El viaje que emprende Íñigo Navarro en «Vida de Santo» es uno de revelaciones ocultas.
No está de moda desear ser Santo. ¿Y si el Santo, gracias a la revelación, encuentra una Idea? ¿Y si la Idea se hace pintura? ¿Y si esa pintura se convierte en una Verdad?
De algo estoy seguro, dice Victor Castañeda, es mi deber enunciar tres advertencias:
La primera. Lanzar una pincelada cargada de óleo sobre la tela en blanco está al alcance de cualquier ser humano, hacerlo con maestría está al alcance de los elegidos. Puedo asegurarlo pero no soy yo quien lo dictamina, la evidencia la encontramos en los cánones establecidos por los Grandes Maestros a lo largo de la historia de la pintura. La técnica ha sido decretada.
La segunda. Si yo cuento un chiste es para reír, pero si lo analizamos como es debido, lo que encontraremos en el fondo de cualquier chiste es siempre trágico y real, esa realidad tratamos de evadirla con el humor y, sin embargo, al mismo tiempo la expulsamos fuera de nosotros tratando de que una risa sea el alivio para la tragedia. La risa limpia el alma.
La tercera. Expresar una idea profunda que apalabre las revelaciones de verdad y fe, es solamente competencia de filósofos y místicos. Los demás poco tiempo tenemos en nuestras apesadumbradas vidas como para profundizar en una idea. La verdad nos elude.
Todas estas aseveraciones las consideraba certezas hasta que el universo de Íñigo Navarro en «Vida de Santo» me golpeó de frente, de la misma manera en que lo hace una bola de demolición: inevitable e implacable. Victor Castañeda
La verdad nos elude
Son estas tres advertencias y no otras, porque Navarro mismo las pone en juego cuando te hace participe de que, al mirar una de sus obras, surge la sensación de que hay algo intentando ser recreado, algo que ya estaba allí, en pequeños rasgos la técnica de grandes maestros asoma. Pregunto, ¿acaso tiene eso sentido?. Hay una incapacidad para sondear la posible respuesta puesto que, por lo general, las obras de Navarro te arrancan de inmediato una risa, tiene ese refinado sentido del comediante, indaga en la llaga y los espectadores agradecidos le aplaudimos, su humor parece fresco y vibrante aún si somos nosotros mismo de quienes se burla.
Se dice del gran Nerón que solía exclamar: “sólo la gente profunda es capaz de juzgar por las apariencias”. Navarro, completa sus obras con textos esquizofrénicos e hilarantes, y para distraernos muestra una imagen de cierto aspecto simple, nos conduce a un mundo de simulacros donde se apropia de la realidad. Y nos regocijamos con las apariencias.
Sin embargo, cuando en su obra creemos ver un oso no hay oso, se trata de una entidad, un ser que manifiesta una idea. Tú crees ver un gato pero no hay gato, tampoco hay liebre, es otra vez la idea. Es La Idea. Emergen de nuevo las risas, todos nos reímos de los gatos asustados por las levitaciones, de niños jugando a hacer el muerto. Escenas en medio de habitaciones con decoraciones de la abuela, paisajes costumbristas donde, como si nada, hondean banderitas, y tantas decadencias más.
Para cuando la risa pasa y se apaga acontece la tragedia, que para Navarro es irremediablemente una: ser artista.
No está de moda desear ser Santo . Las obras maestras ya están realizadas en un pasado siempre más glorioso, no hay más cabida en el panteón de los grandes maestros, el humor de esta encrucijada no lo salva, y tanto las filosofías como las místicas parecen cosa antigua.
Para evadir a su propia tragedia intenta reconvertirse al mismo tiempo en un Santo que sea capaz de encontrar algo más, algo encubierto o disimulado.
Es por ello que sigue adelante, porque ¿Y si, en su jornada de Vida de Santo, tiene una revelación? ¿Y si el Santo, gracias a la revelación, encuentra una Idea? ¿Y si la Idea se hace pintura? ¿Y si esa pintura se convierte en una Verdad? ¿Y si, por lo tanto, realiza una obra maestra?.
Pero no nos acomplejemos con tanta pregunta, lo importante es el camino. El viaje que emprende Íñigo Navarro en Vida de Santo es uno de revelaciones ocultas en grandes carcajadas, aunque no podemos dejarnos llevar por la risa, no podemos permitirnos el dejarnos llevar por las apariencias, tenemos que ser partícipes de la Idea. Es un deber el indagar en lo más profundo de su obra.
Bienvenidos a la mascarada. Última advertencia: Cuidado con las perlas místicas, es posible tropezar.
No está de moda desear ser Santo. Texto: Victor Castañeda