Testas coronadas, escritores y celebridades se prendaron del pequeño felino, consuelo de todos los instantes o cómplice de procesos artísticos. De animal ora endiosado, ora diabolizado, se convirtió en el compañero apreciado de ilustres personajes.
Nuestra época vio evolucionar las relaciones entre el gato y la especie humana. Su carácter independiente, que le valió tantos favores y tantas afrentas, ha venido a simbolizar nuestro tiempo apasionado por la libertad.
[Este artículo es continuación del que se publicó el 11 de diciembre pasado: El gato, ¿dios o diablo?]
Bajo Luis XV, reina el angora blanco
Las Luces liberan al hombre del peso de la religión y el gato saca provecho de ello. El conocimiento de la razas progresa con los naturalistas, pero frente al pequeño felino doméstico, un combate desigual opone a dos grandes de la ciencia: Buffon y Moncrif.
No lo duden, los gatos serán recibidos o, más bien, buscados (Moncrif)
François Augustin Paradis de Moncrif (1687-1770), actor, cantante, músico, libertino, cortesano y enamorado de los gatos, es el primer autor de su rehabilitación. Un poco filósofo y profeta en su país, asegura: «No lo duden, en los salones, en los espectáculos, en los paseos, en los bailes, incluso en las academias, los gatos serán recibidos, o más bien buscados».
Bajo la forma de once cartas a la Marquesa de B., su Historia de los Gatos (1727) cuenta los vaivenes del animal y su lugar en la mitología, el arte y la sociedad. Ilustrada por Coypel se convierte en un éxito de ventas. Hay mucho humor en esta apología del gato, condimentada de parodia contra la pedantería. Pero el éxito de Moncrif despertó envidias. Voltaire lo apodó Mongriffe (Migarra).
Recibido en la Academia Francesa en 1733, un bromista le arruinó la ceremonia soltando un gato en la sala. El público se desata en maullidos. Pese a todo, Moncrif siguió amando a los gatos… contrariamente a Buffon.
El gato es un sirviente infiel, al que se conserva sólo por necesidad (Buffon)
Naturalista de pluma aguda, Buffon no es avaro en clichés. Su discurso sobre la falsedad de los gatos, sobre su propensión a hacer daño mientras que el perro es todo sinceridad, franqueza y apego al amo, es de un antropocentrismo poco científico: «El gato es un sirviente infiel, al que se conserva sólo por necesidad».
Astutos, hipócritas y perversos
«Aunque estos animales, sobre todo cuando son jóvenes, tengan gentileza, tienen al mismo tiempo una malicia innata, un carácter falso, una naturaleza perversa, que la edad aumenta aún más, y que la educación sólo enmascara. De ladrones decididos, se convierten, cuando son bien educados, en ligeros y aduladores como bribones; tienen la misma destreza, la misma sutileza, el mismo gusto por hacer el mal, la misma tendencia a la pequeña rapiña; como ellos, saben cubrir su marcha, disimular sus intenciones, espiar las ocasiones, esperar, elegir, pescar el momento para dar el golpe, eludir luego el castigo, huir y mantenerse alejados hasta que se los vuelva a llamar. (…) Sólo aparentan apego; se ve esto en sus movimientos oblicuos, en sus ojos equívocos; nunca miran de frente a la persona amada; sea por desconfianza o por falsedad, dan un rodeo para acercarse, para buscar unas caricias a las que sólo son sensibles por el placer que les dan». (Buffon: Historia natural, general y particular. Tomo VI. Los animales domésticos, 1755)
De todos los reyes de Francia, Luis XV, el «bienamado», es el que más amó a los gatos. Como Richelieu, tenía debilidad por el angora blanco, raza natural, originaria de Angora, hoy Ankara, en Turquía.
Este gato de pelaje semilargo, tan distinto a los europeos de pelo corto, importado a Occidente en el siglo anterior por el poeta y aventurero italiano Pietro Delle Valle, se ha convertido en el gato rey en la Corte, querido por todos los nobles y furiosamente de moda en la buena sociedad de las Luces.
Cada mañana, Luis XV hace venir a su angora a a habitación. Lo mira jugar sobre la mesa del Consejo durante las reuniones. Se aburre en este oficio de rey tan poco adecuado a su naturaleza y se divierte como puede, con gatos juguetones y tiernos así como con amantes jóvenes y bellas.
Este rey prohíbe para siempre la bárbara costumbre de las hogueras de gatos en las fiestas de San Juan.
La historia sigue su curso y la vida del gato va a cambiar con el interés sostenido que le dedica en adelante la gente. Se vuelve tendencia. Y un siglo después, su rehabilitación está consumada.
Micetto, alias Petit Minet, el gato romántico
El primer gran romántico del siglo XIX, René de Chateaubriand, evoca en sus Memorias de ultratumba, su pasado de diplomático bajo la Restauración y su vida parisina con Micetto, alias Petit Minet, auténtico bastardo: «Tengo de compañero a un gran gato gris-rojizo con bandas negras transversales, nacido en el Vaticano. León XII lo había criado en un faldón de su sotana donde yo lo vi con envidia cuando el Pontífice me daba audiencia como embajador. Al morir el sucesor de San Pedro, heredé el gato sin dueño (…), apodado ‘el gato del Papa’. Goza, en esa condición, de una extrema consideración entre las almas piadosas. Yo trato de hacerle olvidar el exilio, la capilla Sixtina, y el sol de la cúpula de Miguel Ángel sobre la que se paseaba lejos de la tierra».
Chateaubriand habla como un conocedor y un enamorado… «Me gusta en el gato ese carácter independiente que lo lleva a no atarse a nadie, y esa indiferencia con la cual pasa de los salones a sus alcantarillas de origen. (…) Uno lo acaricia, él curva el lomo, pero es un placer físico el que experimenta, y no, como el perro, una tonta satisfacción por amar y ser fiel a su amo, que se lo agradece con puntapiés. Buffon ha maltratado al gato. Yo trabajo en su rehabilitación, y espero hacer de él un animal de moda».
Misión cumplida.
El siglo del gato (XIX)
El gato seduce a autores, artistas, intelectuales y otros que caen bajo su encanto. Compañero ideal, duerme mucho pero vigila de noche, se agita y «habla» poco. Seduce e inspira a los poetas del siglo.
Un hermoso pisapapeles viviente (Edmond Rostand)
El autor de Cyrano de Bergerac saborea por su parte la dulce presencia de este animal en su escritorio:
«Es un gatito negro atrevido como un paje,
Con frecuencia lo dejo jugar sobre mi mesa.
A veces se sienta sin hacer alboroto,
se diría un hermoso pisapapeles viviente»
(Edmond Rostand, Les Musardises, 1887-1893)
Hasta el gato negro es rehabilitado y se convierte en emblema de un célebre cabaret de Montmartre, emporio de Tout-Paris y símbolo de la vida bohemia que canta Aristide Bruant:
«Busco fortuna
alrededor del Gato Negro
al claro de luna,
en Montmarte, por la noche»
El siglo del gato restablece el fervor que rodeaba a este animal en la época de los faraones. Prefigura también su popularidad contemporánea.
Inglaterra da el ejemplo con la exposición felina de 1871, organizada en el Crystal Palace de Londres por Harrison Weir, pintor inglés: «Los gatos, recostados en cojines escarlata, ofrecen la belleza de sus pelajes a la mirada de todos. No hacen ningún ruido, apenas un ligero ronroneo, cuando lamen la leche que les traen».
Madame Robert Locke funda el Beresford Cat Club en 1899. Posee los primeros gatos siameses registrados en América, llamados «Calif», «Siam» y «Bangkok».
Más de 170 gatos son reunidos, clasificados en dos categorías: British Shorthair, estrella de la exposición, cruza de gatos regionales de pelo corto- y el persa, raza exótico de pelo largo, apreciada por la reina Victoria.
La moda de las exposiciones felinas gana los Estados Unidos en 1898 (en el Madison Square Garden de New York), y luego los principales países del mundo. Sigue Francia en 1925, con su Cat Club, creado en 1913.
Las primeras reproducciones selectivas desembocan en la creación de nuevas razas, el esnobismo se inmiscuye y la naturaleza es cómplice: la genética de los gatos favorece las mutaciones.
Acontecimiento raro es el descubrimiento de una nueva raza: el siamés de ojos azules, venido de Siam (hoy Tailandia), venerado por los monjes y los reyes, guardián del templo desde el siglo XIV.
El mayor Owen Gould, embajador en Bangkok, logra importar una pareja. Luego hace falta que la raza sobreviva al clima de Europa occidental. El siamés vivirá su nuevo destino de «Príncipe de los gatos», a partir de 1930.
Razas e historias
El Manx. Este gato sorprendente habría llegado a la isla de Man (que le da su nombre) durante el naufragio de la Armada Invencible. La falta de cola es una degeneración espontánea, consecuencia de acoplamientos consanguíneos repetidos, favorecidos por el aislamiento geográfico.
Siglo XX: el gato, al fin amigo del hombre
El gato venció finalmente al odio surgido de las supersticiones y encontró un público de adoradores como en tiempos de los faraones. Animal de compañía preferido a su rival el perro, genera un mercado floreciente. Inspira obras a su imagen y gloria. He aquí sin dudas el gran ganador del bestiario histórico.
«El gato es el único animal que ha logrado domesticar al hombre», escribe el antropólogo Marcel Mauss.
Sobran los autores fanáticos de los gatos. Si debemos citar sólo uno, la elección es sencilla. El gato vive en la vida y obra de Madame Colette.
Apodada «Minet-Chéri» (querida gatita) por su madre, rodeada de gatos en su pueblo natal de Borgoña, la escritora será frecuentemente fotografiada con ellos. Es ella quien introduce a los gatos como personajes de sus libros.
El gato en el cine
El gato es estrella en los dibujos animados con Félix el Gato que nace en 1917. Tom y Jerry (gran gato doméstico gris, ratoncito inoportuno) hacen pareja desde 1940, en 163 cortometrajes animados, 7 Oscars y una multitud de productos derivados. Citemos también Fritz el gato, El gato del Rabino….
El gato está menos presente en el cine y en la televisión que el perro. La razón es evidente: es imposible amaestrarlo.
Se lo utiliza como figurante admirablemente fotogénico, simple pasante, fantasma sugerido o haciendo lo que naturalmente hace: tomando leche (en La noche americana, de Truffaut), cazando pajaritos, estirándose, durmiendo… y trepándose a las cortinas.
La multiplicación de razas de gatos, iniciada en el siglo XIX, responde a una fuerte demanda. De un centenar de razas, unas sesenta son reconocidas por el famoso LOOF (Libro Oficial de los Orígenes Felinos) que custodia celosamente los estándares (morfología, color) provistas de una escala de puntos detallada al extremo. Una forma de reconocer el valor mercantil del gato, pero también su calidad.
Un caso especial es el del Sphynx (esfinge), surgido de una anomalía genética luego deliberadamente reproducida. El «PFGM» (pequeño felino genéticamente modificado) es bautizado, y puesto en e mercado. Aire de viejo descarnado, cabeza de ET, piel arrugada sobre la capa de grasa que le permite vivir, pese a su sensibilidad al frío.
En su Diccionario amoroso de los gatos (2008), Frédéric Vitoux se indigna con razón: «El enigma que plantea este sphynx es en el fondo el de la insondable zoncera, cuando no de la perversidad, de algunos criadores de gatos».
Entre los más raros, el Savannah, un atigrado que cotiza entre 2000 et 5000 €, y el Bengal, aspecto de pequeño leopardo, de 1000 a 3000 €. Muy seductores, pero un atigrado callejero también puede serlo.
El Ashera, el gato más caro del mundo, todavía no figura en el LOOF. Surgido de una cruza de leopardo de Asia, de serval africano y de gato doméstico, puede llegar a pesar 14 kilos. Precio mínimo: 22 000 dólares, pero la variante hipoalergénica puede alcanzar los 125.000 dólares. ¿Tiene sentido?
Saludemos al Europeo de pelo corto, reconocido como raza plena en 1983, y en 2007 por el LOOF que lo rebautiza EuropeanShortair. Queda el verdadero bastardo, tan lindo como el más caro, pero más resistente, naturalmente protegido de la consanguinidad. Sólo espera ser adoptado.
Pese a la multiplicación de las razas, el gato sigue siendo gato. No soporta los mismos excesos que las 340 razas de perros (enanos, toys….), las vacas (lecheras obesas), las gallinos (ponedoras a batería) o todos los animales proveedores de carne (industrialmente productivos). En eso también es un privilegiado.
Cuidado y alimentado como nunca, su esperanza de vida aumenta con regularidad. «Los gatos saben hacer la diferencia», dice el eslógan publicitario de una marca de alimento. ¡Nada menos seguro! Primero, es el dueño el que compra. ¿Y cómo distinguir entre 50 marcas vendidas en supermercados o sitios especializados?
El mercado de los alimentos y productos para animales representa 54 mil millones de euros en 2013, para todo el mundo. En Francia, que tiene el récord en Europa, el «petfood» alcanza mil millones de euros para 12 millones de gatos, y 623 millones para los 7.400 millones de perros. La segmentación del mercado deja perplejo: croquetas especiales para cachorros, para gatos castrados, para gato sensible, para gato de interior (a veces llamado «tigre de salón»), para seniors, para obesos, para gourmets, recetas del chef, etcétera…
Un mundo hecho para los gatos
«En el transcurso de los últimos siglos, el hombre edificó toda una civilización basada en la invención, la producción y el consumo intensivo. Civilización que tenia en realidad un solo fin: ofrecerle al gato el confort, el abrigo y el cubierto. Es decir que el hombre inventó millones de objetos inútiles, generalmente absurdos, todo para producir paralelamente algunos objetos indispensables para el bienestar del gato: el radiador, el almohadón, el bol, el rascador, la alfombra, la moquette, el canasto de mimbre y tal vez también la radio puesto que los gatos aman la música. (…) Pero, de todo eso, los hombres no saben nada. Benditos sean. Todo esta perfectamente bien en el mejor de los mundos para los gatos». (Jacques Sternberg, Contes glacés (1974).
Siglo XXI, la aventura continúa
Algunos puntos de referencia son otras tantas pruebas y razones para tener esperanzas en la bella y larga vida del gato.
1. Nuestra sensibilidad al animal es cada vez más viva, en contraste con una vida demasiado mecanizada o virtual. Hay asociaciones que denuncian los abusos que se han vuelto intolerables para la gente: experimentos con animales, tráfico y trato indigno. En mayo de 2016, los banquetes de gatos y perros en China shockearon a los propios chinos que cada vez más los tienen como animales de compañía. Es un círculo virtuoso, no comemos a nuestros amigos, no los maltratamos.
2. La atracción del hombre por el misterio y la espiritualidad del gato es digna de ambos interesados. La ronron terapia es reconocida, en proceso de convertirse en una rama de la terapia natural para los enfermos, incluidos los niños (autistas) y los adultos mayores, los adultos deprimidos… Un hermoso matrimonio por amor y por interés.
3. Un gato bien nacido, no (demasiado) genéricamente modificado ni sobreprotegido, no teme al recalentamiento climático (ni el frío): su pelaje aislante, su resistencia natural, su notable capacidad de adaptación son signos de ello desde la prehistoria.
4. El gato es animal tótem en la red, fenómeno del lolcat, videos y trucajes a granel.
Para terminar con belleza y majestad esta historia de casi diez mil años, encontremos a los autores que han rendido homenaje al gato.
El gato en citas
«De todos los animales, las mujeres, las moscas y los gatos son los que más tiempo dedican a su aseo personal» (Charles Nodier, Máximas et pensamientos, en el Diccionario universal de la lengua francesa (1835)
«Estudié mucho a los filósofos y a los gatos. La sabiduría de los gatos es infinitamente superior» (Hyppolyte Taine, Vida y opiniones filosóficas de un gato, Viaje a los Pirineos, 1858, historiador)
«Cuando un gato le otorga su confianza a un hombre, es la más hermosa ofrenda» (Charles Darwin, naturalista inglés del siglo XIX)
«El amor que ciertos personajes políticos tienen por los gatos se explica por el desprecio que tienen por los hombres a los que, con pocas excepciones, consideran animales rampantes» (Champfleury, Los Gatos: historia, costumbres, observaciones, anécdotas; 1869)
«El tiempo pasado con un gato jamás es tiempo perdido» (Colette)
«Cada vez que una amante me deja, adopto un gato callejero. una bestia se va, otra llega»(Paul Léautaud, Diario Literario, 1954 à 1966. Este misógino llegó a albergar 300 gatos en su larga vida)
«Con las cualidades de limpieza, afecto, paciencia, dignidad y coraje que poseen los gatos, ¿cuántos de entre nosotros, les pregunto, podrían convertirse en gatos?» (Fernand Méry, Su Majestad el gato, 1956, veterinario vedette y fan del siamés)
«Hay dos formas de olvidar las preocupaciones de la vida: la música y los gatos» (Albert Schweitzer, Premio Nobel de la Paz, 1952, médico, músico y teólogo)
«Un perro, un gato, son un corazón rodeado de pelos» (Brigitte Bardot, TF1, 1991. Militante de la causa animal, también dijo: «He dado mi juventud y mi belleza a los hombres; doy mi sabiduría y mi experiencia a los animales»)
[Este artículo fue publicado originalmente en la revista francesa Herodote.Traducción: Claudia Peiró (cpeiro@infobae.com) para Infobae]
Por Michèle Ress