Podrán escudarse que eso «atrapa» a los consumidores en tiempos de pandemia pero jamás hay que dejar de lado el mínimo sentido de humanidad en el periodismo.
Periodismo en tiempos de pandemia. Es urgente y necesario ponerle un alto a las prácticas amarillistas dentro de los medios. En las últimas semanas se ve cómo los distintos portales correntinos alimentan a sus usuarios con imágenes de cadáveres y, entonces, es necesario preguntarse: ¿Hasta dónde llega la necesidad de ganar visualizaciones? ¿Cuál es el límite de tal sed morbosa? Podrán escudarse, tal vez, en que eso «atrapa» a los consumidores pero jamás hay que dejar de lado la ética profesional y, mucho menos, el mínimo sentido de humanidad en el periodismo.
Quienes llevan adelante este oficio saben de la importancia social que tiene, cuyo objetivo no es sólo informar a la sociedad. Hay un valor fundamental que deben gestar los que hacen periodismo, y es que deben ser formadores, educadores. Y aquí no se habla de moral, concepto que es propio de un sistema opresor y cuya única función es apañar prácticas deshumanizantes y discriminatorias, entre tantas otras. Por ello es que los colegas que sostienen estas conductas banales no son faltos de moral, lo que faltan es el respeto.
Detrás de esas imágenes y contenidos morbosos y amarillistas, hay personas. Madres y padres de familia, amigos, compañeros. ¿Qué es lo que se logra con mostrar las circunstancias de su muerte? No solo alimentan el morbo de quien los consume, sino que también pisotean la memoria del fallecido y la integridad de sus familiares. ¿Es necesario generarles un dolor mayor al que ya están atravesando? Es urgente reflexionar al respecto.
Y lamentablemente esto no es algo nuevo en la historia periodística de Corrientes. Por caso, el ejemplo más resonante y fresco en la memoria es el crimen de Ramoncito en el 2006. Las imágenes del niño mutilado en un ritual pagano fueron tapa del diario El Libertador. Claramente existió un repudio general hacia la decisión de publicar esas fotos, pero dichas prácticas se siguen sosteniendo hasta el día de hoy con mucha más fuerza gracias a las redes sociales. Sin embargo es demasiado tonto e inútil culpar a las tecnologías, dejando impunes a quienes las generan.
No se habla aquí desde una postura de superioridad ni mucho menos perfección. Los trajines de la profesión enseñan y reeducan constantemente. Pero lo que sí hay que tener en claro es que antes que periodistas hay que ser buenas personas, y no olvidar jamás el respeto hacia el otro. El resto es basura, violencia y mediocridad.
Fuente: Matias Moreira | Ilustración: Pawel Kuczynski