La periodista Marta Peirano (Madrid, 1975) ha publicado El enemigo conoce el sistema (Debate, 2019), un ensayo sobre el estado actual de internet y de las sociedades que están moldeando una serie de herramientas privadas.
Las imágenes, este verano, de miles de manifestantes tapándose las caras mediante láser para no ser identificados por los sistemas de control biométricos ha avanzado imágenes de un presente distópico, en el que la tecnología al servicio de la represión amenaza cualquier disidencia. El uso de las redes sociales para fomentar discursos del odio y para agrupar a los terroristas supremacistas en Estados Unidos refleja también cómo estas herramientas funcionan como vehículos para el auge de ideologías totalitarias.
La periodista Marta Peirano (Madrid, 1975) ha publicado El enemigo conoce el sistema (Debate, 2019), un ensayo sobre el estado actual de internet, un espacio nacido para la distribución horizontal entre iguales que se ha convertido en una herramienta utilísima de vigilancia, control y manipulación de masas a través de la industria de extracción de datos. Peirano, que se define como “cero ludita” es, sin embargo, profundamente crítica con las grandes multinacionales de internet, que define como hongos que están consumiendo el cuerpo social.
Uno de los aspectos más vigentes y controvertidos de la expansión de las herramientas digitales e internet es el auge de los sistemas de vigilancia. El propio título del libro remite a una retórica bélica. ¿Cómo estas tecnologías están al servicio de eso que se ha llamado una “guerra civil global” que marca nuestro tiempo desde al menos 2008?
Más que querer enmarcarlo en términos de guerra, que me parece que son términos que ejercen un impacto muy específico en la audiencia, creo que nos enfrentamos ahora mismo a la amenaza del cambio climático. No sabemos lo que va a pasar dentro de diez años pero lo que sí sabemos es que va a hacer mucho más calor que ahora, va a haber menos agua que ahora, menos comida —por la combinación de calor y escasez de agua—. Estas son predicciones que no son del oráculo de Delfos, en ellas confluyen el 96% de los científicos que se dedican a estudiar ese tema. En ese contexto, que haya un número de empresas que gestionan la evolución y el reparto de esos recursos a mí me parece un problema. Sobre todo cuando son empresas privadas que están sirviendo intereses no solo privados, sino también militares. Sabemos que las empresas chinas sirven al Gobierno chino, incluso se ha afianzado esa servidumbre con una ley, que es la Ley de Ciberseguridad de 2017. Si Huawei desembarca en tu país para desarrollar una plataforma que te va a servir para gestionar desde la sanidad hasta la energía o los transportes o la economía, etc., estás poniendo tu infraestructura al servicio del Gobierno chino. ¿A quién sirven las otras empresas? Esta es una pregunta interesante, en el sentido de que tenemos configurada una parte del puzzle muy claramente: la de los “otros”, pero no tenemos configurada la parte que nos afecta a nosotros más, que es qué pasa con las otras empresas, en qué se diferencia el gobierno chino del norteamericano. Uno es un gobierno abiertamente autoritario y el otro se está convirtiendo en un gobierno autoritario. Y hemos visto que esa transición puede ocurrir muy deprisa. Lo hemos visto en Hungría, por ejemplo.
Lo interesante de este periodo es que seguimos pensando en términos de naciones-Estado en el sentido de que, cuando hablamos de esa reconfiguración de los poderes intervencionistas, estamos pensando en términos de países y no de individuos, colectivos o empresas. Esto es un problema que no afecta de manera individual a un par de países que se pelean entre ellos o a una colonia que se deshace del yugo, sino que está afectando a todo el planeta por igual. Esta es una reconfiguración global, y sus herramientas, en un principio, no han sido tanto misiles como herramientas de vigilancia. En el momento en el que una de las empresas más poderosas del mundo es la empresa que utiliza todo el planeta para comunicarse con sus seres queridos, con sus jefes, con sus primos en el otro lado del planeta, estamos hablando de un ejercicio del poder que es global y que está centralizado en una sola empresa, o en este caso de unas cinco o seis empresas en todo el mundo.
Creo que hay dos visiones que en la izquierda que se contraponen y son contradictorias sobre ese asunto: ese papel de monopolios como futuros imperios que van a acabar con los Estados-nación o la subalternización a esos intereses, algo que se ha visto en el caso Huawei cuando Android amenazó con dejar de prestar servicio a la empresa china para garantizar ese poder económico y militar de Estados Unidos. ¿Cómo se da esa dialéctica en este momento?
No creo que Facebook, Google o Amazon se vayan a convertir en los ‘imperios’. Sí pienso que son herramientas perfectas para la construcción de esos imperios, y creo que esos imperios se están desarrollando con esa herramienta de extracción de datos que permite tener ese poder de predicción y manipulación que no conocíamos hasta ahora. Pero estamos tan preocupados por lo ‘digital’ que no lo estamos mirando en combinación con otras cosas como, por ejemplo, la ocupación de tierras.
Estamos en un modelo industrial en el que los únicos que tienen capacidad de ejecutar legislación sobre las tecnologías son las tecnologías mismas
Es significativo el proceso de deshumanización que está en marcha con respecto a los inmigrantes centroamericanos, generalmente guatemaltecos, hondureños, que están personificados en la famosa caravana, que fue el centro de la campaña de Donald Trump… Esos hondureños están huyendo porque les han echado de sus tierras. ¿Quién les ha echado de sus tierras? Si te pones a investigar, son víctimas de una colonización de tierras previa por parte de grandes empresas de desarrollo, agroganadería, que están plantando en general soja, caña de azúcar y café. Es gente que huye, y que está huyendo de sus propias tierras, que eran su único medio de subsistencia. Y el país cuyas empresas han colonizado esas tierras es el país que les está demonizando. Me parece relevante que, sobre la famosa campaña que hicieron los militares en Myanmar a través de Facebook —una campaña de deshumanización de los rohingya— se ha hecho una lectura sobre el racismo, que lo hay, pero no se ha hecho la lectura de quién se ha querido quedar con las tierras donde vivía esta gente. Son tierras en las que llevan viviendo 200 años y de repente su gobierno ha querido venderlas para que otros las exploten. En esos términos creo que es en los que se hace una lectura interesante. Que estas herramientas de vigilancia y de extracción y manipulación están sirviendo al mismo tiempo que se está recolonizando el terreno.
Es un proceso de acumulación.
Exacto. Es un proceso de colonización que va parejo a un proceso de desarrollo de infraestructuras, no solamente en esos países, sino principalmente en los países donde ese proceso todavía no se ha dado, y que es paralelo al proceso de demonización de los colectivos que viven en esas tierras. Es decir, si deshumanizamos a esas minorías tenemos derecho a matarlas y echarlas de sus tierras porque no son personas, son como animales.
La UE no tiene grandes monopolios de lo digital, ¿solo juega un papel subalterno respecto a Estados Unidos?
Siempre se ha dicho que Estados Unidos inventa, China copia y Europa legisla, y es interesante que Europa se siente cómoda en este papel en el que no crea ni copia nada pero sí dice a los otros qué tienen que hacer. En principio, por ejemplo, se dijo que el GDPR —el Reglamento General de Protección de Datos— será imitado y la democracia se extenderá de manera homogénea por el resto del mundo. Hace más de un año que entró en vigor el GDPR y, sin embargo, la industria de extracción de datos sigue funcionando. Lo único que hemos notado es que tenemos que aceptar muchas más cosas cuando navegamos, para hacer lo que hacíamos antes, sin más. Y es el único cambio que nos afecta ahora mismo. Estamos en un modelo industrial en el que los únicos que tienen capacidad de ejecutar legislación sobre las tecnologías son las tecnologías mismas. El único que es capaz de legislar Facebook es Facebook, porque nadie más tiene la capacidad siquiera de peinar esos reinos para ver quién está cometiendo ilegalidades.
De hecho, ni Facebook mismo tiene esa capacidad, porque durante muchos años ha crecido precisamente porque es una empresa que tiene cuatro empleados y 5.000 millones de usuarios, es decir, ha basado su crecimiento en ir automatizando procesos hasta el punto de que les ha pasado por ejemplo lo de Myanmar. Tienes una estructura que usa el 80% de la población pero no tienes ni una persona en tu empresa que entienda el idioma que hablan o que entienda cuál es la situación allí.
“La vigilancia es una herramienta para la predicción y la predicción es una herramienta para la manipulación”
Nosotros estamos intentando legislar sobre tecnologías a las que no tenemos acceso. Ni siquiera sabemos cómo funciona Facebook, ¿cómo vamos a legislar? si ni siquiera podemos entrar ahí. Ha habido tres investigaciones oficiales de tres países digamos principales —Inglaterra, Estados Unidos y la Unión Europea— para ver qué ha pasado dentro de Facebook durante las elecciones, y todos han llegado a la conclusión de que han pasado cosas ilegales, que están completamente prohibidas en el contexto de la legislación de cada lugar, pero ni siquiera han conseguido entrar en Facebook para ratificarlo porque no pueden, ¿qué vamos a legislar en ese contexto?
El papel de Europa como legislador me parece que ya no tiene ningún valor, pero ¿cuál es el valor que tiene Europa? No lo sé. Supongo que aquí es donde están las grandes fortunas ¿O no? no lo sé, es una pregunta que yo me hago, ¿es un valor simbólico?
El mercado europeo quizá sea producto prémium dentro de un proceso en el que la extracción se produce a todos los niveles, pero teniendo más número de universitarios, más capacidad de atraer a universitarios de otras latitudes…
Es decir, es nuestro valor es como influencers.
Sí, te lo pregunto yo a ti.
Te lo compro, porque yo misma me lo pregunto constantemente. Me parece que el valor que tiene Europa es simbólico, como la princesa de la democracia, la última bandera de la democracia. Si conseguimos que se transforme en otra cosa pero podemos seguir llamándola democracia…, entonces, a lo mejor, el proyecto aguanta. Antes hemos empezado hablando de una guerra civil a nivel global, que es un concepto interesante; una de las cosas que explico en el libro es que no estamos en 1984, China está en 1984. ¿Cuál es la diferencia entre China y Estados Unidos? China es 1984 y Estados Unidos es Un mundo feliz,¿para qué vamos a mandar a la policía a tu casa cuando te podemos convencer de que hagas lo que nosotros queramos y que pienses que se te ha ocurrido a ti? Es la diferencia entre un padre chungo y un padre guay, le doy una paliza a mi hijo y lo encierro en su habitación si no hace lo que yo quiero o le distraigo con videojuegos, compras, caramelos… y entonces eres súper feliz haciendo lo que quiero yo. Supongo que si Europa consigue evolucionar hacia algo llamado democracia pero que no lo es —que es un eslogan del 15M— ese es su valor, la capacidad de mantener el embrujo.
Por supuesto, hablamos de una deshumanización en términos éticos y morales, pero también en cuanto a otras características que nos hacen humanos, como el libre albedrío. ¿Podemos hablar sobre esa deshumanización, ya no respecto a esos “otros” sino con respecto a nosotros mismos?
Sí, porque mecanizamos unos comportamientos que interiorizamos como propios. Esto ocurre a pequeña escala en todas nuestras aplicaciones. Están diseñadas para mecanizar nuestro uso de las aplicaciones, si te encuentras con que desbloqueas el teléfono un montón de veces al día y no sabes por qué.
Ciento cincuenta veces, explicas en el libro.
Eso era hace un año, cuando terminé este libro. Si desbloqueas el teléfono un montón de veces al día y te quedas pensando “qué era lo que estaba haciendo yo…” es porque el desbloqueo lo has interiorizado. Ves el teléfono y tus manos se mueven por instinto, de manera totalmente pavloviana. Esto es porque está diseñado para que funcione así. Si entras porque tienes un correo, ves el correo y te haces todo el carrusel —Twitter, Instagram, y Facebook…— y luego, cuando has acabado vuelves a empezar, y no sabes por qué… Sí lo sabes, es porque está diseñado para que sea así. Eso que tú has mecanizado —y que se ha convertido en una parte tan fundamental de tu vida como para descuidar a tu familia, a tu novia, a tus amigos, a tus hijos, etc— es una mecanización de tu biología, hasta cierto punto, porque algo pasa en tu cerebro que te hace comportarte de esa manera.
China lo ha elevado a la máxima potencia. Nosotros hacemos eso porque pensamos que tenemos que estar pendientes de la actualidad, de los correos de la empresa, de lo que están hablando nuestros amigos que se han ido de fin de semana o pendientes de las fotos de tus primos en Madagascar. Es una tontería, porque hemos vivido todo este tiempo sin estar pendientes y no ha pasado nada. Con su sistema de crédito social, China lo que hace es que te cierra el círculo: “Yo te pido que hagas cosas, tú las vas a hacer de manera compulsiva y te voy a decir cuándo las has hecho bien”. Es la gamificación de la vida, ¿y cómo te deshumaniza eso? De hecho, la queja original de los luditas era que las máquinas les deshumanizaban, les convertían en piezas de la máquina misma.
A veces pienso que cometemos un error al hablar de la privacidad porque la gente, en lo primero que piensa es: ‘mi’ privacidad, ‘mis’ correos, ‘mis’ fotos… la realidad es que todo ese contenido es irrelevante. Es relevante en función de dónde estabas cuando hiciste la foto, a quién se la hiciste, a quién llamaste, dónde fuiste después, qué te compraste después de pasar por delante de tal sitio. Esa es la información relevante y lo es de manera estadística, porque esa información que tú regalas, más la que regalan cientos de millones de personas a cada momento, eso es lo que tiene valor. Tu foto no importa nada, pero cuando uno piensa en su privacidad piensas en si se te veía algo en esa foto. Esto es un error, es una trampa. Pensar que es tu contenido lo que importa es una trampa.
En el libro explicas que son los metadatos la materia realmente importante ¿En qué sentido?
¿Cómo manipulo yo a la gente? Lo hago conociéndola mejor de lo que se conocen ellos mismos. Lo que me cuentas en tus mensajes dice muy poco de ti: tú me cuentas lo que quieres que yo oiga, pero dice poco de ti. Lo que más dice de ti es con quién te relacionas, cuáles son tus hábitos, cuáles son tus patrones. Si sabes dónde ha estado una persona en los últimos tres meses de su vida puedes predecir con un 93% de efectividad dónde va a estar en los siguientes tres. Puedes predecir dónde va. Porque hay patrones que nosotros ni siquiera identificamos. Esos patrones hacen que repitamos una y otra vez los mismos procesos porque cada vez nos resultan más naturales, más fáciles, cada vez los interiorizamos más. Si puedes predecir lo que voy a hacer, también lo puedes manipular.
La vigilancia es una herramienta para la predicción y la predicción es una herramienta para la manipulación. Si sabes mejor que yo por qué hago las cosas tienes mucha más capacidad de convencerme para que haga las cosas de otra manera. El gobierno chino me convence quitándome puntos, es una forma menos sutil de hacerlo, pero las campañas políticas online que hemos visto en los últimos años, ¿cómo te convencen para que votes a una persona en lugar de a otra? De maneras sutiles. Primero te encuentran —es decir, encuentran a una persona de una edad determinada, de un lugar determinado, con unas características determinadas— y después, sabiendo, prediciendo, cuáles son tus intereses, tus preocupaciones y todo eso, entonces modifican muy ligeramente la campaña para que tú empieces a ver el mundo de otra manera.
Por ejemplo, en Estados Unidos, en 2016, hubo tres campañas no de motivación del voto si no de desmotivación del voto. Desmotivaron el voto de las mujeres hacia Hillary Clinton, desmotivaron el voto de los negros y el de los latinos. ¿Cómo? Contándome que Clinton era racista, que era machista y que llamaba animales a los latinos. Esto, complementado con una serie de contenidos que flotan a mi alrededor y que me persiguen de plataforma en plataforma —lo cual es muy fácil, porque casi todas pertenecen a la misma empresa— es una manipulación de mi estructura vital, en el sentido de que paso de vivir en un país a vivir en un país en guerra, una guerra subterránea, oculta, en la que tengo todas las que perder porque los “otros” son asesinos naturales.
Cuando tuiteamos constantemente en realidad estamos diciendo: “estoy aquí, estoy aquí, estoy aquí, soy yo, soy yo, soy yo”. Porque sentimos que si no lo hacemos, desaparecemos. Los medios tienen el mismo problema
En ese internet que en un momento defines como post-Snowden es donde se expande esa economía de la atención. ¿Cómo llegamos a ese momento en el que se necesita o se busca esa ruptura de las sociedades a partir de la tribalización de los algoritmos, de esa segmentación social que se produce en redes sociales y aplicaciones? ¿Cuál es el beneficio económico que compensa ese tipo de práctica?
Se han dado tres factores muy concretos. Está el factor de que las plataformas donde se ha desarrollado esa tribalización estaban optimizadas para favorecer contenidos virales y ocurre que los contenidos virales son esa clase de contenidos que polarizan. No son los aburridos contenidos del día a día. Son contenidos que asustan, que preocupan, que indignan, sobre todo. Creo que el contenido más viral que hay es el de la indignación. ¿Por qué? porque sientes que te hace quedar bien a ti. Se ha dado, en segundo lugar, la situación extraordinaria de que el país más poderoso del mundo, EE UU, de repente ha tenido un presidente negro, lo que ha disparado el nivel de preocupación racial de grandes sectores de la población. Y que el cambio climático ha generado un nivel de ansiedad natural en la gente que favorece ese racismo, ese rechazo y esa necesidad de radicalizarse en la nacionalidad de uno. En el sentido de que, si de repente va a haber gente que se quede sin nada, vamos a poner cerrojos en casa. Es algo natural. Ha pasado antes. Se ha dado esa combinación de factores y luego se ha dado que la viralidad de esos contenidos ha facilitado un imperio mediático basado en contenidos falsos.
Ha habido gente que sin una particular ansiedad climática, ni racismo, ni simpatías políticas, ha creado imperios mediáticos a partir de noticias falsas porque les daba mucho dinero. Porque la financiación que sugiere la plataforma (por ejemplo, Google a través de Ad-sense) hace que la viralidad de sus propios algoritmos, y de los algoritmos de Facebook, den mucho dinero a través de esos contenidos indignantes.
Son esos elementos. Un momento político interesante, el despertar de un racismo que estaba dormido desde hacía mucho tiempo, un futuro que imaginamos apocalíptico que ha hecho que el nacionalismo refluya y una infraestructura tecnológica que estaba diseñada para una sola cosa, que no era optimizar los contenidos democratizantes, si no optimizar los contenidos polarizantes.
Otra de las claves que aportas en el libro es el engagement, la forma en que estas redes sociales funcionan a través de las emociones —como la indignación— y la sentimentalidad. ¿Cuál está siendo el papel de los medios de comunicación tradicionales en ese ciclo?
A los medios les ha pasado dos cosas que en realidad son la misma. La primera es que ya estaban retorciéndose con la publicidad cuando, de repente, han llegado Facebook y Google y se han quedado con toda su publicidad. Al mismo tiempo de que se quedaban con publicidad, lo cual es lógico porque son plataformas publicitarias, Facebook y Google les decían “tranquilos, en realidad nosotros somos intermediarios, lo que tienes que hacer es poner tus contenidos en mi plataforma y encontrar a tu audiencia en ella. Y eso te da dinero, mucho más dinero: porque antes tenías una audiencia de 50.000 y yo te ofrezco una audiencia de 2.800 millones”. Todos dijeron “guay, 2.800 millones es mucho mejor que 50.000” y se pusieron a trabajar para las plataformas. ¿Y cómo se mide eso? Se mide en qué contenidos publicas. Los periódicos hemos pasado de publicar entre 80 contenidos diarios —120 los fines de semana— a 300 contenidos diarios. ¿Por qué lo hacemos? Porque estamos alimentando la rueda de la plataforma. Somos parte del contenido que ellos utilizan para su engagement. En esa rueda estamos compitiendo todos con todos. No solamente con otros medios de comunicación, sino con estos medios semiclandestinos que se dedican a inventarse noticias para ganar dinero. Y con los medios totalmente clandestinos que se dedican a inventarse noticias para ganar elecciones, o para machacar a otra empresa, que es lo que hacen las granjas de clics.
Estamos compitiendo todos en el mismo sitio, en la misma carrera, todo el tiempo. ¿Qué hemos hecho los medios de comunicación? Intentar producir la mayor cantidad de contenido posible. ¿Por qué? Porque si no, te pierdes en la catarata de los contenidos.
Creo que levantar un muro de pago es olvidar cuál es el objetivo último de los medios de comunicación, que no es ganar dinero sino ser un servicio público
O en la irrelevancia.
Exacto. Cuando tuiteamos constantemente en realidad estamos diciendo: “Estoy aquí, estoy aquí, estoy aquí, soy yo, soy yo, soy yo”. Porque sentimos que, si no lo hacemos, desaparecemos. Los medios tienen el mismo problema. Están produciendo mucha más cantidad de contenidos de la que puede absorber el lector, lo cual ya indica que no están trabajando para el lector, sino que están trabajando para la plataforma, que tiene una sed infinita de contenidos. No hay suficientes contenidos en el mundo para ella. Además, están produciendo contenidos por encima de sus posibilidades. Lo que significa que han despedido a la gente cara, que es lo que llamamos gente con experiencia. Y tienen muchos más becarios de los que tenían antes y estos están, no aprendiendo, sino picando contenidos, rastreando Twitter en busca de contenidos para poder replicarlos, es decir, haciendo cosas que ya existen. No haciendo contenidos propios, sino replicándolos y poniéndoles su lacito y su titularcito y su sellito. Eso significa que, primero, cuando produces por encima de tus posibilidades la calidad de tu producto baja mucho y segundo, cuando produces por encima de tus posibilidades, y además echas a toda la gente con experiencia, no hay nadie vigilando tu producto. ¿Esto en qué se convierte? En una fábrica de noticias falsas, porque no estás tratando la información como corresponde. Si la gente no sabe distinguir una noticia falsa de una verdadera es culpa tuya, no es culpa de Facebook. Es culpa tuya que tus contenidos sean tan indistinguibles de los contenidos de una granja de clics. Que la gente no los separe es tu culpa. ¿A quién no le pasa? A los periódicos que todavía invierten en experiencia y en investigación. Lo tercero que les pasa es que tienes a ese montón de gente produciendo contenidos a toda velocidad y ningún gerente, no tienes a nadie invirtiendo una semana en hacer una investigación.
Los medios que rompan con esa dinámica o esa rueda están en peligro irrelevancia. Ese es el gran temor tanto de quienes mantienen una empresa periodística como de los usuarios estándar. Es decir, si en esa economía de la atención sales perdiendo, da igual que denuncies la economía de la atención.
Cierto, pero ¿cómo se mide la relevancia?
No solo en ingresos, pero también en ingresos. Y en este momento, en el que los kioscos están cerrando todos los días ¿Dónde monetizamos los medios de comunicación si no es en esa rueda, si no es con esos intermediarios, Facebook, Twitter, etcétera?
Esta es la pregunta del millón, por supuesto. Ahora mismo hay una transición hacia modelos de muro. Una vuelta hacia esos modelos de muro de pago, que se probaron hace 15 años y se descartaron en casi todos los casos. Creo que esa transición es peligrosísima. En el sentido de que uno de los efectos que han tenido las campañas tóxicas en estas plataformas es precisamente que la polarización de la población ha hecho que haya una población que lee prensa y otra que solamente lee Twitter. Y que todos los días hay, al menos un candidato político en algún sitio que dice que la prensa te miente. O todos los días hay un presidente de Estados Unidos que te está diciendo “no creas lo que te dicen tus ojos” —que es, de hecho un eslogan de 1984—. Levantar un muro de pago es olvidar cuál es el objetivo último de los medios de comunicación, que no es ganar dinero sino ser un servicio público.
Es increíble que hayamos tenido cuatro elecciones en dos años en España y que en ningún momento ningún candidato haya mencionado el pequeño problema de la tecnología
Creo que estamos intentando ser relevantes intoxicados por la vara de medir la relevancia que han impuesto las plataformas. ¿Cómo podemos utilizar los clics como vara de medir en un mundo donde cada país tiene 50 granjas de clics? No tiene sentido. ¿Cómo medimos la influencia de un influencer cuando sabemos que compra a sus followers? Esa vara de medir no solo era trampa sino que además está rota. Tenemos que recalibrar nuestra idea de relevancia. Desde luego, también recalibrar nuestra ambición de llegar a 2.800 millones de personas. Porque eso era trampa también. Personalmente, soy bastante fan de los modelos de suscripción.
Tenemos que pensar en el periodismo como un ejercicio de servicio público. De alguna manera, hay que valorar qué posibilidades hay de garantizar una seguridad para que ese ejercicio pueda tener lugar. Es una locura porque, evidentemente, todos los modelos de subvención de prensa que hemos visto hasta ahora han funcionado mal porque casi todos dependen del Estado pero nosotros, pienso, tenemos una oportunidad de oro. Porque no somos el Estado, somos la UE, somos una unión de países que ha centralizado y que garantiza un montón de industrias distintas a través de fondos que se negocian de manera conjunta por países que ni siquiera hablan el mismo idioma. A lo mejor ahí hay una oportunidad.
Me preocupa que en este momento hay muchísima financiación para periodismo de investigación y todo viene de empresas privadas, la mayor parte estadounidenses… y también de Facebook y de Google. Se han comprometido a invertir 300 millones de euros, que para ellos es calderilla, en ayudar a la prensa local. ¿Qué significa eso? Primero llegan y te quitan la publicidad, después, te destruyen el negocio, y ahora ¿te lo van a salvar?
El libro se abre con la frase de Audre Lorde, “las herramientas del amo no desmantelarán nunca la casa del amo”. ¿Qué hacer entonces y desde qué posición? ¿desde lo individual o desde lo colectivo? Porque lo que se deduce de la lectura de El enemigo conoce el sistema es que estamos en un momento en el que internet no nos está haciendo libres.
En este momento no. Creo que lo primero que tenemos que hacer es dejar de pensar en esto como un problema individual. Da igual que dejes de mirar el móvil 150 veces al día porque no vas a salvar nada con eso. Probablemente tu vida mejore y tus relaciones, sobre todo las familiares, mejorarán. Pero no vas a salvar nada con eso de la misma manera que reciclando no vas a salvar el planeta. Es un problema colectivo. Igual que el cambio climático. La acción colectiva, la presión política, es la única manera.
Es increíble que hayamos tenido cuatro elecciones en dos años en España y que en ningún momento ningún candidato haya mencionado el pequeño problema de la tecnología. Tenemos que empezar a exigir que se hable de este tema, que los políticos nos expliquen qué plan tienen. Porque esto es un problema global que nos afecta específicamente.
Aparte, debemos dejar de pensar que estas son herramientas que puedes no elegir. Porque ya no lo son. Son las herramientas que se utilizan en tu oficina para gestionar el trabajo, son las herramientas que utilizan tus empleadores para contactar contigo, son tus herramientas de trabajo, son tus herramientas de relación social, son las herramientas que utiliza el colegio para contarte que están haciendo tus hijos las ocho horas al día que no les ves, las que utiliza la sanidad para enviarte las citas…. La dicotomía uso/no uso no existe, es mentira. No tienes la capacidad de dejar de utilizar estas herramientas, porque han invadido tu vida. Han invadido la vida contemporánea. Lo que sí puedes exigir es que estas herramientas no te espíen, no te manipulen y no te encarezcan el resto de tu vida.
El segundo paso: tenemos que dejar de pensar en estas herramientas como si fueran internet. Para la gente que usa free basics, porque son pobres y no tienen más remedio, Facebook es internet. Pero para el resto no. Internet no es el problema, el problema es algo que le ha pasado a internet. Internet sigue siendo una infraestructura a la que le pueden pasar muchas cosas y esto es lo que le está pasando en este momento. Lo veo como una especie de hongo oportunista. Todas nuestras defensas estaban bajas, todos los países y sus legislaciones estaban demasiado encantadas con el nivel de proyección y expansión, y todo el mundo quería tener su Silicon Valley; con esa bajada de defensas hemos cogido un hongo que es la economía de la extracción de datos. Esa economía no es internet pero ahora mismo domina internet.
Internet no es el problema, la extracción de datos es el problema. Todo empieza por la extracción y todas las empresas que hacían esa extracción se han infiltrado en el resto de las industrias. Todo el mundo quiere hacerlo, porque es dinero gratis. Mira Amazon, es una tienda de libros que ahora gestiona la mitad de internet porque el 46% de la nube es de su propiedad y se dedica a infiltrarse en industrias que son ajenas a la suya. No hay más remedio, cuando el hongo oportunista lo ha invadido todo, o mueres contra él o te vuelves él. Como decía Marco Polo en Las Ciudades Invisibles [de Italo Calvino]: o te vuelves infierno y dejas de notarlo o encuentras un lugar que no sea infierno y lo haces crecer. Creo que tenemos que encontrar ese no infierno y darle espacio y hacerlo crecer.
Cuando uso la cita de Audre Lorde lo que quiero decir es que no podemos usar esas herramientas para luchar contra él. Facebook, Twitter, Amazon y Google nunca nos van a ayudar a desmantelar regímenes autoritarios en ningún sitio. Es una trampa cognitiva: no están diseñadas para eso. Están diseñados para exactamente lo contrario. Están diseñadas para que unos pocos controlen a todos los demás.
Necesitamos hacer herramientas que hagan lo contrario. Tengo la teoría de que, si empiezas haciendo herramientas para ayudarte a gestionar la crisis climática, esas herramientas te servirán para todo lo demás. Porque en el contexto de la crisis climática —que es el problema más importante que tenemos por delante— esas herramientas del poder no están diseñadas para ayudarnos a nosotros a gestionar la crisis. Están diseñadas para gestionarnos a nosotros durante la crisis. La herramienta opuesta es la que nos ayudará a gestionar la crisis.
¿Cómo se hace? De manera local. Herramientas locales gestionadas, no solo por gobiernos locales sino por la ciudadanía, en comunidad, para no resolver pero sí para gestionar lo mejor posible ese problema. Mi plan para salvar el mundo [risas] es empezar a hacer herramientas que nos ayuden a gestionar esa crisis y que esas herramientas sean de software libre, lo que significará que somos una comunidad que está gestionando un problema juntos. Y esa infraestructura debe ser colectiva, porque lo primero que supimos de internet es que las redes distribuidas son mucho más resistentes que las redes centralizadas. No están diseñadas para el poder, están diseñadas para la supervivencia.