Hace dos años apenas nadie conocía a Kelly Moran. Pianista de grandes condiciones y talento nato, había sacado un primer álbum en un pequeño sello de Brooklyn y tocaba puntualmente con algunas formaciones de música contemporánea y carácter vanguardista. Pero eso era todo. Hoy sus discos son reseñados en los medios de referencia y pública en un sello tan mítico como Warp, las alabanzas le llegan de todas partes y todo el mundo quiere verla en directo (próxima parada, SonarComplex, sábado 20 de julio). Su sonido cósmico, complejo y emocional, que tanto le debe a los pianos preparados de John Cage, ha pasado de no encajar en ninguna escena en concreto a brillar precisamente por su singularidad. Hablamos con ella a menos de mes y medio de que llegue por primera vez a Sónar. Algo nos dice que no será la última.
Tu show se llama Grand Piano AV Live: realmente suena muy estimulante. ¿Qué puedes decirnos al respecto sin revelar demasiados secretos?
Básicamente, lo que quería hacer era crear un show en vivo que fuera muy inmersivo, y dar a la audiencia una experiencia que refleje lo que siento al tocar esta música. Cuando compuse estas piezas estaba pasando por un momento emocional y artístico muy intenso. Además soy muy sinestésica, lo cual significa que asocio constantemente la música con colores y elementos visuales, y también quería poder comunicar esas sensaciones en el escenario.
¿Quién se ha encargado de las imágenes?
Cuento con un grupo de artistas diferentes con los que he estado trabajando últimamente. Yo misma me he encargado de las imágenes para una de las canciones y también de dos interludios de video que sirven para tomar un breve respiro entre temas. En octubre del año pasado lanzamos un video para una de las piezas, llamada «In Parallel», dirigido por Gabe Liberti, que también se podrá ver en el show. Y luego he pedido a tres de mis amigas artistas visuales que viven en California, Cassie McQuater, Ren Pan y Juli Odomo, que se encargarán del resto de las imágenes.Y luego he pedido a tres de mis amigas artistas visuales que viven en California que se encargarán del resto de las imágenes. Me di cuenta hace poco, quizás hace un par de años, que no había trabajado suficientemente con mujeres, al menos no tanto como me hubiera gustado. Y además siento que mi trabajo se está moviendo en una dirección cada vez más femenina. Así que quería que las imágenes también fueran en esa dirección. Básicamente les envié mi música, les di unas guías en cuanto al color y pautas emocionales bastante específicas que definían cómo imaginaba yo esas imágenes, ya que cada pieza del disco tiene su propio carácter y su propio mundo emocional.
Volvamos a los pianos preparados por un momento. ¿Cómo podemos explicar a alguien que no ha oído hablar de ellos qué es un piano preparado? ¿Y cómo preparas tú los tuyos?
Bueno, básicamente, para decirlo de forma sencilla, es una técnica en la que el pianista inserta pequeños objetos entre las cuerdas del piano, o sobre ellas, para alterar el sonido del instrumento. Alguien como Hauschka, por ejemplo, utiliza muchos materiales diferentes, como pelotas de ping pong, cadenas, incluso vibradores… A mi personalmente me gusta utilizar tornillos y clavos metálicos, porque le dan al instrumento una sensación muy aguda y percusiva. Pero, al mismo tiempo, cuando lo tocas suavemente suena prácticamente como un gamelan, ya que en cierto sentido mutea las cuerdas, y el efecto también puede ser muy delicado y hermoso. Por tanto, depende de si tocas más fuerte o más suave obtienes una amplia gama de sonidos.
¿Qué sensaciones tienes al formar parte de un sello tan influyente?
Una de las constantes a lo largo de mi relativamente corta carrera tiene que ver con el hecho de no encajar en ninguna parte. Para mi anterior disco, «Bloodroot», que apareció en 2017, obtuve docenas de cartas y mensajes de rechazo de los sellos, y casi todos me decían «lo que haces es demasiado diferente a lo que publicamos, no nos encaja». Fue muy desalentador en ese momento, porque pensé «no hay lugar para mí, no pertenezco a ningún sitio». Pero luego, cuando Warp escuchó el disco, precisamente me dijeron «nos gustas porque eres muy diferente y tu sonido es único y no encaja en ningún otro lugar». Así que obtener esa validación por parte de un sello tan icónico ha sido probablemente lo más importante que me haya sucedido en la vida. Para ellos no se trata de si tu sonido encaja o no, si no de todo lo contrario: todos los que forman parte de su catálogo de alguna manera tienen que ser y sonar únicos.