El dúo de arquitectos electrónicos Autechre retorna al juego con un trabajo donde glitch y ambient son los motores centrales.
Autechre retorna al juego con tras 7 años de espera. Se hace difícil decir si el proceso por el cual Autechre se han vuelto cada vez más abstractos e intolerables ha sido algo paulatino y lento o algo innato que sucedía desde un principio.
Lo cierto es que, en su EP de 1994, “Garbage”, ya encontrábamos el nivel de volatilidad sonora que caracteriza su ligero y estupendo regreso, “SIGN”; pero entre el cuádruple LP de 2013 llamado “Exai”, el mastodóntico “Elseq 1-5” de 2016 y las ya inasumibles “NTS Session” de 2018, se había hecho muy complicado extraer una norma de su progreso, dado el ritmo y la ambigüedad ofrecidos por el dúo, que parece estar exprimiendo su «sistema» con una energía creativa sin precedentes.
En su primer disco al uso en casi una década (por dar una cifra), el dúo británico recupera la centralidad de los sintetizadores y de esa andro-emotividad de la que parecían ir desligándose durante el siglo XXI. ¿Qué novedades ofrecen Autechre en este trabajo? Poca cosa. Su música es y ha sido siempre una suerte de sonido de un futuro perdido, de un no-tiempo que no responde a ningún presente o eventualidad, por lo que se ve interpretado siempre como cierta clase de futurismo.
Pero su propuesta no se caracteriza en sí por ser vanguardista, está más cerca de la de Holly Herndon, que pretende hacer funcionar de forma sinérgica a las máquinas y a los seres humanos, aprovechando las potencialidades de ambos y exprimiéndolas. Autechre sin embargo van aún más lejos (Herndon suena en cierta medida a una hibridación entre el folk y el IDM, una música todavía muy humanista).
Autechre retorna al juego con tras 7 años de espera. Hace mucho tiempo -más de veinticinco años- que no siguen estándares formales definidos, lo que les hace indefectiblemente experimentales…
No obstante, hay un sedimento muy emotivo y natural en ella; en el modo en el que sus estructuras se desmoronan y se van levantado con gran fragilidad, en el que los pocos acordes melódicos vibran y tiemblan sostenidos; como un sollozo o una lagrimilla que resbala.
En “SIGN” no podemos encontrar la aguerrida percusión experimental de sus predecesores. Salvo en algunos momentos de ‘M4 Lema’, ‘au14’, o ‘psin AM’, el ritmo es prácticamente irreconocible y son las contorsiones de los sintetizadores las que van removiendo al oyente.
Así, ‘esc desc’ o ‘Metaz form8’ por ejemplo, son dos de las canciones más conmovedoras que Autechre han hecho en las últimas dos décadas.
Vale aquí recalcar una cuestión: el recurso de crear una metáfora según la cual Autechre serían una especie de robots o de androides que producen música, o dos seres humanos entregados y rendidos a la inteligencia artificial, se queda ridículamente corto; hasta un punto casi grotesco.
Autechre simplemente procuran exponer, de una manera algo escapista y metafórica el modo en el que la tecnología debería ser abrazada por la música popular, o en su defecto, un viso de esa forma, que abre un inmenso abanico de posibilidades.
A pesar de no declararlo explícitamente, Booth y Brown están componiendo una suerte de baladas universales y fluidas; están tocando en un idioma que escapa al etiquetaje y que sólo en esa medida, puede tener una afección a un nivel más planetario; no como un producto pop que afecta a nichos concretos.
Pero en ese intento Autechre se encuentran con la avidez del mercado y sus paradojas: no sólo su estilo tiene ya un nicho propio, sino que de este nicho se cuelgan, por su intento de disolución estructural, algunas de las etiquetas más espantosas del bazar: música experimental, IDM…
Lo cierto es que en este nuevo álbum Booth y Brown parecen haber decidido dejar de correr. Mientras casi todos sus discos de la década pasada eran una especie de cata de las posibilidades que «el sistema» podía ofrecer, “SIGN” parece más el símbolo de su nuevo paradigma, un catalizador;
O, dicho de otro modo: es la punta del iceberg de su estilo, mientras el resto de la estructura permanece sumergida en el agua ante la incomprensión del público.
A nosotros nos gustaría oírlo todo, no sería la primera vez que Autechre juegan con el límite de la audición.
De momento, que el dúo haya decidido volver a hacer su música mensurable es una grandísima noticia, pues en estos sesenta y cinco minutos se pueden alcanzar estados tan surrealistas, gozosos y alucinatorios como en los doscientos cincuenta de los “Elseq”.Autechre retorna al juego con tras 7 años de espera.