En reiteradas ocasiones se habla de una «brecha salarial» entre el hombre y la mujer y otras desigualdades similares; a estas quizás se debería sumar lo que algunas personan llaman «la brecha del orgasmo». Esto es la gran diferencia que existe entre el promedio de veces en las que las mujeres y los hombres llegan al orgasmo durante una relación sexual. En el caso de estos últimos, esto está casi dado, no requiere gran esfuerzo, más que en algunos casos excepcionales. En el caso de las mujeres esto es diferente por diferentes causas; entre ellas que no todas las mujeres consiguen llegar al clímax solamente a través de la penetración vaginal; y, de manera relacionada, también, el hecho de que la sexualidad como narrativa hasta hace algunos años estaba basada en el placer masculino y dentro de esta versión un poco burda y falocéntrica de la sexualidad, el acto sexual sólo era el medio por el cual el hombre obtenía el placer del orgasmo, sin tener que reparar demasiado en las sensaciones y sentimientos de la mujer. Otra de las ideas que se había difundido hace algunos años era que el hombre tenía más deseo sexual que las mujeres, una idea que no parece sustentarse científicamente.
Hoy en día esta narrativa ha cambiado un poco y muchas personas ya reconocen la importancia –lo cual constituye la esencia– de la relación como el placer mutuo, y esto a veces significa alterar los hábitos comunes de una relación sexual que sólo se centra en la penetración. Teniendo esto en cuenta tal vez no debería sorprender que las mujeres que tienen sexo con otra mujer alcanzan niveles de orgasmos similares a la frecuencia de los hombres en una relación heterosexual.
Una reciente encuesta sugiere que mientras que el 95% de los hombres obtiene un orgasmo en una relación sexual en el caso de las mujeres sólo el 57% obtiene un orgasmo siempre o casi siempre durante el sexo. La razón principal por la cual no logran cruzar este umbral de placer prometido, según las participantes en la encuesta, se debe a la falta de estimulación del clítoris.
Según Adriana Andolini, de la revista española Grazia, esta brecha del orgasmo es parte del tema más amplio de la desigualdad que permea nuestra cultura. Las mujeres, señala, deben exigir sus orgasmos, como un derecho. «Si antes nos preguntábamos qué entendíamos por ‘sexo’, ahora es fácil responder que el único acto considerado como tal, es el coito, que es la práctica que mayor placer proporciona a los hombres. En cambio, las prácticas en las que es más posible que una mujer alcance el orgasmo como la estimulación del clítoris, son más bien consideradas ‘jugueteo previo’, o lo que es lo mismo ‘voluntario’ u ‘opcional’. Y aquí llegamos a la clave; el orgasmo de la mujer es opcional, el del hombre el fin último de la relación», dice Andolini. Nuestra cultura carga la balanza hacia el placer masculino desde la educación sexual, la cual suele tener como instructor informal a la pornografía. Como señala la misma Andolini, en el porno proliferan las imágenes de hombres recibiendo placer sexual –mayormente felaciones– y mucho menos mujeres recibiendo estimulación del clítoris o cunnilingus. «Teniendo en cuenta todo este contexto, nos damos cuenta de que el orgasmo femenino, parece invisible».
La función biológica del orgasmos femenino es más complicada y un tanto misteriosa en comparación con el orgasmo masculino; se ha teorizado que tiene que ver con la selección de su pareja (los hombres que proporcionan orgasmos tendrían ciertas condiciones, como un sistema inmune adecuado, para ser mejores padres). (Lo cierto es que no se ha llegado a una teoría concluyente).
Si bien resulta lógico bajo cualquier mentalidad democrática que el sexo entre una pareja debe de tomar en cuenta las preferencias y necesidades de ambos sexos de manera equitativa, el derecho al orgasmo es un tanto más complejo, ya que éste no es ciertamente una necesidad biológica y si bien se ha comprobado que el sexo tiene beneficios para la salud, también es cierto que las revistas del corazón y demás medios de entretenimiento han contribuido a crear la noción de que el orgasmo es algo así como el santo grial de la existencia humana. Esta misma presión para obtener orgasmos, junto con una sexualidad centrada en la penetración, contribuyen a que sea un poco más difícil obtener orgasmos para las mujeres y que se mantenga la «brecha».
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Fuente: http://harmonia.la