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Faustino Ruiz de la Peña: apelando al misterio

Un mundo visto e intuido por Faustino Ruiz de la Peña en esa burbuja donde se interrelacionan múltiples factores físicos y psíquicos

Faustino Ruiz de la Peña: apelando al misterio. Ante la obra de Faustino Ruiz de la Peña, algún espectador se sentirá inicialmente confundido. De paso y sin fijarse demasiado, tal vez piense que se trata de fotografías. Pero algo le llamará la atención casi sin darse cuenta, lo invitará a acercarse y reflexionar.

Entonces verá que la composición está muy cuidada, que no existen figuras humanas en esos paisajes, que los colores tienen poco que ver con la realidad de un paisaje natural, que los cielos son perfectamente abstractos, muy difíciles de conseguir, y podrían aplicarse a una tela, una madera, una roca, una humareda en el bosque o un territorio nevado.

Faustino Ruiz de la Peña: apelando al misterio. No hay en la composición nada que sobre ni que falte, ningún obstáculo se interpone para fastidiar la mirada del artista, porque si algo hubo ya no está, el pintor lo ha suprimido.

Toda la obra está impregnada de sentimiento, visión propia y emoción personal. La cámara fotográfica no puede someter el paisaje a esta entrega tan profundamente espiritual.

A este pintor le encargaríamos un cuadro sobre el pueblo o la calle de la ciudad en que nacimos hace medio siglo, la casa de nuestros abuelos, con su patio, cocina y comedor con algunos retratos o simplemente calendarios y figurines diversos.

Le contaríamos aventuras adolescentes en una playa de Asturias, de modo que sintiéramos el agua, la arena y las rocas, impregnadas de nuestras propias vivencias y recuerdos. Y así sucesivamente. Por eso se llaman «paisajes poseídos».

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