A veces, para contar una buena historia, basta con una imagen. No se necesitan páginas y páginas de palabras entrelazadas, ni horas y horas de películas, para crear algo veraz, contundente y que narre algo que merezca la pena ser contado. Una gran historia puede comprimirse en un cuadro, en una escultura o en una fotografía. A veces, es solo una escena, y otras, intenta plantear varias acciones. Y solo cuando la miramos detenidamente podemos averiguar, o imaginar, qué es lo que están intentando decirnos, cuando no existen las palabras y la intuición es nuestra única aliada. Así es la fotografía de Andrea Torres, toda una historia intuitiva y misteriosa que merece ser contada.
Esta jovencísima fotógrafa nacida en 1990 y graduada en Bellas artes por la Universidad de Barcelona, juega con la realidad y la ficción en sus instantáneas, transportándonos a un mundo desconocido y misterioso, y, a la vez, sencillo. Los personajes de sus historias quedan retratados en mitad de un entorno solemne que busca transportarnos a nuestro mundo interior. Esos escenarios que son a la vez simétricos y otoñales, parecen querer llamar a la calma, al silencio, a la paz y a la búsqueda de uno mismo, a menudo en contacto con la naturaleza.
“El proceso de imaginar una escena, la historia que la envuelve y posteriormente llevar a cabo la puesta en escena me divierte y me hace tremendamente feliz”. Así define Andrea su trabajo según creacionjoven.com, como un viaje que va más allá del simple resultado, y que se queda con en el proceso previo a la toma de la instantánea.
El ambiente surrealista e inquietante de sus escenas intriga al espectador y lo transporta a un mundo tranquilo y ordenado en el que, sin embargo, algo queda sin resolver. Es el fruto de un sentimentalismo potente y elegante que intenta trasladar la imagen mental de su autora a la fotografía, sin desdeñar los imprevistos que puedan surgir en el camino y que, como expresa ella misma, acaban dando riqueza a la propia imagen.
La belleza en estado puro aguarda a ser desentrañada y solo la intuición y los mensajes de artistas como Andrea Torres pueden ayudarnos en tan soberbia búsqueda. Déjate guiar por la tranquilidad y la calma que, paradójicamente, puede albergar un universo tan intrigante, mientras aprecias una técnica perfeccionista y profesional que en ningún caso impedirá que vuele la imaginación. Porque, a veces, para contar una buena historia, basta con una imagen. Por Diego Pinillos Fernández
Dreams take us to totally different and mind-blowing realms but sometimes, the shift from waking life to sleep can be a strange and surreal experience in itself. This state is most likely what inspired Barcelona-based photographer Andrea Torres Balaguer to put together an aptly-named series called “Hypnagogia.»
Andrea’s monochromatic series borrows its name and concept from the term for the transition between wakefulness and sleep, which, interestingly, has been found to be the catalyst for a number of mental phenomena including lucid dreaming, hallucinations, and sleep paralysis. This turns out to be not so surprising, as iGnant has found that she draws inspiration from surrealism, the subconscious, and the mysterious, and takes her cues from the «little memories that we remember from dreams.»
Browsing through «Hypnagogia» brought me to this floaty world between dreams and reality, where my mind seems to have made the choice to traverse this dimension in black and white (on an interesting side note, it’s believed that roughly one person out of eight dreams exclusively in monochrome). The term hypnagogia refers to a transition, and it seems to me that Andrea wanted viewers to experience just that; to see scenes that are not quite surreal yet, but getting there. While the imagery of the whole set is still mainly rooted to ordinary scenes and stories, I find that there are subtle details that, following the theme and concept, can make one wonder if it’s a dream or otherwise.
I found myself wondering, too: Why in black and white, though? Looking through her other sets, Andrea has been able to tell dreamlike visual stories effectively in color, so why the choice to strip her photos of color for this series?
This may be pure conjecture, but I’d like to think she was making a wise use of black and white photography’s ability to induce a certain drama in the images. Then, there’s also the fact that the absence of color doesn’t distract the viewer and allows the composition to stand out. Put these qualities together with her penchant for surrealism and you get a simple yet visually poignant series that blurs the line between what’s real and what’s imaginary. By Joy Celine Asto