Es mucho más que una fecha con tradición en México. En la actualidad, el Día de Muertos es conocido globalmente como una expresión cultural que nos caracteriza en el mundo. No es de extrañar que cause cierta curiosidad y sensación la forma en que celebramos a aquellos que han abandonado el plano físico. Después de todo, la muerte es un tema tabú en la mayoría de las culturas. Lo interesante del enfoque mexicano es que no hace referencia a la ausencia, sino todo lo contrario: enaltece la presencia de las almas que han trascendido en el tiempo.
Se trata de una fiesta donde se honra la memoria de los difuntos. Se define también como un ritual que da lugar al recuerdo sobre el olvido. No es una fecha para estar tristes ni para llorar, sino para celebrar y reconocer a la muerte como una parte de la vida. Aquellos que hoy les presentan una ofrenda a sus seres queridos que ya no están en el plano terrenal son quienes, en un futuro, serán celebrados con alegría y júbilo de la misma forma por las siguientes generaciones.
Las ofrendas o altares son auténticos banquetes de olores, colores, música y sabores, donde los muertos vuelven por una noche a convivir con sus seres queridos. El mensaje detrás de esta festividad es que la muerte es la transición a lo eterno. El color brillante de las flores de cempasúchil simboliza el camino que deben seguir las almas que han partido. Las veladoras se encargan de iluminarlos y acompañarlos en esta travesía de vuelta al mundo de los vivos. Los platillos que se preparan nutren y despiden un delicioso aroma que representa el valor de compartir los alimentos en familia.
Su origen se remonta a las distintas culturas prehispánicas que habitaron el territorio que actualmente es la república mexicana, mucho antes de la llegada de los españoles. En la mitología azteca, el Mictlán era la región de los muertos. Su reina, Mictecacíhuatl, junto a su rey, les daba la bienvenida a los que fallecían por causas naturales. Antes de llegar, debían atravesar un largo y doloroso viaje por el camino de los muertos, sin importar su condición social (noble o plebeya). Al terminar, podían disfrutar del descanso eterno.
La Reina de la Muerte se representa con una cabeza de calavera, los pechos expuestos y varios pliegues por sus numerosos partos. Mictecacíhuatl simboliza el principio y el fin de la vida. Más tarde, la fusión de las creencias indígenas con el catolicismo español formó un carácter místico tan colorido como único. Podría decirse que el Día de Muertos es una de las muchas expresiones de México donde se conservan los recuerdos ancestrales de la vida precolombina; de ahí su gran valor.
Las fiestas comienzan el 28 de octubre, cuando se recuerda a las personas que perecieron en algún accidente. Después, el 30 de octubre está dedicado a los bebés que murieron sin ser bautizados. El 31 de octubre se recuerda a los niños menores de 12 años. El 1o de noviembre, también llamado Día de Todos los Santos, se celebra a aquellos que murieron por causas naturales o enfermedades. Finalmente, el 2 de noviembre es cuando las almas de los difuntos vuelven a su lugar de descanso.
La UNESCO reconoce a esta tradición como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Así, se hace énfasis en la relevancia de su significado, como joya cultural que es integradora y representativa…
Por Laila Robles Martínez