Ya está disponible el segundo podcast «El ballenero y la niña del mantón de pico». Una historia escrita, locutada y editada por Chus López
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Hoy, la compra pesa más que de costumbre y es que 76 primaveras ya son muchas, y subir a un cuarto ya no es lo mismo que antes. Pero todo pesa menos cuando abro las ventanas de mi ático y veo toda Triana, no antes sin haber pasado por el bar del Mauri y tomarme ese cafelito que tanto me gusta.
¿Y sabéis una cosa? Hoy al abrir las ventanas, Sevilla, huele a mar.
El ballenero y la niña del mantón de pico
Por las tardes me encantaba ir a la bahía, a recoger piedras y conchas para luego hacerme mis pequeñas alhajas que con tanto orgullo lucía por el puerto de Santa María.
Porque una cosa os voy a decir, nada tiene que ver ser pobre con ser coqueta y presumida, que eso a mí, no se me ha pasado con la edad.
Hoy, esta luz me hace recordar esa brisa. Ese sol cayendo despacito que hace que todo se convierta en oro, hasta los minutos restantes que quedan de luz antes de que oscurezca y el oro se convierta en plata.
Aquí de pie, fumando en mi terraza, me vienen brisas de sal, que me hacen cerrar los ojos y levantar la cabeza para que el sol me caliente la cara al igual que lo hizo aquella tarde, en el puerto.
En el que aquellos ojos azules, que parecían saberlo todo sobre mí me dieran aquella piedra de color rosa que sacó del bolsillo de su chaqueta marinera
Sal de la marisma, que llevo siempre conmigo, que me hace recordar los tesoros de la tierra donde nací y lo importante que es la libertad.
Siempre había escuchado historias sobre los marineros, personas que necesitaban del mar para alejarse de lo que un día les dio la tierra.
Historias que iba descubriendo en mis visitas al puerto donde me pasaba las tardes con mi mantón de pico sentada esperando aquel barco y a su ballenero, como lo llamaban en el puerto, que me cautivó tarde tras tarde.
Me contaba historias sobre el mar, sobre la sal, la historia de un atún que se convirtió en ballena. La historia de una luna gitana que con su embrujo convertía el mar en plata y la historia de un niño que se enamoró del mar.
Gracias a él, aprendí a leer y a escribir, ya que me hacía llegar cartas cuando se embarcaba en largas travesías por los mares de América, que yo como una niña, cuando las recibía me sentaba a leer en el puerto esperando su vuelta, mientras la gente del pueblo murmuraba:
“Ahí va la niña del mantón de pico que en busca de su ballenero va».
Llegó la guerra y con ella dos bandos, estabas con uno o contra él. En mi casa sólo se quería sobrevivir sin problemas.
Pero a mí las injusticias nunca me gustaron y la sangre republicana herencia de mi abuelo, hervía al ver toda la crueldad con la que se machacaba a un pueblo oprimido por el miedo.
En la noche del 18 de julio, cuando las tropas de regulares entraron en la ciudad e intentaron tomar el mando. Mi abuelo participó en aquella resistencia al golpe.
Empezaba una política de exterminio y venganza contra cualquier vecino de la ciudad que mostrara resistencia.
Fue detenido y Cádiz la ciudad de la luz, dejó de brillar, dando paso a la ruina, a los saqueos y a una dictadura que arrasaba con todo.
Aquellos ojos azules prisioneros tras los pequeños ventanales del gobierno civil, fueron testigo de toda clase de barbaries, aquellos ojos, que ya no volverían a navegar ni a contemplar de nuevo la paz de aquel mar que tanto lo añoraría y él tanto amaba.
Recuerdo la tarde en la que a través de aquel pequeño ventanal me dio una carta que decía:
Claveles en canastos de sarmiento y espinas.
Chulería de navaja y tatuaje que marcan un compás,
que hoy en Cádiz se llora en forma de copla.
Por ti, la condena del querer.
Por ti la ruina, la de no volverte a ver.
Por ti, lucha, guerra y sangre, alma negra que cautiva mi lastre.
Cantes de bodega en tabernas del querer.
Donde pronto se contará la historia,
del ballenero, que en su libertad nunca dejó de creer.
El 31 de agosto el periódico de Cádiz anunciaba que esa misma tarde fusilarían a los integrantes de la resistencia. Públicamente de forma ejemplar.
Esa tarde, sentada en el puerto vestida con mi mantón de pico, las historias sobre el mar, la historia del atún que se convirtió en ballena.
El embrujo de una luna que convertía el mar en plata y el niño de ojos azules que se enamoró del mar, partieron para siempre.
Esa tarde, mi ballenero partió para surcar los mares de la libertad.
Hoy es 31 de agosto y la brisa de la marisma me visita y empapa de sal Sevilla.
Y esta noche: como cada noche desde aquel día, suspiraré por el hombre de mi vida, mi ballenero, que sigue surcando mares para traerme historias de embrujos con sabor a sal.
Porque la niña del mantón de pico, siempre te estará esperando en el puerto.
El Ático. Historias desde arriba. «El ballenero y la niña del mantón de pico» Una historia escrita, locutada y editada por Chus López. Ilustración: Roberson