A veinte años vista, no buscamos ya en Interpol una evocación nostálgica, sino una presencia sólida. Les escuchamos no por lo que evocan, sino por lo que son: una voz propia, profunda y vigente.
Interpol: «Tipos de confianza». Hubo un tiempo —no tan lejano— en que nos acercábamos a Interpol como quien intenta capturar el último reflejo de una época que se nos había escapado entre los dedos. Eran el eco neoyorquino de un post-punk que muchos no llegaron a vivir en su primera encarnación, pero al que la banda supo insuflar una melancolía elegante y una oscuridad pulida que sedujo a toda una generación.
Hoy, con más de dos décadas a sus espaldas y una discografía que ya desborda el breve fulgor de muchos de sus referentes, Interpol ha trascendido el molde revivalista que se les adjudicó en sus inicios. Han dejado atrás cualquier intento de encajar en comparaciones ajenas: son, con justicia, su propia medida. La tríada de Paul Banks, Daniel Kessler y Sam Fogarino ha sabido construir un sonido reconocible que, sin fossilizarse, mantiene una personalidad inconfundible.
Turn On the Bright Lights fue el punto de ignición, un álbum seminal que aún resuena con intensidad en los márgenes de la música alternativa. Pero más allá de esa obra icónica, Interpol ha cultivado una identidad sonora basada en la tersura melódica, el rigor compositivo y un lirismo que conjuga el dandismo con un cripticismo que huele a noches húmedas y a vinilos desgastados.
Su colaboración con Dave Fridmann en Marauder introdujo un cromatismo inusitado, ampliando su paleta sin diluir la esencia. Esos matices, lejos de suavizar, añadieron relieve a un repertorio que, sobre el escenario, sigue mostrando su filo más afilado. Porque si algo ha demostrado Interpol es que la constancia también puede ser una forma de riesgo: mantenerse fiel sin volverse predecible.
Para más información Primavera Sound
Interpol: «Tipos de confianza». Texto: John Headhunter.