Nadie sabía mucho de ella, nadie tampoco la heredó a su muerte. Vivian Maier (1926-2009) fue una mujer solitaria y excéntrica, con una mirada aguda y artística de la realidad cotidiana, pero a hurtadillas. Durante más de cuatro décadas, mientras trabajaba como niñera en casas de familia, Maier sacó cientos de miles de fotos en las que pudo encontrar en el día a día lo monstruoso y lo divino. Lo vulgar y lo extravagante en hombres, mujeres, ancianos, niños, parejas, enfermos mentales, vidrieras, calles y autos de Chicago fue visto por sus ojos secretos.
Sus fotos y su arte recién vieron la luz cuando ella ya no podía verla y fue por casualidad que un agente inmobiliario e historiador aficionado compró en un remate algunos de los miles de rollos fotográficos sin revelar que Vivian guardaba con la pasión y la manía del coleccionista. Había revelado y editado muy poco, posiblemente la falta de dinero haya afectado esa labor, clave para la divulgación de su obra.
Maier nunca llegó a saber de su consagración como artista ni supo que su obra sería admirada en todo el mundo. Sin embargo, como si hubiera tirado una botella al mar a la espera de un rescate amoroso más allá del tiempo, conservó hasta su muerte cajas y cajas con sus cintas y sus rollos de fotos que terminaron siendo rescatadas del olvido y que junto con su nombre, hoy forman parte de la historia de la fotografía.
La historia está muy bien contada en el documental Buscando a Vivian Maier (Finding Vivian Maier), que fue nominado al Oscar en 2015. Uno de sus directores es John Maloof, el joven agente inmobiliario e historiador que dio con los materiales de Maier por casualidad, al comprar por 380 dólares un lote en una casa de subastas en 2007.
Como Maier no sabía lo que era desprenderse de las cosas y sufría de una suerte de síndrome de Diógenes que la llevaba a moverse entre montañas de objetos en su cuarto, a su muerte, junto con kilos de papeles, facturas, boletas, recibos y ejemplares de diarios fueron encontrados unas cien cincuenta mil fotos tomadas por ella durante más de cuarenta años. Maloof solo había comprado en 2007 una parte unos 30 mil negativos- con la idea de utilizar los materiales como documento histórico para un trabajo que estaba haciendo sobre su barrio. Sin embargo, al observar la calidad y el tenor de la obra de Maier, rastreó al resto de los compradores de sus fotos y les compró los materiales. Hoy el 90% de la obra de Maier le pertenece (la discusión por los derechos de autor de la obra de Maier sería motivo de otra nota). En rigor, Maloof inició la gran pesquisa después de comprobar que tenía oro en polvo en sus manos. Esto ocurrió cuando subió varias de las fotos halladas a un blog y la respuesta fascinada del público no le dejó lugar a dudas.
Maloof tenía el nombre de la autora de las fotos y apenas eso. Le llevó tiempo ubicar a lo que quedaba de la familia de Vivian en Francia, también a las familias que le habían dado trabajo; conversó y negoció con todos ellos. Un día Maloof advirtió que no iba a poder seguir solo en su tarea como divulgador de una obra maravillosa y secreta, por lo que escribió a galerías y museos ofreciendo los materiales: la mayoría de las respuestas fueron negativas. Muchos directamente no querían trabajar obra de incógnito, solo aceptaban piezas que hubieran sido cuidadas por su autor. Y en el caso de Maier esto no había sucedido porque lo que había dejado eran rollos de fotos y no las fotos curadas. Maloof siguió insistiendo hasta dar con algunos expertos que terminaron colaborando con su tarea de consagración de la obra de una artista desconocida.
Crió a decenas de chicos, fotografió a miles de personas y murió sola, a los 83 años. Unos hermanos a quienes ella había cuidado en su infancia se ocuparon de pagarle el departamento en el que vivió sus últimos años. Sus cosas fueron quedando repartidas en las diferentes casas en las que trabajó, en su último departamento y también en algunos guardamuebles, que cuando dejaron de recibir la paga por el depósito, enviaron todo a remate. Y es ahí en donde, en realidad, comenzó esta historia o, al menos, donde el mundo pudo empezar a conocer que existió una artista enorme que se llamó Vivian Maier.
ENG: Maier is unique in that she was a fantastic photographer who did not achieve any recognition whatsoever, let alone fame. However, based on what we now know, she may have had what it took to reach the top. Its important not to confuse posterity with lifetime success. Her work has been astonishingly successful since its discovery (more so than many famous photographers), but the art world didn’t know her from Adam then and largely has its doors closed now. We do not know what her aspirations or secret hopes might have been, but we can entertain the possibility that she would have liked for her work to be seen and recognised, even if she might have wished to remain in the shadows on a personal level.
Had Maloof not bought her negatives, while searching for historical photographs of Chicago, there is a very high chance her work would all have ended up in the trash and we would not know a thing about her! I find this rather tragic, but what it means is that only a stroke of luck saved her work, without which her decades of devotion would have amounted to nothing more than the scratching of her own itch. Considering how prolifically she shot, how she cared for her negatives, stored her film and approached her art, this was beyond important to her: it was her life. It appears to have defined her inner world as well as her connection to the world around her. Based on insights from the film (including her flirtation with getting prints made for possible commercial sale), I personally suspect she wanted her photographs to be seen. This is a gut feeling and one of the reasons why I find her story so sad: she did not connect her world with the world, which is something that may have assuaged the pressures that appear to have eaten away at her sanity somewhat. So what can we learn?
Where Did She Succeed? She worked hard and shot a LOT: This is fairly self-explanatory, but she shot a lot more than I had previously realized, leaving nearly a quarter of a million negatives. That’s twenty thousand rolls of 120 roll film! This took time, money (and some of the other qualities listed below). Lesson: Get out there and shoot. By all means think, learn, ponder, take time to feel and absorb, but act. You cannot engineer photography from theoretical manoeuvres on your sofa. I can be a highly introverted thinker, so I sometimes need to remind myself to do more ‘doing’! I also suspect quite a few readers of this article will be able to relate to what I am talking about.
Photography was at the centre of her life: This was not a hobby, but her life. It is impossible to know, but it seems that she worked her life around her need to photograph. She took her Rolleiflex with her everywhere. She dragged the children under her care out onto the streets, because this not only wore out the kids (very important!), but allowed her to be out there, in her hunting ground, totally immersed in the business of making photographs. Lesson: This confluence of interests/activities is very important. How can you make your work, your daily activities and your photography blend together? What projects are under your nose?