En los últimos años, cada vez hay más multimillonarios con ganas de salvar el mundo.
La era de los multimillonarios que quieren ‘salvar’ el mundo. Elon Musk quiere salvar la civilización humana creando ‘copias de seguridad de la Tierra’ por todo el Sistema Solar, Mark Zuckerberg quiere curar todas las enfermedades del mundo, Bill Gates quiere acabar con la pobreza.
La filantropía no es nueva, ni mucho menos. Lo que sí parece nuevo es el enfoque, el lenguaje y las formas.
Los objetivos se han hecho más ambiciosos que nunca y las dudas sobre si es posible alcanzarlos, también. La pregunta ya no es si quieren realmente mejorar el mundo, sino si pueden hacerlo.
Elon Musk y su plan para salvar la civilización
Tras mucho secretismo y rumorología, Elon Musk presentó el proyecto de Space X para Marte. Es impresionante, brutal, elefantiásico. Ya no se trata de ir al planeta rojo, se trata de convertir a los humanos en una especie multiplanetaria. Se trata de que Marte sea «un seguro de vida, una forma de que la luz de la conciencia no se extinga y una copia de seguridad de la biosfera».
La pregunta que se hacen todos los expertos es si Space X va a ser capaz de conseguir hacer lo que se ha propuesto. Como dice Daniel Marín, es importante señalar que no se trata de un completo sin sentido ni un timo (como el caso de Mars One). Sino que, sobre el papel, el Interplanetary Transport System (ITS) de Musk tiene sentido. O la mayor parte de él.
El objetivo de Space X ha dejado de ser viajar a Marte, ahora buscan colonizar ese planeta y el resto del Sistema Solar
Musk presentó un esquema basado en cuatro elementos clave: reutilización, reabastecimiento en órbita, fabricación de combustible en Marte y, vinculado con esto, la elección correcta de ese combustible. Elementos que efectivamente «debe abordar este o cualquier otro sistema». Pero más allá de eso, todo son dudas.
Por ejemplo, Musk no explicó cómo ese millón de personas iba a sobrevivir en entornos tan hostiles. Como explicaba muy bien Lisa Grossman, no hizo ninguna referencia a cultivar alimentos, ni al peligroso polvo marciano. El líder de Space X de dio por sentado que Marte estaría terraformado. Aunque no sabemos cómo, porque, en fin, esa es una tecnología que no tenemos.
También minusvaloró los problemas de salud derivados de la exposición a la radiación durante el viaje. Según la NASA, el viaje de ida y vuelta expondría a los viajeros a siete veces más radiación que pasar seis meses en la Estación Espacial Internacional. Pese a eso, la nave «no dispondrá de sistemas especiales contra la radiación». Es decir, si somos realistas, Musk nos presentó una empresa de cruceros interplanetarios con problemas de seguridad y que nos lleva, como único destino, a un desierto de condiciones durísimas.
Musk presentó un proyecto muy ambicioso, pero sin la capacidad financiera para llevarlo a cabo
Y aún hay una duda más, ¿quién pagará esto? Ni los diez mil millones de los que habló Musk, ni los 200.000 dólares que cuesta cada viaje son suficientes para costear un proyecto de esta envergadura. Hoy por hoy, solo la NASA podría plantearse este tipo de proyecto en serio y no parece estar por la labor.
Es más, como dice Mark McCaughrean, asesor científicos de la ESA, la ‘espectacularización’ de esta nueva carrera espacial puede acabar socavando los esfuerzos serios de agencias, universidades y centros de investigación. A día de hoy, lo aburrido no obtiene financiación y los programas privados pueden acabar por contribuir a desmantelar o debilitar los grandes programas espaciales (que son, en definitiva, los que soportan la mayor parte de la investigación y el desarrollo en materia espacial).
Mark Zuckerberg y la idea de acabar con todas las enfermedades
Un par de días antes, la fundación de Mark Zuckerberg y Priscilla Chan anunciaba que iba a invertir tres mil millones de dólares durante diez años de cara a «curar todas las enfermedades». Justo tras la presentación, aquí mismo reflexionamos sobre los posibles efectos negativos de los famosos tres mil millones de dólares sobre una comunidad científica que no atraviesa su mejor momento.
De nuevo, la ‘espectacularización’ de la financiación y el reconocimiento científico frente a los modelos tradicionales basados proyectos estructurales a largo plazo. Pero hay una cuestión previa: si Musk está muy lejos de poder llevar a cabo su proyecto por sí mismo, la iniciativa de Zuckerberg, pese a su grandilocuencia, lo está aún más.
La era de los multimillonarios que quieren ‘salvar’ el mundo. Si miramos toda la financiación biosanitaria, los 3.000 millones de Zuckerberg no son más que una gota de agua
Los 3000 millones de Zuckerberg son muy impresionantes, pero representan una gota en la actual financiación biosanitaria. Sólo en EEUU, se dedican cada año 116 mil millones de dólares. Es decir, el dinero de Zuckerberg (que es para una década) representa menos de un 3% del dinero de lo que se invertirá durante la misma década en Estados Unidos. Si contamos la financiación global, los 3000 millones se diluyen hasta casi desaparecer.
Es una cantidad muy meritoria, pero está lejos de poder transformar la salud contemporánea. ¿Eso quiere decir que la propuesta de Zuckerberg no tiene capacidad disruptiva? No, puede tenerla, claro. Pero todo parece apuntar a que más allá de los resultados científicos que puede conseguir, lo que está cambiando en realidad es la forma en que los multimillonarios tratan de cambiar el mundo.
La transformación de la filantropía
Ni Elon Musk, ni Mark Zuckerberg son los únicos que se han apuntado a esta moda. La Fundación Bill y Melinda Gates tiene un presupuesto de más de 44 mil millones de dólares con el objetivo declarado de promover la salud, la educación y acabar con la pobreza.
Peter Thiel (cofundador de Paypal, inversor de Facebook y famoso en los últimos meses por su papel en el conflicto entre Gawker y Hulk Hogan) tiene una fundación dedicada la inversión en «tecnologías con capacidad para cambiar el mundo«.
Good Ventures, la fundación de la periodista Cari Tuna y el también cofundador de Facebook Dustin Moskovitz, ha donado ya más de 150 millones de dólares en los últimos años.
No hay que llevarse a engaño, como decíamos ni la filantropía es nueva, ni en estos últimos años hemos vivido un repunte de ella. Lo que estamos viendo es la llegada de los nuevos multimillonarios (y las narrativas propias de Silicon Valley) a un espacio en el que hasta ahora sobresalían los actores aristocráticos e industriales. O, dicho de otra forma, la transformación digital está llegando también al mundo de la filantropía.
Las organizaciones filantrópicas llevan años preparándose para este escenario en el que los Estados empiezan a perder espacio y las grandes figuras vuelven, como antaño, a retomar el liderazgo público del tercer sector.
Pero el problema, como señalaba Mark McCaughrean para el caso de la carrera espacial, es que a día de hoy un modelo no puede sustituir al otro (sin dejarse muchas cosas por el camino).
Formas (poco evidentes) en las que la tecnología cambia la sociedad
La tecnología transforma el mundo de formas muy diferentes. Estamos acostumbrados a las influencias más directas y evidentes, pero como podemos ver el mundo tecnológico tiene efectos profundos sobre cada cosa que hacemos o soñamos con hacer.
La llegada al tercer sector de las prácticas empresariales de los grandes gigantes tecnológicos están cambiado los equilibrios de poder y precocinando un ecosistema donde se pueden reproducir todos las bondades, vicios y problemas del mundo startupil. Y, por desgracia, nos queda mucho por investigar y por reflexionar.
Las transformaciones digitales son siempre traumáticas y la transformación de la caridad, el emprendimiento social y la financiación científica no va a ser menos. Hay muchos miedos e incertidumbres en el advenimiento de estas iniciativas que, desde el ámbito social de la tecnología, tratan de ‘salvar’ el mundo. También hay apasionadas defensas. No sabemos cuál será el resultado, pero está claro que este fenómeno tendrá un papel clave en dibujar nuestro futuro. Que Turing nos coja computados.
La era de los multimillonarios que quieren ‘salvar’ el mundo. Texto: JAVIER JIMÉNEZ // Imágenes: Domenico // Publicado en 2016
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