Tony Fadell cuestiona seriamente la tecnología digital que él mismo ha ayudado a propulsar.
Ony Fadell era vicepresidente de Apple cuando se desarrollaron el iPod y el iPhone y fue instrumental en la creación de estos aparatos, que han definido una era. No es que Fadell se arrepienta del todo de lo que hizo, pero se lo cuestiona seriamente. Y su esposa también. De acuerdo con Fadell, cada vez que su esposa ve a uno de sus hijos absorto en el resplandor azulado de un smartphone o tableta, lo mira como recordándole que él es en parte responsable. Quizás la tecnología de cualquier manera hubiera llegado y todo sería más o menos lo mismo. Pero al menos esto hace que Fadell esté actualmente reflexionando y creando conciencia en torno a ciertos efectos de la tecnología digital
Fadell mantiene que el problema con que las pantallas habiten ubicuamente nuestro mundo es que nuestros aparatos están sistemáticamente diseñados para provocar adicción, algo que es especialmente dañino para las nuevas generaciones. La forma en la que estos aparatos son usados es indistinguible de una droga en muchos aspectos. Cuando a las nuevas generaciones les quitas la tecnología, «literalmente sienten como si les estuvieras arrancando un pedazo de su ser –se ponen muy emocionales. Entran en abstinencia por 2 o 3 días».
Según él, muchos desarrolladores que en su juventud no tenían ningún reparo en crear los nuevos dulces tecnológicos de tal forma que fueran irresistibles, hoy, ya que tienen hijos, son mucho más cautos y se dan cuenta de que deben existir ciertas regulaciones. Se dice famosamente que Steve Jobs no permitía que sus hijos usaran el iPad.
Fadell en ninguna medida considera que la tecnología es mala. Pero reconoce que la forma en la que estamos dirigiendo la programación y el diseño de estos aparatos está más orientada a satisfacer necesidades individuales y egoístas que comunitarias. Los gadgets están diseñados para satisfacer la idea de libertad individual, obedecen a la ambición del mercado y no a un compromiso con el entorno. Los aparatos satisfacen sobre todo nuestros deseos inmediatos personales pero no contemplan cuestiones más amplias, a largo plazo. Promueven, en suma, autoabsorción y no involucramiento con la realidad inmediata que nos rodea.
Aunque piensa que esto es algo que ha sucedido sin que nadie lo haya planeado, Fadell cree que es necesario subir el nivel de responsabilidad entre los desarrolladores. Propone un código hipocrático, basado en la misma norma médica de «primero, no hacer daño»: «Creo que debemos estar muy conscientes de las consecuencias no pensadas, pero también debemos reconocerlas y eliminarlas del diseño –asegurarnos de que estamos diseñando éticamente». Esto es algo importante, advierte, porque la tecnología cada vez progresará más rápido, a velocidades que pueden arrasar nuestra capacidad de tomar medidas al respecto si no empezamos ahora.