A lo largo de las 10 canciones, el reverendo reconecta con su costado más visceral y explota sus obsesiones predilectas: la muerte como una bendición, el inconformismo existencial, la violencia como catalizador, el Diablo como un alter ego y la hipocresía católica y las perversiones sexuales (“Ahora estás atada, te encanta”, canta en “Blood Honey“). Hacía años que no teníamos a un Manson tan grandilocuente, tan controversial -ni siquiera en Eat Me, Drink Me (2007)- y tan desaforado. Heaven upside Down es el regreso de un Manson en gran estado. Repite algunas fórmulas del pasado y la propuesta no es del todo novedosa. Es cierto. Ya no cierra festivales ni es headliner de grandes eventos. Eso es cierto también. Pero cada disco defiende y redefine un lugar en el mapa de la música que tiene ganado hace años. La primera mitad del disco suena más fuerte que la segunda. Eso es un hecho. Pero es Marilyn Manson y todos los temas explotan en algún momento, como si la dosis de calma le alcanzara para cubrir unos pocos segundos. El metal industrial, tan característico de su obra, que en los últimos discos había parcialmente relegado por una propuesta más depurada, resucita con violencia e impregna casi todo el disco. El sonido, en particular la primera mitad, remite inmediatamente a Antichrist Superstar (1996) y Mechanical Animals (1998) pero con la tecnología del 2017 y la experiencia vital de un hombre que no deja de construirse. La influencia de NIN se hace evidente en varios temas, en especial en “Revelation 12”, cuando la atmósfera asfixiante nos conduce a la palma de Trent Reznor. Alguna cadencia saturada, como la que se escucha en “Tattoed in Reverse” -donde canta “A la mierda tu Biblia”-, nos recuerda a The Kills, en especial a la canción “What New York Used to Be“, del álbum Midnight Boom (2008). Más allá de los altibajos que el artista ha tenido a lo largo de sus discos, es justo decir que todos suenan -y este no es la excepción- impecables. Más sutil a la hora de jugar con las perillas, los sonidos cobran una dimensión concreta, casi tangible. La banda suena precisa, ajustada y armoniosa. Quizás ese detalle se deba a la mano del productor Tyler Bates, que no solo es el guitarrista actual, sino que también es un reconocido compositor de música para televisión y cine (Guardianes de la galaxia, Halloween, 300, Watchmen, etc).Nuevamente, como en The Pale Emperor (2015), Manson confirma que menos es más, y optar por 10 canciones puede resultar igual o más efectivo que presentar el doble. Este patrón de simpleza puede vincularse hasta con la tapa, en tanto vemos a un Manson (por primera vez) más cerca de ser Brian Hugh Warner, que de su disfraz en un tono blanco y negro. Sigamos con las canciones. “Say 10”, “Kill 4 Me” y “JE$U$ CRI$I$” proponen, desde sus títulos, un juego metatextual, como si Manson se hubiera divertido pensando estas relaciones. En la primera, que según Manson fue candidata a nominar el álbum, adivinamos que “Say 10” deriva en “Say ten” y por último en “Satán”. La segunda guarda una relación bastante clara entre el 4 y el “for/para” (“Mata por mí”) y la última le sirve para resignificar la letra “S” y exponer su constante denuncia contra una religión fraudulenta y basada en lo económico: “Yo soy la crisis de Jesús”.
“Saturnalia” parece una canción del primer disco de The xx; oscura, espacial y perfecta para acompañar alguna escena de Twin Peaks. En ella, Manson le canta al desencanto: “No hay planeta de salida, no hay sala de emergencia en ésta tumba”. La canción que da nombre al disco, la anteúltima, contiene la mejor línea de todo el disco, una que seduce para colocar en cualquier perfil de una red social: “No atraigo lo que quiero, atraigo lo que soy”. Toda una declaración de principios.
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Las letras respiran esa poesía entre sucia y apocalíptica, violenta y honesta, llena de hermosos pasajes como inspirados por los cuadros del pintor Mark Ryden pero con una pizca más de perversión. Considerando que la violencia es el plato principal de nuestra sociedad de consumo, sus provocaciones ya no generan el espanto de otrora, sin embargo, su lealtad hacia la maldad es conmovedora. Un ejemplo: Unos meses antes de la salida del disco, MM lanzó un video promocional en donde se lo veía decapitando al presidente Donald Trump y destrozando una Biblia. La controversia generada retrasó el estreno pero sirvió para que el músico cambiara el enfoque del proyecto. De hecho, descartó e incluyó varias canciones. El tiempo acomoda las cosas en su lugar, dicen.El paso de los años nos fue revelando más a un joven medio enclenque, víctima de varios abusos, convencido de su personaje y con una cordura notable (como plantea en la película documental Bowling for Columbine) que una bestia infernal como en algún momento lo etiquetaron. En “Blood Honey” confiesa: “No estoy siendo malo, solo estoy siendo yo”. Manson no es malo, es incorregible, y eso es acaso, lo más sano que le puede suceder al rock. (Texto: Guido Arch)