Baños de leche, bailes eróticos y un entorno de lujo; esto es lo que puede contar Sarah Jacobs sobre una fiesta inspirada en la organización secreta
Los Illuminati, una sociedad exclusiva fundada en el siglo XVIII, de la que todo el mundo hablaba, pero a la que muy poca gente podía acceder, creada en inicio como reunión de intelectuales con pensamientos antisistema en la época, surgida como respuesta a la superstición y los prejuicios religiosos de su tiempo, donde el único dios era el saber. Pero, paradójicamente, en torno a esta sociedad se ha creado toda una lógica de supersticiones y conspiración, lo que fue en aumento desde que la Iglesia Católica la prohibiera en 1785 y pasase a la clandestinidad más absoluta.
Un grupo exclusivo de ricos y poderosos que se reunía con fines secretos. No se sabe muy bien para qué pero se considera que era una especie de club Bilderberg que controla en la sombra el Orden Mundial, con cierto aire de espiritualidad, y fiestas privadas sobre las que hay todo tipo de conjeturas.
Sarah Jacobs cuenta para ‘Business Insider’ cómo presenció una fiesta Illuminati… no de verdad, sino como parte de una performance que recreaba todo lo que que se ha podido documentar de estas reuniones, a través de diversos testimonios de testigos a lo largo de la Historia.
La performance, de corte surrealista, forma parte de lo que se llama ‘teatro de inmersión’
Una performance llamada ‘The Illuminati ball’, una fiesta por la que pagó 450 dólares y que tenía lugar en una residencia de lujo en Connecticut. La performance, ideada por Cynthia Von Buhler y de corte surrealista, forma parte de lo que se llama ‘teatro de inmersión’. Una limusina la recogió en el Upper East Side (uno de los barrios más lujosos de Nueva York) y la llevó hasta el lugar de la fiesta, desconocido para todos.
Este es el relato de ‘lo que se puede contar’ del evento, que incluyó baños de leche y otras muchas experiencias difíciles de vivir fuera de aquellas paredes.
Ritos de iniciación
Poco antes de llegar, requisaron los teléfonos de todos los presentes. Cuando aparcó la limusina, ya estaban al pie de la casa los anfitriones, el Rey Cerdo y su esposa, llamados así por las máscaras que cubrían su cabeza. Las pruebas de iniciación iban a comenzar.
Al llegar les recibieron bailarines de fuego, una especie de acróbatas que iluminaban su camino en la noche. Un hombre con máscara de ratón empuña una espada que dirige hacia tus manos y recita un juramento por el que te comprometes a guardar con cauteloso secreto todo lo que allí tenga lugar.
A partir de ese momento, cuenta Jacobs, “la experiencia dependerá de lo que vivas y cómo lo vivas. Tomas tus propias decisiones sobre la manera de interactuar con el entorno y la actitud que tengas. Puedes tener una actitud de cortés, mística, puedes hacer maldades… La experiencia de cada huésped será diferente en base a esto”. Antes de llegar allí, cada participante debía elegir un animal, que correspondería con la máscara que llevará toda la noche, y define los rasgos de la personalidad de cada participante, lo que también será decisivo en el transcurso de la fiesta.
Un ambiente onírico
‘The Illuminati ball’ está inspirado en una de las fiestas más extrañas que se conocen en las últimas décadas, la organizada en 1972 por los Rothschild, una familia de la élite estadounidense que organizó una especie de cena mística en la que se encontraban invitados como Audrey Hepburn o Salvador Dalí.
Hay documentos gráficos de este misterioso evento, en el que se ven los invitados con vestido de gala y máscaras un tanto grotescas, con varias caras o con cabezas de animales de taxidermia. Muchos teóricos de la conspiración, como explica Jacobs, han elucubrado sobre el simbolismo de esta fiesta, y su posible relación con los Illuminati. El castillo donde tuvo lugar la fiesta estaba iluminado de rojo, en referencia a los rituales satánicos que tendrían lugar en el interior y, durante la cena, las mesas se llenaron de muñecos desmembrados para representar los sacrificios humanos. Todo ello tendría ahora su recreación en este evento de inmersión.
«Se hablaba de sacrificios humanos llevados a cabo por los líderes de cabeza de animal»
El entorno era extravagante por sí mismo: Juegos de colores de luz tenue, múltiples piezas de taxidermia y telas de seda decorando las estancias, que hacían una atmósfera en la que “la línea entre lo real y lo ficticio era difusa”, cuenta Sarah Jacobs.
Pruebas de lealtad y bailes eróticos
Durante la cena se fueron conformando los grupos, en base a los animales que habían elegido al inicio, y llegado un momento, dos trapecistas comenzaron a descender del techo con lianas de seda roja, un show espectacular para los comensales.
Según avanzaba la noche “comenzaron a circular rumores de todo tipo; se hablaba de sacrificios humanos llevados a cabo por los líderes de cabeza de animal, y debíamos tomar decisiones sobre nuestra lealtad a ellos”.
Había bailes privados en algunas habitaciones y todos los huéspedes tenían una copa de vino de de cóctel en la mano, que nunca dejaban que estuviera vacía.
Una noche inolvidable, según la creadora de la performance, Von Buhler: “me gusta ver hasta dónde pueden llegar las cosas. No esperaba que una docena de huéspedes se bañaran desnudos en el lago. Fue una de las noches más divertidas”.