El Land Art es de las primeras corrientes artísticas que buscan la desmaterialización del objeto, del espacio museográfico o la galería. El arte sale a la calle, a la vida misma, a lugares inéditos o praderas desoladas. El espacio exterior se vuelve en el soporte de la obra, la cual es transformada por el pensamiento y la acción del artista. Las obras generalmente se desarrollan en grandísimas áreas, con planes ambiciosos e incluso megalómanos. El resultado expositivo se reduce a la documentación del suceso mediante dibujos, fotografía o video. En esta línea de trabajo vale la pena revisar el trabajo de Dennis Oppenheim, Richard Long o Hamish Fulton. Una pieza clave en el entendimiento de esta línea de trabajo, y sumamente interesante, sería la de Earth Room, expuesta en el Soho en la galería del 141 Wooster Street en Nueva York en 1977. En una amplia sala blanca introdujo alrededor de 127,000 kilos de tierra de campo hasta alcanzar una altura aproximada de medio metro sobre el nivel de piso existente..
A medio paraje rústico en medio de la nada, esta obra aprovecha las impresionantes tormentas eléctricas que azotan la zona, atrayendo los rayos, a manera de pararrayo, crenado un espectáculo formidable. La idea es permanecer un tiempo considerable en la instalación para, en palabras del artista, que el espectador pueda conocer a fondo las transformaciones que la naturaleza experimenta.
La pieza tiene una doble lectura, en un día normal es una pieza de arte que se puede recorrer y perderse entre las perspectivas y las sombras proyectadas dentro del entramado. En un día lluvioso se convierte en un lienzo vivo donde la naturaleza es domada y nos regala unas postales increíbles. Es quizá una de las piezas de arte natural más lograda y perfecta de la historia. El arte sale de la galería, el objeto escultórico deja de ser rígido y pasivo para convertirse en un elemento vivo, transmisor de la naturaleza, una obra eterna, un baile perpetuo de energía que todos los días nos muestra una nueva cara.
LAND ART
Walter de Maria bridged multiple movements of artistic practice that blossomed in the 1960s creating interactive sculptural installations and providing conceptual underpinnings to larger-scale sculptural work. In later projects he also connected viewers to nature by either embedding visual elements in nature itself, or by bringing components of nature inside gallery spaces. His most ambitious works were not only physically large-scale but also extreme in terms of exhibition duration – some lasting decades, whether indoors or out, conversely some were exceptionally ephemeral because they were exposed to the elements. His active participation in non-visual musical performances were similarly minimalist and large-scale and helped lay the foundations for later generations of musical performers using those characteristics.
As an early proponent of Minimalism, de Maria invested heavily in unusually stripped down, fundamental visual forms including everything from simple, yet bold lines to other abstract geometric shapes – channeling his study of the Eastern philosophical emphasis on simplicity.
Perhaps most significantly, he developed a conceptual approach to earth-based works that both used the landscape as immersive «canvas» in what were exceptionally large-scale projects for his time, and also brought aspects of nature inside to force attention on the viewers’ relationship to it in insistent ways that transcended previous representations by other artists.
He was also influential on generations of the musical avant-garde, drawing on his studies in jazz and leanings toward a stripped down aesthetic to perform and develop intensely minimalist and conceptualist approaches to making sound which influenced composers and performers from La Monte Young to Sonic Youth.
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