El artista italiano Salvatore Garau ha conseguido vender una obra invisible por 15.000 euros de puro «hamparte». Se llama «Io sono», yo soy, pero nadie puede ver qué es este yo.
Salvatore Garau vende una escultura invisible. Vende una obra invisible por 15.000 euros. Salvatore Garau es un artista plástico de 67 años nacido en Cerdeña, que se ha convertido en un genio al vender literalmente nada por 15.000 euros. Su obra, que ahora revoluciona las redes, se llama «Io sono» y se trata del más absoluto vacío.
Esta escultura se vendió el pasado 18 de mayo en una subasta organizada por Art-Rite de Milán, especializado en arte contemporáneo. El precio de salida era de 6.000 euros, pero después del enfrentamiento entre varios compradores, uno de ellos la consiguió por 15.000 euros.
No se sabe la identidad de este afortunado comprador, pero el artista asegura que el espacio que acoja la obra tiene que tener unas características concretas: tiene que instalarse en una casa particular dentro de una habitación libre de cualquier construcción y donde se reservará el centro para colocar la escultura dentro de un espacio de 150 x 150 centímetros, marcado con cinta en el suelo.
Salvatore Garau, artista del vacío
Como no tiene que pagar ningún transporte, lo único que recibe al nuevo propietario es un certificado de garantía y de originalidad de la obra.
Garau justifica esta supuesta obra (no se puede demostrar si existe o no) hablando de filosofía y religión: «El vacío no es más que un espacio lleno de energía e incluso si lo vaciamos, según el principio de incertidumbre de Heisenberg, el vacío tiene un peso. Por lo tanto, tiene una energía que se condensa y se transforma en partículas, que está en nosotros. Después de todo, ¿no damos forma a un Dios que nunca hemos visto?».
Y no es la primera vez que este artista -o mago que hace desaparecer cosas- la cola con una obra intangible. Su escultura invisible «Buda en contemplación«, estuvo en medio de la plaza della Scala de Milán, un espacio privilegiado en que todo el mundo podría admirarla (o imaginársela). Lo único que los ojos humanos pueden percibir de estas creaciones es el cuadrado de cinta blanca en el suelo que delimita el perímetro del aire que las compone.
Salvatore Garau también afirma que sus obras son un ejemplo de libertad porque no necesitan pedir permisos a los ayuntamientos para instalarse en espacios públicos, no requieren gastos de transporte, manutención o vigilancia y se pueden concebir y crear desde el sofá de casa. En el caso de la obra expuesta en el centro de Milán, Garau presume de que en la ciudad no vieron ni la escultura ni el artista «pero, a pesar de todo, los dos estuvimos». Otra ventaja, según el artista, es que sus obras «generan cero impacto ambiental«.
Salvatore Garau vende una escultura invisible por 15.000 euros. Texto: Claudia Ibáñez