Como muchos ya sabéis, una performance es una acción artística en vivo, muchas veces con un importante factor de improvisación, en la que la provocación o el asombro, así como el sentido de la estética, juegan un papel principal.
El término performance se ha difundido en las artes plásticas a partir de la expresión inglesa performance art con el significado de arte en vivo. Está ligado al Happening, al Body art y, en general, al arte conceptual.
Pues bien, lo que hoy os traigo es una increíble historia de amor estrechamente ligada al mundo de las performance. Los protagonistas son la artista serbia Marina Abramovic y el artista alemán Ulay y su historia comenzó en el año 1976, en Ámsterdam…
“Se unieron carnal y espiritualmente y decidieron formar una especie de dúo artístico que llamaron “El Otro”. A los dos les interesaba el ritual, lo simbólico, el fondo de las relaciones humanas, que exploraron en sus más poéticos y revulsivos aspectos. Durante doce años realizaron piezas en las que llevaron al extremo esas ideas, desarrollando una disciplina terrible de autocontrol y desafuero.”
“Cuando su relación se acercaba al final, realizaron en 1988 una última performance titulada “Los amantes”. Marina y Ulay empezaron en solitario en dos extremos de la Gran Muralla China –él desde el desierto de Gobi, ella desde el Mar Amarillo– una larga caminata de 2.500 kilómetros que los llevaría a encontrarse al centro. Tras el abrazo final dejaron de verse y hablarse durante 23 años.
Hasta el 2010, en el Museo MOMA de Nueva York, cuando Marina realizó la performance “The Artist is Present”, sentada en silencio en una silla mientras los visitantes, uno a uno, ocupaban la silla de enfrente y le sostenían la mirada durante un minuto. En total, 850.000 personas a lo largo de tres meses… Y entre ellos, apareció el amor de su vida… Ulay.
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