El dibujante español Joan Cornellà Vázquez, un treintañero cuyas ilustraciones están en pleno auge de consumo, es lo que se dice un hábil y talentoso entrepreneur hardcore del humor
Joan Cornellà y el digerible consumo de la provocación. “La palabra humor es intraducible. Si no lo fuera, los franceses no la emplearían” escribió Paul Valéry con esa majestuosa película irónica sobre el lenguaje que pocos logran.
Humor “negro” o “no políticamente correcto” son adjetivaciones que siempre movilizan la lengua; ya sea por el disfrute de reír o por la incomodidad ante la urgencia de no saber qué hacer o decir para contrarrestar el efecto. .
Ex cantante adolescente, simpatizante- aunque no practicante- de la movida straight edge (no drogas, no tabaco, no alcohol), con mentiras blancas en su haber.
Como decir que se licenció en Bellas Artes para conseguir un trabajo que no le dieron; y claro, con una industria personal del humor que supo convertir en un pozo de petróleo.
En Internet pueden encontrarse numerosas entrevistas a Cornellà y lo que se revela rápidamente es que sus ilustraciones actuales son icónicas, semiológicamente, lo representan; o al menos al personaje público que construyó.
El desparpajo de poder bromear con la sexualidad, la fe, el maltrato animal, las drogas, el machismo y otros temas “tabúes” (donde todos los caminos conducen a la muerte, su gran inspiración) hacen que Cornellà se pare de manos astutamente y plantee que no busca dar “ningún mensaje moralizante”.
“Jugar con un color amable le permite a más gente entrar a estas historietas y luego puedes contar otras cosas que no tienen que ver con éste envoltorio, ése estilo”
“Contar esas otras cosas”, según Cornellà no funciona como una herramienta pedagógica como sí puede leerse y es enunciado en los chistes y la filosofía de Žižek.
El filósofo esloveno en El sublime objeto de la ideología (1989) había expuesto la falacia de creer en lo liberador y antitotalitario de la risa como parte de una distancia sin mensaje.
“Todos tienen en su casa un libro que habla de lo que uno se puede reír y de lo que no. A veces algo les hace gracia pero en cuanto recuerdan que el libro dice que eso no es gracioso dejan de reír repentinamente”,
Planteó Cornellà fascinado ante ciertas críticas que lo tildan de ser un artista apologético de “malas costumbres” o mensajes dañinos; críticas que no dejan de funcionar como sinergia para nuevo material.
Su lenguaje visual adictivo se asienta en los trazos simples y colores pasteles que muestran un universo mordaz del que los amantes de lo irónico, lo cínico y lo que le escapa al latiguillo de “querer quedar bien” quedan impregnados al instante.
Cornellà logra la belleza de habilitar en el mercado el consumo masivo de lo obsceno y reír.
O en caso contrario molestarse, pero siempre con el consumo atravesado que al fin de cuentas es lo que vale para posicionarse y vender no sólo libros sino también remeras, tazas, señaladores, bolsas y merchandising en plena expansión.
“Me conformo con entretener, aunque a veces fantaseo con ser un dibujante reconocido que ha sido traducido a múltiples idiomas y tiene un gran impacto en millones”
Un reconocimiento internacional que fue logrado sin necesidad de traducción; ya que justamente las planchas coloridas no necesitan de las palabras.
Mudas, exponiendo el tabú, la contradicción y lo “incorrecto” son éxito de ventas internacionales, especialmente “sin saber por qué” en Japón y Brasil.
El lanzamiento- con un esperable humor negro- de su campaña de crowfunding para llevar sus dibujos a otro “step” ya circula en inglés en You Tube y lo siguen haciendo crecer.
Joan Cornellà y el digerible consumo de la provocación. El masaje de las redes sociales “Son seres vulgares que me necesitan”
Trabajó con influencias, como él mismo admite, del español Paco Alcázar, Daniel Clowes, Drew Friedman, Robert Crumb, Kaz, y John Stanley.
Pero fue el mundo de las redes sociales el que terminó de definir su estilo simple. Contundente e ideal para nuestra aldea global reloaded y sedienta de risas anónimas.
Hay un arte de la burla y la astucia de saber leer las críticas al reírse de sí mismo. Cierto surrealismo como en Salvador Dalí con plena conciencia del consumo masivo de la “extravagancia Dalí”.
Cornellà cuida a tal punto su arte y marca, que incluso bromea cínicamente sobre sus millones de seguidores y les da lo que ellos esperan ver de él.
Un humor negro pero amable, pintado de colores como espejitos entregados pero de los que no todos saben su utilidad.
Y ahí está la paradoja perfecta del chiste pop, el consumo está validado y sigue siendo ¡arte!
La pregunta ¿por qué al público le gusta lo deforme, y el humor que se burla del otro? es válida, incluso Žižek la responde retóricamente
“¿Es gracioso algo que no ofenda absolutamente a nadie?” pero no es necesaria; al menos no para Joan Cornellà que sigue sumando seguidores y haciendo reír “sin un mensaje moralizante” pero evidente: consumime y si querés… reíte.
Por Mariana Kozodij (@kozodij)