Conocido por su innovadora combinación de video, escultura y performance, las obras del artista multimedia Tony Oursler (Nueva York, 1957) exploran la naturaleza de las relaciones humanas con humor, ironía e imaginación. “False Color Actions”son instalaciones de figuras a gran escala y en colores vivos resultado de una combinación de burbujas de distintos colores realizadas en vidrio soplado, impresiones fotográficas y esculturas en fibra de vidrio. La obra de Oursler, fresca, compleja y densa, es también divertida, y está concebida para desconcertar a la mente más inquieta. Su obra forma parte de las colecciones de museos como el MoMA de Nueva York, la Tate Gallery de Londres y el Centre Pompidou de París.
¿Se considera un pionero? La palabra ‘pionero’ puede sonar algo pomposa. Sin embargo, en cierto modo soy un pionero del videoarte. Estaba en el sitio adecuado en el momento justo. Nací con la cultura del video, la cultura televisiva. Vi mucha televisión durante mi infancia. El adolescente normal ve mucha televisión y duerme poco. Empecé a trabajar con el video cuando tenía 19 o 20 años… Esto ya lo hacían los artistas pop. ¡Warhol rodó películas enloquecidas!. La primera vez que vi una cámara de video no se me ocurrió que podía producir algo. He visto como el video, dentro del contexto de la instalación, se ha transformado en imagen en movimiento.
Descendiente de una familia de célebres escritores e intelectuales norteamericanos, Oursler se ha convertido en un referente imprescindible en el mundo artístico por sus innovaciones en la conciliación de la tecnología más vanguardista con la creatividad más tradicional, en el lenguaje más universal conocido por el hombre: la imagen en movimiento..
ENG: Always rooted in the medium of film, Tony Oursler conjures sculptural and immersive experiences using technologies that hark back to magic lanterns, Victorian light shows, camera obscura and auratic parlour tricks, but that also look forward to the fully networked, digitally assisted future of image and identity production. As a pioneer of video art in early 1980s New York, Oursler specialised in hallucinogenic dramaturgy and radical formal experimentation, employing animation, montage and live action: “My early idea of what could be art for my generation was an exploded TV.” From performative and low-fi beginnings, Oursler has developed an ever-evolving multimedia and audio-visual practice utilising projections, video screens, sculptures and optical devices, which might take form as figurative puppets, ethereal talking automatons or immersive, cacophonous environments. His enduring fascination for the conjunctions between the diametrically opposed worlds of science and spiritualism have allowed him to explore all kinds of occult and mystical phenomena, employing not just smoke and mirrors, but playing the role of circus showman and extricating the sham from the shaman. Oursler’s aesthetic and interactive technomancy reveals not only the ghosts in the machine, but the psychological impact of humanity’s headlong dive into cyberspace.
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