Douglas Rushkoff es quizá el intelectual que más lúcidamente está pensando nuestra relación con la tecnología y cómo ello afecta a nuestra conciencia en la actualidad. Rushkoff ha sido llamado por el MIT uno de los 10 intelectuales más influyentes del mundo y ha escrito numerosos libros, desde los inicios del Internet (tiempos más entusiastas y optimistas) hasta una actualidad en la que la Web parece haberse puesto en contra de la humanidad. Rushkoff publicó recientemente su manifiesto Team Human (nombre también de un podcast que gestiona) y creemos que este es el libro central para entender lo que estamos viviendo y hacer algo al respecto (mucho más que, por ejemplo, los textos de Yuval Noah Harari). Esto, porque lo que dice Rushkoff es mucho más incómodo para la élite tecnológica.
Desde hace algunos años Rushkoff notó que la tecnología es una especie de programa mental que nos programa de maneras nocivas, especialmente cuando no nos damos cuenta de que esto sucede -cuando nos relacionamos de manera acrítica con ella, como dijo McLuhan- o cuando la embebemos en valores que no son realmente humanistas, sino que reflejan el sistema capitalista corporativo, el cual corre bajo el software de crecer infinitamente sin importar las consecuencias morales y espirituales de este crecimiento económico. Ahora, Rushkoff nos recomienda que pensemos en la tecnología digital como una droga.
En un reciente podcast con Jason Louv, Rushkoff comentó que no estamos experimentando el Internet como un videojuego al cual nos conectamos de repente y luego nos desconectamos y hacemos otra cosas. «Estar en línea es un estado de ser y eso es diferente, es tan diferente como la electricidad o incluso el texto o el lenguaje mismo». Fue McLuhan quien señaló que los nuevos medios eran como drogas psicodélicas que podían amputar y embotar nuestras facultades mentales, a la vez que extendían otras. Luego Tim Leary, en los años 90 del siglo pasado, predijo que las computadoras serían una especie de ácido lisérgico.
Rushkoff dice que ha estado «pensando en estas tecnologías como drogas» y que «estamos viviendo en el sustrato seudosicodélico del Internet, sin conciencia de que el set and setting determina la naturaleza del viaje… así que tenemos a todo Estados Unidos en un malviaje». El set and setting es el concepto desarrollado por Leary para entender cómo el lugar, la intención y demás factores configuran literalmente el tipo de «viaje» que tiene una persona que consume una droga. Esta configuración, actualmente, es la del sistema económico capitalista.
Evidentemente, no es que las drogas sean malas, «pero debes ser consciente de que las estás tomando… o como dijo Tim Leary, antes de tomar una droga debes ver los ojos de una persona en esa droga y decidir si la quieres tomar» (algo que, curiosamente, es difícil, pues las personas que están bajo el influjo de esta droga pasan todo el tiempo mirando sus smartphones y no ven a los ojos a los demás). Es fundamental simplemente darse cuenta de que navegar por Instagram o jugar Fortnite son drogas que alteran nuestra mente y nuestras actitudes hacia la vida, y decidir si realmente queremos programar nuestra mente con Instagram o Tinder o cualquier otra plataforma.
Algo alarmante está pasando, pues la tecnología digital tiene un poder inédito en la historia, justamente por su capacidad de usar a los usuarios no como meros consumidores sino como el producto mismo. Los datos que producen en tiempo real los usuarios están siendo tomados en cuenta para generar un mejor producto, una droga más adictiva. «La red se reconfigura en tiempo real en relación a nuestras reacciones a la información», dice Rushkoff, el algoritmo en tiempo real «busca debilidades en la mente humana para explotarla» y dirigir su conducta hacia el consumo. Es posible que como no nos valoramos realmente como seres humanos, como personas, con una esencia única e incluso sagrada, estamos programando a la tecnología bajo estos parámetros: la mentalidad hedonista, nihilista y de explotación que caracteriza al capitalismo. Nuestros algoritmos, esos nuevos demonios, están hechos al servicio de un modelo de «capitalismo corporativo antihumano» para «extraer datos, atención y dinero, por cualquier medio», y eso «compromete la autonomía, la cognición y la agencia de las personas». Como dice la activista Vandana Shiva: «el modelo dominante del desarrollo económico se ha convertido, de hecho, en la antivida». Esta es la droga con la que nos estamos intoxicando masivamente, y produce una alucinación colectiva que podría llegar a volverse indistinguible de la realidad, hasta el punto de que olvidemos cómo era el mundo antes del Internet. El mundo del encuentro entre dos personas, sin distracciones ni mediación, el mundo de las miradas y el calor humano y el misterio de la otredad.