido tan feliz de haberlo querido tanto. Cuando cumplió, cumplimos 1 año, fue la primera torta. Los días domingo lo llevaba a misa, después lo traía a la Plaza de Armas como es tradicional en los niños; comprarles globitos, sentir la banda, ver otros niños. Mucha gente cree que la única solución para terminar una amargura es el suicidio, entonces yo digo no, el suicidio no conduce a nada, no es ni valentía ni cobardía, es un descontrol mental. No se sabe cuánto se hace sufrir con esa determinación. Creo que es la más pálida de todas las determinaciones que puede tomar una persona.