Viajero, límpiate el polvo de las rutinas a las retinas que llevas en los ojos de ver, en las orejas de sentir, en el tacto de mimar, en el tejido de borrones sensibles que te constituye, y ábrete de alféizar en ancho a las vibraciones plásticas que escribe en Colina encima el lienzo, a estas liebres que de tan vivas corren a toda cómo en una natura muerta de Zurbarán, a estas liebres que de tan únicas parecen las de Beuys cuando hacía aquellas performance con liebres de carne y piel, a estas liebres que de tan significantes cogen bastante sentida en las liebres de Chardin. Da hambre, esta liebre con cebolla confitada de blancos encima negro y, a la vez, la otra liebre con cebolla sabrosa de negros encima blanco: dos formas de delirar. Viajero, deja atravesar por el delirio de las liebres y atraviésalo tú con los rayos X de tu visión personal y única en el mundo: incógnita.
Colina tiene la obsesión de todo ver artista: crear una obra maestra: un artefacto que no se pare de irradiar –por ejemplo una pila atómica– dentro de la longitud inacabable del Tiempo. Y cómo que no tiene miedo del riesgo, condición sine qua non de la lucha para conseguir el ver, y cómo no lleva la mosonería de los que quieren triunfar ni de los que se prostituyen (cuánto de arte contemporáneo dentro del mercado no es otra cosa que un contrato de puta, trueque o cara, qué más da!), su obra se carga de poéticas inútiles: de cargas de profundidad clásicas.
La gramática de Colina, su oficio, está empapada por aquello que podría denominar, en todos los sentidos de la palabra, tacto. Y hay que remarcar que el concepto tiene acepciones tan significativas cómo: a) Exploración, por palpación con uno o más dichos, del interior de una cavidad, como por ejemplo del recto, de la vagina, etc. O b) En música antigua, unidad basada en el ritmo cardíaco, para regular el tiempo de la ejecución musical.
Sacas el revólver.
Pones el cañón en el pulso derecho.
Vallas los ojos.
Estrechas los dientes.
Pulsas el gatillo.
“Telloc”, diciembre de 1999 – enero de 2000
– Fragmentos del catálogo Pedro Colina. Verticil·lat de Biel Mesquida. –
Casal Son Tugores Alaró