Desde diversas perspectivas se ha señalado que la nuestra es una época profundamente narcisista. Se dice que vivimos en círculos de autocomplacencia y búsqueda ansiosa de reconocimiento y aprobación, lo cual se expresa en realidades, ahora tan cotidianas, como las selfies que abundan en las redes sociales o el hecho de que al informarnos busquemos las opiniones que coincidan con nuestra forma de pensar y descartemos aquellas que la desafían. En este sentido, tal parece que existe una tendencia contemporánea a crear burbujas individuales (y un tanto infantiles) en las que el sujeto se siente cómodo, protegido y valorado, ese “rey en una cáscara de nuez” que con tanta claridad imaginó Shakespeare, aunque sin duda no al grado con el que se presenta ahora.
Lamentablemente el arte no es la excepción a esta tendencia, aunque por mucho tiempo las disciplinas creativas hayan sido capaces de señalar las contradicciones de una época y, en ese sentido, mirar un poco por encima de ésta y poder ver aquello que otros, por estar muy inmiscuidos, eran incapaces de notar.
No así la pieza que ahora compartimos: «As We Are». Una escultura interactiva de Matthew Mohr que se instaló recientemente en el Centro de Convenciones de Greater Columbus, en Ohio, Estados Unidos.
Grosso modo, «As We Are» es una pieza de 4 metros de altura y 850 mil luces LED que, con la forma de una cabeza humana, está conectada a una interfaz que permite proyectar las facciones de cualquier persona. Se trata de una escultura interactiva porque su funcionamiento depende de la manipulación del espectador, quien puede acercarse a una pequeña sala detrás de la pieza, sentarse frente a una computadora, tomarse una fotografía, salir y voilà… admirarse a sí mismo, contemplarse convertido en arte, ver su Yo engrandecido en proporciones que nunca imaginó y, por supuesto, tomarse una selfie de sí mismo con sí mismo de fondo. Maravilloso, ¿no?
https://player.vimeo.com/video/237119645
En la historia, Narciso murió de pena, de hambre y de abandono porque fue incapaz de separarse del lago que le devolvía su reflejo, del cual estaba enamorado. ¿Qué pasará con el narcisismo de esta época? ¿Qué tanto del mundo y la realidad estaremos perdiendo por estar absortos en la contemplación inane de nuestro reflejo?
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