Nuestro cerebro no es tan matemático como parece, se trata de un órgano muy emocional, afirma Dr. Martín-Loeches
Martín-Loeches: El cerebro es un órgano emocional. El cerebro es todavía una gran incógnita, el desafío pendiente de la ciencia, junto con el espacio y los fondos abisales marinos. La neurociencia ha cumplido ya los 100 años como disciplina científica, pero aún no existe una teoría común de cómo funciona el lugar más complejo del universo, donde se generan pensamientos, emociones y recuerdos, ese lugar que intenta incansablemente comprenderse a sí mismo.
Catedrático de Psicobiología en la Universidad Complutense de Madrid. Doctor en Psicobiología por dicha Universidad, con una tesis doctoral acerca de la actividad cerebral y la cognición. Desde entonces ha trabajado en diversos temas, siempre en torno al cerebro y la cognición humana. Realizó una estancia post-doctoral en la Universidad de Konstanz (Alemania) así como en la Universidad Humboldt de Berlín. Posteriormente ha realizado otras estancias científicas en el extranjero, entre ellas en el Welcome Laboratory of Neurobiology, del University College de Londres.
‘La vulnerabilidad de la mente humana y el poder del lenguaje en el cerebro’, con la que explicó la tremenda influencia que tienen los estímulos sociales como lo es el lenguaje en la mente.
Al margen de las obvias modificaciones evolutivas, el Dr. Martín-Loeches asegura que “nuestro cerebro no es tan excepcional”, y “a pesar de lo bien que puede funcionar”, puede “defraudarnos”. “Lo que estamos viendo en la Psicología y la Neurociencia afirma el catedrático es que en realidad la mente humana posee múltiples capacidades y es muy peculiar, pero no es un ordenador, y es tremendamente social y emocional, además de racional”.
Por otro lado, al cerebro humano “no le importa la verdad, sino algo que explique las cosas”, y en nuestro procesamiento cognitivo influye sobremanera el componente inconsciente, y eso “lo sabe muy bien la publicidad”. Martín-Loeches cita a Gary Marcus, autor que trabaja en la evolución, quien afirma que “la evolución nos ha moldeado no para pensar, sino para actuar; no para tratar con dinero, sino con comida”. Por lo tanto, disponemos en nuestra mente de dos sistemas, uno reflejo, más ancestral, y otro deliberativo, que es más reciente y aún “no está bien ajustado”, y para Marcus este último sistema es un “apaño, una chapuza sobre el cerebro de un primate primitivo, tras utilizar piezas viejas o elementos existentes”. Por esta razón “falla y cuesta mucho utilizar”.
Martín-Loeches: El cerebro es un órgano emocional ¿Por qué es el cerebro un órgano social?
Porque, y aunque no esté confirmado y se trate de una hipótesis, una de las fuerzas más importantes que ha llevado al ser humano a ser distinto de otros animales es, seguramente, la fuerza de lo social. Nuestro cerebro ha ido evolucionando y se ha convertido en un órgano especializado en entender la mente de los otros y en trabajar para que los demás nos entiendan. Ahí está la clave que nos diferencia de otras especies animales.
¿Siempre somos conscientes de esa función social que cumple nuestro cerebro?
La verdad es que continuamente estamos conectando con las mentes de otras personas, yo diría que las 24 horas del día, salvo cuando estamos durmiendo. Por ejemplo, cuando nos levantamos y nos arreglamos por las mañanas estamos pensando en cómo nos van a ver los demás. No solamente lo hacemos para nosotros mismos, porque ya sabemos cómo somos. Nos preocupamos por la imagen que reflejamos en los demás y por lo que puedan pensar sobre nosotros. Prácticamente en todos los momentos cotidianos existe una implicación social muy evidente o en un segundo plano, pero también muy importante.
¿Qué aspectos clave suele abordar en sus conferencias?
El tema es muy amplio, por lo que me he centrado en una serie de datos para mostrar lo mucho que nos afecta la mente de los demás. Nuestro cerebro está especializado en leer la mente de aquéllos que nos rodean y al ejecutar ese análisis resulta afectado. Esta afirmación queda demostrada con resonancias funcionales en las que apreciamos las reacciones de nuestro cerebro ante las expresiones que nos brindan los demás, ante lo que pueden estar pensando o ante sus intenciones. De esta forma observamos cómo distintas zonas del cerebro se van activando en función de lo que creemos que el otro está pensando, y ya le digo, hablo de evidencias experimentales muy fuertes.
¿De qué otras formas nos influyen los demás?
Martín-Loeches: El cerebro es un órgano emocional. Nos afectan muchas otras cosas al margen de lo social: los colores, el tamaño de los objetos, etc. Nuestro cerebro se ha convertido en un sensor tan sensible, valga la redundancia, ante todo lo que lo rodea, que se confirma como un órgano muy vulnerable ante los estímulos que recibe del exterior.
Se rompe así la imagen de órgano racional y al margen de sentimientos con la que se asocia al cerebro…
Eso está ya desmitificado, bueno no totalmente porque nunca se podrán eliminar ciertas evidencias, pero sí es así en parte: esa mente tan racional y ese cerebro tan matemático que tenemos, a la hora de la verdad queda demostrado que no es tal y que en realidad es muy vulnerable, muy sensible, muy emocional y muy afectable como comprobamos constantemente en nuestra vida cotidiana aunque no siempre seamos conscientes de ello.
¿A qué reacciona nuestro cerebro mientras nosotros no nos damos cuenta?
Un ejemplo muy claro lo encontramos en la propaganda que vemos por la televisión. Esos mensajes están dirigidos a unas mentes que para nada razonan, que se dejan influenciar por lo que les dicen, la forma en la que les cuentan una historia y las imágenes que la acompañan. En definitiva, una mente muy susceptible, por lo que racionales al final no lo somos tanto o no únicamente. Racionales, sí, pero a la par muy emocionales.Martín-Loeches: El cerebro es un órgano emocional
¿Qué datos científicos avalan esta vulnerabilidad del cerebro?
Hay muchísimos estímulos sutiles de los que no somos conscientes, como por ejemplo la parte blanca de los ojos de otra persona, la manera en la que está dispuesta y la expresión que nos muestra en cada momento. Nos afectan muchos detalles que vemos en las caras y en los cuerpos de los demás de los que no somos conscientes. En nuestros estudios, le hemos preguntado a la gente con la que hemos trabajado si ha sido consciente de haberse fijado en el tamaño de la pupila de otra persona, o en la forma en la que estaba dispuesto el blanco ocular y el iris y nos han respondido que no. Sin embargo, su cerebro ha estado reaccionando y esas reacciones no son reacciones vacías, sino que influyen en el estado emocional de la persona que lo está viendo aunque sea inconsciente de ello.
¿Me está diciendo que reaccionamos ante el blanco ocular de otra persona?
Sí, totalmente, es sorprendente, pero es cierto. Hay evidencias experimentales que lo demuestran de forma clara. En la vida cotidiana, cuando estamos hablando con cualquier persona, movimientos de los ojos, disposiciones del blanco de los ojos o expresiones de la cara, muy breves, de muy pocos segundos que no somos conscientes de percibir, nuestro cerebro las detecta. Entonces, se activan los circuitos cerebrales emocionales generando sensaciones que al final cambian nuestra forma de pensar, de ver las cosas y de razonar en definitiva.
Vamos, que con una mirada pueden estar marcando nuestro comportamiento posterior.
Hay miradas que matan, pero hay muchas miradas que sin llegar a matar lo que hacen es influir, eso es cierto.
Las investigaciones actuales en este sentido, por qué camino van y a qué tipo de conclusiones están llegando.
Yo he trabajado mucho con las expresiones de ánimo. Los gritos de aliento que se emplean, por ejemplo, en el deporte como ¡ánimo!, ¡adelante!, e incluso también las expresiones de desánimo, hemos comprobado que sí que afectan al cerebro. Estas conclusiones las publicamos el año pasado en un estudio en el explicábamos que influyen en este órgano de una manera clara y fuerte y que ocasionan reacciones emocionales de las no siempre nos percatamos. E incluso pueden llegar a afectar a nuestro sistema visual: cuando el sujeto está haciendo una tarea visual como atender a la forma, el color o la posición de los objetos, algunas de estas percepciones se ven mejoradas con expresiones de ánimo que consiguen acelerar ciertos procesos.
En resumen, que animar a tu equipo favorito resulta realmente efectivo.
Demostrado científicamente. La pregunta surge así, ¿cómo es posible que un ser humano, tan racional, recorra cientos o miles de km para animar a su equipo? ¿realmente esto sirve para algo o es que somos una especie un poco tonta? Pues sí, hay causa- efecto y lo comprobamos. Hay muchos experimentos de este estilo que demuestran lo vulnerable que es nuestra mente, para bien o para mal.
Vivimos en una época de constante cambio, ¿podemos considerarlo como un aviso de lo que nos espera en el futuro?
Creo que sí ya que ahora se están realizando muchos experimentos mentales que nos dan claves sobre cómo podremos ser en el futuro. Se ha abierto una puerta muy importante. Desde hace unos años la especie humana tiene la posibilidad de influir en nuestro futuro, en saber a dónde podemos ir y qué podemos hacer para ir a un sitio u a otro. Las opciones son numerosas.
¿Cómo podemos influir en ese futuro?
De dos maneras complementarias: la primera es influir directamente en la genética y la otra se centra en el comportamiento, en la conducta. Se podría crear una sociedad mejor, diferente o varias sociedades distintas. El mismo Darwin propuso estos mecanismos porque vaticinó que la Psicología iba a tener una manera de trabajar distinta. Está todo abierto.
Ya existen muchos experimentos acerca de cómo nos imaginamos el futuro como el filme Gattaca. Se ve como podemos manipular la humanidad a través de la genética. La manipulación conceptual se desarrolla en la novela de Huxley, «Un mundo Feliz». La vía ideal pasaría por mezclar los dos conceptos. No habría genética sin comportamiento deliberado.
Esta posibilidad de cambio deliberado de la genética genera cierto miedo.
Más que miedo impone respeto. El problema no es el cambio sino quién decide hacia donde queremos ir. Deberíamos debatirlo toda la especie, no debería caer en manos de uno o dos.
Estos procesos de selección son posibles gracias al avance de la tecnología, ¿nos encaminamos hacia un hombre completamente biónico?
Seguro, es más ahora mismo ya se puede considerar que algunos lo son, porque ¿dónde está la frontera entre lo biónico y lo que no lo es? ¿el que tenga un brazo artificial ya es biónico? ¿usar gafas se considera biónico o no? ¿el uso de esta tecnología es una mera ayuda o la mejora de una situación normal?
¿Sería el siguiente paso de nuestra evolución?
No se sabe y esto no deja de ser fruto de las circunstancias actuales. ¿Quién sabe qué será de la tecnología dentro de 50 años porque depende de varias cosas, entre otras, de la energía. La evolución puede ir por muchos caminos e, incluso, puede que al final la tecnología acabe siendo más molesta que otra cosa…
¿Qué hace que la especie humana sea única?
Todo el tiempo tenemos el pincel de la sociedad sobre nuestras acciones, es lo que nos define. El mayor aumento que ha experimentado el cerebro ha sido para poder competir con los demás. Incluso antes del «Homo Sapiens»la presión de la selección natural ya no se ejercía por la necesidad de obtener recursos del medio, sino por la competencia que se generaba dentro de nuestra propia especie.
«GRACIAS A LA GENÉTICA PODEMOS ERRADICAR LA VIOLENCIA»
MANUEL MARTÍN-LOECHES
¿La violencia es un rasgo único del ser humano?
No es verdad que la especie humana sea la única que mata a sus semejantes por aspectos que difieren de la comida, también pasa en otras especies como los chimpancés. Y en el fondo también lo hacemos por comer. Es un mecanismo que nos queda de cuando los recursos eran limitados. Quedó impreso en nuestro cerebro. Con los avances genéticos, si quisiéramos, podríamos modificar genéticamente este aspecto; ser menos violentos, que la violencia dejara de existir. Ahora que podemos tener recursos para todos, si nos molesta la violencia, podemos erradicarla. Estamos a la puerta de estas cosas.
¿Cómo se entiende en la evolución la necesidad que tenemos de ir a Marte?
Hay una cosa que no podemos evitar, como todas las especies, y es nuestra necesidad de expandirnos. La ciencia nos demuestra que si vas más allá puedes encontrar recursos. Tal vez encontremos energía o materiales que mejoren nuestra tecnología. Todo ello teniendo en cuenta la curiosidad innata que tenemos, así vamos evolucionando.
Hace ya unas décadas que Carl Sagan afirmaba que “…la mente parece ser la expresión de los 100 billones de conexiones neuronales del cerebro, más unos cuantos elementos químicos simples”. Por temeraria que pudiera parecer esta afirmación, lo cierto es que Sagan llevaba razón, y la idea se corrobora cada vez más, a medida que avanzamos en nuestros conocimientos sobre la mente y el cerebro humanos.
Pero lejos de ser una afirmación pesimista, lo cierto es que el que todo dependa de las conexiones neuronales y de las sustancias químicas implicadas en ellas ha permitido encontrar soluciones a la multitud de trastornos mentales que, con una alta incidencia, tienen efectos dramáticos en nuestro tejido social. Los tratamientos psicofarmacológicos llevan años mostrando resultados cada vez mejores, y se espera que esta tendencia prosiga a medida que nuestros conocimientos sobre el cerebro humano alcancen grados de detalle mucho mayores que los actuales.
¿Conoces la hormona del amor?
Se llama oxitocina pero muchos la conocen como “la hormona del amor” y es parte de lo que nos hace humanos. Manuel Martín-Loeches, director de Neurociencia Cognitiva del Centro de Evolución y Comportamiento Humano (UCM-ISCIII), analiza los recientes estudios publicados sobre su importancia en la conducta de nuestra especie.
UN ‘ARMA QUÍMICA’ LLAMADA OXITOCINA
MANUEL MARTÍN-LOECHES
Este legítimo anhelo neurocientífico ha estado siempre presente, y no se puede negar que también es una de las grandes ventajas de que, en el fondo, todo sea reducible a química y conexiones.
Una de esas sustancias químicas “simples” a que Sagan hacía referencia es una hormona con efectos directos sobre el cerebro y que ha dado mucho que hablar en los últimos años. Me estoy refiriendo a la oxitocina, y su importancia viene justificada por haberse visto implicada en multitud de comportamientos que podríamos considerar “deseables”, tales como el amor (de hecho se la suele denominar la “hormona del amor”) y, por tanto, el matrimonio, las relaciones familiares, las relaciones sociales o el coito (en el que los niveles habituales se multiplican por cinco), entre otras cosas. No deja de ser curioso que una hormona que en origen tuvo como principal misión la de regular los líquidos de nuestro organismo (y aún lo sigue haciendo, junto con la vasopresina y otras hormonas) se vea implicada en tan altas virtudes “humanas”, y no es descabellado afirmar que la oxitocina es parte de lo que nos hace humanos.
Martín-Loeches: El cerebro es un órgano emocional. En 2012, un grupo de científicos del Instituto Karolinska publicaron un estudio en el que se demostraba que las mujeres con una variante genética que impide que los receptores de la oxitocina funcionen normalmente tienden a querer divorciarse muchísimo más que aquellas con un receptor normal. Por regla general, la mayoría de las mujeres con dicha variante preferían no casarse; pero entre aquellas que habían decidido dar este paso, la incidencia de crisis matrimoniales o el deseo de divorciarse era significativamente mayor que en el resto de las mujeres. Las sugerencias no se hicieron esperar, y más de uno pensó en la posibilidad de usar la oxitocina como solución a las crisis familiares. Pensemos que sólo en España y durante el año 2012 hubo más de 100.000 divorcios, lo que no es nada trivial.
Aplicar oxitocina, además, es fácil y llevadero. No se necesita más que un spray nasal; un spray de oxitocina en el bolso nos podría hacer la vida mejor y tener más éxito social. Así lo demostró un grupo de científicos canadienses de la Universidad de Concordia (Québec), en un trabajo publicado apenas unos meses antes que el anterior. Inhalar oxitocina cambiaba significativamente la forma en que las personas se veían así mismas, y estos cambios eran a mejor, claro. Los participantes en el estudio mejoraban considerablemente su autoestima, y por tanto su sociabilidad, su empatía o sus deseos de ayudar. Se volvían más extrovertidos y dicharacheros, y más abiertos a admitir nuevas ideas. Pero una de las virtudes de la ciencia, afortunadamente, es la cautela. Como sabemos la mayoría de los científicos, de nuestros resultados se pueden deducir mil cosas, pero de lo único que estamos seguros es de que nuestras conclusiones sólo son válidas para nuestros sujetos y en las condiciones de nuestro experimento. El propio grupo de la Universidad de Concordia que publicó las ventajas de la oxitocina para hacernos seres supersociales, advierten ahora en un artículo en la revista Emotion que en diversas ocasiones esa hipersociabilidad se nos puede volver en contra. En el estudio recién publicado, personas completamente sanas recibían su correspondiente inhalación de oxitocina y eran expuestos a caras con diferentes expresiones emocionales.
El resultado fue que la oxitocina exageraba con creces la reacción de las personas a esas expresiones, producía en ellos respuestas emocionales exacerbadas. Las consecuencias catastróficas de una situación como esta en la vida cotidiana podrían ser muy numerosas. El propio Christopher Cardoso, que lideró tanto ésta como la investigación de 2011, lo advierte con algunos ejemplos. Si ves a tu jefe con cara de estar ligeramente molesto por lo incómoda que es su silla puedes creer que en realidad está reaccionando de manera muy negativa a lo que le estás diciendo. O si ves a una persona del sexo opuesto que simplemente te sonríe, te llegas a creer que esa persona quiere “algo más”…y no es así. En definitiva, que viviríamos rodeados de expresiones emocionales excesivas, y esto traería como consecuencia un claro desajuste social. Cuidado con la oxitocina.
Martín-Loeches: El cerebro es un órgano emocional. Cautela y evidencia empírica
Curiosamente, en estos días también acaba de publicarse un trabajo, en la revista Brain Research, donde los psiquiatras Kai MacDonald y David Feifel advierten de la necesidad de ser cautos sobre los efectos beneficiosos de la oxitocina, y se centran especialmente en la ansiedad de origen social. En más de una ocasión, aseguran, los resultados no fueron los esperados, y en realidad aún se necesitan más estudios para llegar a conclusiones válidas. La ciencia necesita evidencia empírica. La lección que aprendemos de todo esto es que, si bien la mente puede ser reducible a química y conexiones -y así lo creo- pensar que el cerebro humano es como un simple “quimicefa” está muy lejos de la realidad. Ésta siempre es más esquiva y, sobre todo, mucho más compleja. Y tratándose de la mente humana, mucho más. Está claro que no es el momento de echar las campanas al vuelo pero no creo que quede lejos un futuro en el que cada uno podamos tener nuestra “pócima” ideal, que nos hará mejores cuando lo deseemos. Y entre los ingredientes de esa pócima secreta de un mundo feliz orwelliano estará, sin duda, la oxitocina. Martín-Loeches: El cerebro es un órgano emocional
EL PRECIO DE LA MENTIRA EN LA CIENCIA
MANUEL MARTÍN-LOECHES
¿Cuánto cuestan las mentiras? La pregunta con la que comienza y termina ‘Chernobyl’ tiene mayor trascendencia si, como en la serie, interviene la ciencia. La alarma generada ante un fenómeno en alza: el ‘fake science’
La mentira es parte ineludible de la naturaleza humana. Nuestro lenguaje lo permite con creces pues, a diferencia del de otras especies, se puede referir a situaciones no ya del pasado o del futuro, sino que nunca han existido ni existirán. Numerosos estudios demuestran que el ser humano miente con suma sofisticación, de manera que la mentira parezca verdad.
Por tanto, no resulta extraño que la mentira también exista en ciencia, aunque esto sea un escándalo. La ciencia busca la verdad o, mejor dicho, la mejor aproximación a la verdad, siempre teniendo en cuenta lo imitado de nuestros sentidos y de nuestra forma de razonar. Pero nunca mediante la mentira. Precisamente por esto, a algunos científicos que han mentido se les ha expulsado de sus instituciones académicas y se les ha vetado la posibilidad de seguir investigando.
«EL AFÁN DE NOTORIEDAD, EL MINUTO DE GLORIA, LA CONFIRMACIÓN DE LAS PROPIAS TEORÍAS O LA NECESIDAD DE PUBLICAR (ALGO QUE ES OBLIGATORIO PARA UN CIENTÍFICO) PUEDEN SER ALGUNAS RAZONES.”
MANUEL MARTÍN-LOECHES
Martín-Loeches: El cerebro es un órgano emocional. Pero hemos dicho que mentir es humano y que se nos da muy bien. Así que no es raro que, sin que llegue la sangre al río, se cuelen diariamente muchas pequeñas mentiras provenientes del mundo de la ciencia. Las razones son múltiples. El afán de notoriedad, el minuto de gloria, la confirmación de las propias teorías o la necesidad de publicar (algo que es obligatorio para un científico) pueden ser algunas de ellas.
Más oscuras son, sin embargo, las que tienen que ver con un uso comercial de la información tergiversada o manipulada. Así, abundan las noticias sobre la bondad de determinados productos, sean alimenticios, terapéuticos o de otro tipo; pero si indagamos lo suficiente acabaremos descubriendo que detrás de dicha investigación hay intereses económicos para que ese haya sido el resultado.
El colmo de la instauración de la mentira en el mundo de la ciencia es la creciente existencia de las llamadas “revistas predadoras”, donde los artículos se publican sin haber sido revisados críticamente por otros científicos expertos en el tema, algo que sin embargo es fundamental para que avance la ciencia genuina.
La proliferación de información que las nuevas tecnologías están poniendo en nuestras manos hacen que el problema de la mentira en la ciencia se esté acrecentando en las últimas décadas. Por suerte o por desgracia, la verdad acaba imponiéndose, y se descubre la mentira. A los ojos de la sociedad, que es quien en definitiva sostiene el sistema científico con sus impuestos, esto es muy grave, pues los científicos, por definición, deben ser honestos.
De rebote, la ciencia se desprestigia, y esto es tremendamente lamentable. Es lo que hace que, cada vez para más gente, las ideas científicas parezcan opinables –y no lo son– y que cualquiera pueda contradecir impunemente incluso conocimientos científicos bien asentados. Baste mencionar a los nefastos movimientos “antivacunas”. Creo que es necesario que hagamos un esfuerzo por devolver a la ciencia el prestigio y la respetabilidad que nunca debió perder. Y para eso debemos empezar por estar aún más atentos desde de la misma ciencia para mantener a raya determinadas debilidades humanas.
Martín-Loeches: El cerebro es un órgano emocional. Fuente: Rose Sioux
1 comentario en «Martín-Loeches: El cerebro es un órgano emocional»