Como el tiempo perdido: Luna. El primer beso es como el preludio de una sinfonía o el prólogo de un libro. Puede fascinarnos o decepcionarnos en el primer capítulo o al día siguiente si llega. Normalmente, en un principio nos fascina.
Todos lo sentimos como un premio que la vida nos brinda. Nacer, crecer, primer beso, reproducirse y morir. Es la recompensa a nuestro deseo por alguien inmaculado y la aceptación de ese alguien, que a su vez nos inmacula y engorda el ego devolviéndonos el poder. Algo recíproco y muy compensado. Casi divino. Aún así, nos arriesgamos a que este ser deseado nos haga la cobra o en su defecto gire sutilmente la cabeza plantándonos una mejilla amiga.
Pero si la boca emisora aterriza con éxito en la boca receptora como el Apolo 11, en ese instante, por muy diferente que seas de ese otro inmaculado, circularéis por la misma órbita de la mano y a la deriva a través del universo. El besador y el besado.
Intercambiando los papeles sucesivamente. Si se diera el caso que se juntan dos besadores dominantes es posible que alguno acabe mellado por el impacto frontal de los dientes. Pero eso no será un obstáculo para que vuestros cuerpos siameses se fundan a alta temperatura y confluyan en el mismo número de pulsaciones. Ahora estáis en plena sintonía. Y si suena una canción será la más sublime melodía jamás escuchada, su ritmo estimulará los lametones y arrumacos de tan celebrado evento. Y ya no habrá armas que valgan.
Vuestra ideología y bandera tornarán su color para que combinen entre ellas y el cielo lo vea. El primer beso es la antesala al amor y la antisala al odio. Es la puerta de la subpuerta del ti conmigo y del mí contigo que entra al salir y sube al bajar antes de cerrar la persiana por la que se cuela la luz como una lengua excitada. Es la chispa que mueve al mundo. El génesis.
Incluso al ser más tirano este primer beso le removerá la conciencia, perdiendo el orgullo, el equilibrio y hasta los calzones. Hay quienes solo dieron un primer y único beso en su vida, y ahora mismo celebran sus bodas de oro pellizcándose el culo sin importarles las miradas ajenas. También los hay que siguen dando besos primerizos y errantes hasta que el sapo se convierta en un príncipe y la rana en una princesa.
Es el The Long and Widing Road de los besos. Recuerdo cuando viniste a verme. Era agosto. Bajamos a la playa. Bebimos y charlamos hasta hacerse casi de noche. Me dijiste que tu nombre significaba Luna en no sé qué idioma, yo te expliqué que el mío significaba muchas cosas y nada a la vez.
Después, desnudos nos bañamos a la de tres. Y al salir del agua me arropaste con aquella toalla raída. Yo temblaba de frío como la luna tuya cimbreando en el mar. Tu cuerpo me dio calor y mis labios te dieron el resto. Arriba, las estrellas fanfarronas y sabias aplaudieron nuestro primer beso.
Luna. Como el tiempo perdido por Roberson Rey.