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Reflexiones sobre autoestima, orgullo y vanidad

La autoestima positiva, el orgullo entendido como el deleite con algún aspecto propio y la vanidad como desmesura en la auto-apreciación. Refelexionemos

Reflexiones sobre autoestima, orgullo y vanidad. La autoestima[1] positiva, entendida como la valoración que hacemos de nosotros mismos, es indispensable. De ella tomamos la fuerza y el valor para ser los artífices de nuestra vida. Al evaluarnos podemos hacer dos listados, lo más “objetivamente” posible, respecto de lo que nos agrada y lo que no. Sin embargo, y sin importar el balance, necesitamos que el resultado final sea una autoestima positiva.

También nos asiste el orgullo, entendido como el deleite con algún aspecto propio. Disfrutar de quienes somos nos equilibra las dos columnas y nos proporciona una base sólida para encarar la tarea de quienes queremos ser. Estemos orgullosos de aquello que nos satisface y deseosos de mejorar.

En cambio, la vanidad es una desmesura en la auto-apreciación. Nos es tan nocivo tapar nuestras virtudes como nuestros defectos.

El mismo amor por nosotros mismos, que tiende a disculpar nuestras carencias es el que podríamos dispensar al prójimo. Sin perder la autoestima ni el orgullo, pero sin caer en la vanidad, nos alegramos con lo propio que nos agrada. Pero también nos alegramos con lo que nos desagrada, ya que de otro modo nos sería imposible crecer.

Si no viéramos dónde mejorar, sabiendo que somos imperfectos, estaríamos más alejados aún de alcanzar nuestros deseos. Entonces, ver también lo perfectible en nosotros nos ayuda. Por otro lado, verlo en los otros ¿qué nos proporciona? El espejo. Prestemos atención que no nos provea de una falsa autoestima. No competimos con nadie, solo nosotros tenemos la oportunidad de ser nosotros. Por lo tanto, rebajar a otros no nos elevará.

A veces, sin resolver nuestra autoestima quedamos impedidos de una relación amorosa con el otro y nos dañamos. Debido a no poder reconocer que lo que nos molesta está en nosotros, y no en el otro, no podremos trabajar por su mejoría. Ya que mientras situemos en el otro los sentimientos desagradables, no los podremos trabajar y resolver.

Por lo general cuando vemos en otros asuntos idénticos a los nuestros la forma de apreciación es opuesta. Lo que en nosotros juzgamos positivamente, en el otro lo hacemos negativamente. Invirtamos los términos: dejemos la lupa y tomemos el espejo.

Entonces, la ecuación “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” quiere decir, en primera instancia, reconocer todo lo que nos enorgullece. Segundo, registrar que somos humanos, por ende falibles, que tenemos zonas que deseamos mejorar. Una vez que lo identificamos, podemos amigarnos con lo que deseamos cambiar y mejorar, y hasta visualizarlo en toda su belleza.

Mientras que estemos vivos estaremos intentando crecer y convivir con lo mejorable. No esperemos alcanzar la perfección. Podemos entender al otro de igual modo, permitirle exactamente lo mismo que nos permitimos, y no juzgarlo de manera diferente. No invalidemos sus lados hermosos y positivos porque tenga algo por mejorar.

No esperemos que sea perfecto, entendamos que, al igual que nosotros, no lo es. En otras palabras, todos estamos haciendo un viaje de crecimiento intentando disfrutar más de nuestra propia vida. En lugar de poner la lupa sobre el otro, para andar buscando la perfección más prístina, la vamos a poner en nosotros para ver qué podemos mejorar.

Reflexiones sobre autoestima, orgullo y vanidad. Cuando pensemos en lo que deseamos mejorar no lo hagamos en términos de lo bueno y lo malo. No hagamos juicio de valor. Cada uno determina para sí, acorde con sus valores y deseos, qué es lo que desea cambiar. Puede ser que en tiempos pasados hayamos actuado de determinados modos y hoy elijamos otros. Este reconocimiento de la subjetividad de nuestro parecer nos libera en dos dimensiones. Por un lado nos permite elegir libremente qué es lo que deseamos, y por el otro dejar de juzgar las elecciones ajenas.

Por ejemplo, si deseo dejar de gritar al comunicarme, me permito reflexionar y revaluar si este deseo parte de mí, o si es un mandato que me fue dado. A su vez, al escuchar a otro gritar al comunicarse, no dictamino si es bueno o malo. Es su vida, es su decisión quién desea ser y cómo vivirla. ¿Cómo me relaciono con alguien que grita, si no deseo escuchar gritos? En lo vincular podré elegir qué priorizo, si mi deseo por compartir con él, o el de no escuchar sus gritos.

También puedo pedirle que no grite cuando se encuentre conmigo, pero es muy importante recordar que él/ella puede elegir no hacerlo. Dos opciones: que él/ella también desee cambiarlo y no lo logre, entonces, seremos compañeros de búsqueda de superación y nos uniremos más aún o bien que, en su balanza, tal vez, prefiera gritar a estar conmigo.

No le temamos a que desde su libertad no nos elija. Despejar con franqueza a quienes no nos elijen como nosotros a ellos nos dará el espacio emocional para establecer vínculos más honestos, más profundos, con quienes sí nos elegimos mutuamente.

[1] La primera acepción que el Diccionario de la Real Academia Española da de estima es: Consideración y aprecio que se hace de alguien o algo por su calidad y circunstancias.

Reflexiones sobre autoestima, orgullo y vanidad. Texto: Damián Karo

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