Lidó Rico irrumpe en la escena artística de los años noventa con una exploración escultórica del cuerpo y una pluralidad de formas expresivas.
Lidó Rico y el cuerpo humano como lugar de conflicto. En su proceso creativo, Lidó sumerge literalmente su cuerpo en diversos materiales para obtener un molde de las piezas que luego traduce en resina de poliéster o cera de parafina, entre otras sustancias.
Ha posicionado su producción dentro de un horizonte en el que lo performativo y lo escultórico son parte esencial de su obra.
Lidó Rico, exigente y comprometido en su trabajo y con una dilatada y productiva trayectoria a sus espaldas, ve su trabajo como un instrumento habilitador que establece una relación.
Lidó Rico y el cuerpo humano como lugar de conflicto «El arte empieza cuando acaban las palabras»
«Y allí dentro está la voluntad que no muere. ¿Quién conoce los misterios de la voluntad y su fuerza? Pues Dios no es sino una gran voluntad que penetra las cosas todas por obra de su intensidad».
Con esta cita del escritor, filósofo y clérigo inglés Joseph Glanvill, el artista yeclano Lidó Rico inicia una profunda reflexión acerca de la razón, la existencia y la voluntad del hombre.
El hombre rompe su tamaño a la vez que su escala se magnifica girando sobre sí mismo y en un gesto congelado sopla una arqueología en cascada colmada de memoria, expulsando para ella un nuevo destino.
Los ángeles pueblan ese arqueo de exhalación repleta de elementos simbólicos que nos hablan usando pasados para vaticinar ignotos futuros.
Pero al final es el espectador quien teje el discurso planteando preguntas sobre nuestra condición humana. El humano por su esencia es creador de conflicto.
A juicio de Carlos Delgado Mayordomo, Lidó representa uno de los enfoques artísticos actuales más lúcidos para transcribir y ampliar la idea de la disolución de un concepto imperante de humanidad contemporánea.
El artista Jesús Segura sostiene que su obra toma la medida de nuestra propia existencia y nos cuestiona sobre ella.
Críticos especialistas y figuras del mundo del arte han escrito numerosos textos sobre Lidó Rico destacando tanto su obra como sus procesos creativos distintivos…
El carácter performativo: el gestual, la escenificación espacial, las narrativas fragmentadas, la disrupción del plano visual se yuxtaponen con estrategias de apropiación y montaje que van desde la repetición, la fragmentación, la multiplicidad o todo lo relacional, con el propósito de establecer un diálogo sobre la condición humana.
De repente, un cerebro plagado de neumáticos usados, demasiado usados. Su desgaste nos habla de una vida sucedida, de un tiempo vivido. Perdido en sus recuerdos (alzheimer).
O aquel otro cerebro preñado que acoge en su interior otros más pequeños. La gran matrioska de la diferencia que indefectiblemente nos habla de aquel género en disputa que mencionar Buttler.
Y, finalmente, aquel otro que representa un puño cerrado, críptico. Custodiando el ruido secreto duchampiano que conspira contra toda objetividad.
Lidó Rico ha ubicado su producción dentro de un horizonte en el que la dualidad del sujeto y del objeto, de lo performativo y lo escultórico.
Es irisada en ese instante decisivo e irrespirable de ceguera, sordera e inmovilidad que supone bucear en escayola.
Esta acción no es solo un proceso que logra una huella tangible, sino que es parte esencial de la obra y, a su vez, plantea un audaz juego entre aquello que permanece oculto y aquello que se muestra al espectador.
Esta maniobra de inversión material y simbólica donde se produce un desprendimiento hacia otras formas y usos simbólicos es una constante en la producción artística de Lidó Rico.
Su trabajo articula procesos intuitivos y deductivos donde lo particular y lo general, lo concreto y lo abstracto, se reformulan discontinuamente e intermitentemente.
Es por ello que este humanismo emanado de la modernidad se somete a un experimentalismo.
En el que la ensoñación y un cierto onirismo desafían la homogeneización del sujeto moderno para confrontar diferencia e identidad, pasado y presente e interior y exterior.
Hay una especie de dialéctica entre objeto intervenido y lenguaje insertado que da lugar a un «entorno sensible» donde se activa aquella «verdad extática» que mencionó Herzog.
Y que consiste en insertar una atmósfera ensoñadora al objeto que permite establecer una dialéctica reflexiva. Donde la mirada del espectador crea las condiciones de posibilidad narrativa de todo evento en las piezas.
En este sentido, hemos de entender el trabajo de Lidó Rico como una apuesta decidida para entender las complejidades y contradicciones del individuo contemporáneo.
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