De entre mis cerebros favoritos hay uno que apunta hacia lo alto del top ten. Su descubrimiento me fascinó por las asombrosas conclusiones y la sencillez de un experimento diseñado para estudiar la fuerza de voluntad de los niños. Por Eduardo Punset
Una campana, un cronómetro y golosinas bastaron para analizar algo aparentemente tan difícil de medir. Su nombre es Walter Mischel y su test, el de la golosina.
El experimento consiste en encerrar a un niño de cuatro a seis años en una habitación frente a un malvavisco o una galleta. Si es capaz de permanecer quince minutos sin abalanzarse sobre el dulce ni moverse de la silla, recibirá otro de premio; ración doble. Y si la tentación lo vence, puede tocar la campana y se llevará solo la golosina frente a sus narices, ninguna más.
Walter Mischel hizo el seguimiento de sus participantes durante más de cuarenta años. Puso en común los resultados del experimento con aspectos de la vida de estas personas, como el examen de aptitud académica que realizan los estadounidenses en su juventud, y observó claras diferencias entre los niños que vencieron la tentación de la golosina, cuyas notas fueron mayores, y los que sucumbieron a ella, con peores notas.
Walter Mischel analizó la fuerza de voluntad en los niños utilizando un cronómetro y golosinas
Correlaciones -que no causalidades- como esta denotaban la existencia de un vínculo entre esa situación y el comportamiento de los niños en el futuro.
Otra cosa que observó Mischel fue los trucos de los niños para no zamparse la golosina. Percibirla como una mera imagen, mirar hacia otro lado, cantar, jugar con los dedos… Enseñar estas y otras técnicas de autocontrol proporciona, en palabras de Walter Mischel, «una caja de herramientas mental que se puede utilizar cuando sea necesario», es decir, para vivir un futuro mejor. ¿No les parece que eso es aprendizaje emocional puro y duro?
¿Quién es?
Psicólogo, 87 años. Es catedrático de la Facultad de Psicología de la Universidad de Columbia, en Nueva York, especializado en el estudio de la personalidad, la psicología social y el auto-control. Antes fue también profesor en las universidades de Colorado, Harvard y Stanford.
¿De dónde viene?
Hijo de una familia judía, a los ocho años emigró de Viena con sus padres para huir de la ocupación nazi. En Brooklyn, su familia abrió un todo a cien de la época que el joven Walter compaginó con el instituto. Empezó Medicina, pero se acabó decantando por la psicología.
¿Qué ha aportado?
Destacan sus estudios sobre la fuerza de voluntad, que han aportado evidencias de que esta, además de poder ser entrenada, puede favorecer el éxito académico y social de las personas. Este hallazgo le ha valido premios importantes como el Grawemeyer de psicología.
La anécdota
El test de la golosina fue ideado para entender algo que Mischel observó en sus propios hijos.
un cambio hacia los cuatro años de edad, en que los niños adquieren perspectiva de futuro y declina su faceta más impulsiva, sus pataletas y el querer las cosas para ya.