INFOMAG MAGAZINE

Judas Arrieta y la pintura como campo de batalla

En una primera impresión parece que todo cabe en la pintura de Judas Arrieta. Una mirada más atenta desvela, sin embargo, una serie de obsesiones que se retuercen y repiten en una suerte de agitación apocalíptica. Judas Arrieta absorbe todo lo que le rodea y le inquieta y lo destila en un tipo de pintura neobarroca, tendente a lo extremo, al desbordamiento del motivo. De ahí que cuando se trate de representar un logotipo lo transforme con humor (Cora-Cola, Carre4, filmux…) y cuando trate de rescatar un lema lo haga para pervertirlo (Basta llar!). Porque si algo caracteriza su trabajo es esa extremosidad que abraza lo híbrido y se fija desde una filosofía del desorden, desde una estética de lo caótico.

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Curiosa es, sin embargo, su elección de referentes. Por un lado, personajes de los dibujos animados de la España de los noventa, como Doraemon, Pokemon, Son goku o, incluso los Simpson. Por otro, personajes nostálgicos anteriores a la llegada del manga, como Mazinger, el Pájaro Loco, Félix el Gato, Heidi o Chicho Terremoto. Es en definitiva, una pintura que traduce un presente que la posmodernidad ha convertido más en un pasado que un futuro. Judas Arrieta activa algo así como una nostalgia del presente con una obra futurista que, sin embargo, se significa como contratiempo, como pasión retro que nos escupe una verdad a la cara, la de tener siempre el futuro en el pasado.

Todo ello le permite mezclar la imaginería manga, con la estética china comunista y con iconos publicitarios de la sociedad de consumo para declinar una obra política, de afirmación de unos referentes. El resultado, una obra drástica, llena de cortes, de solapamientos, como una especie de palimpsesto. Un cuadro con forma de campo de batalla, casi salvaje, lleno de superposiciones y perspectivas distorsionadas, juegos de escala, tensiones y quiebros. Una superficie densa de informaciones, a veces delirante, pero que todavía nos sirve para debatir cuestiones estéticas internas de la propia pintura sin olvidar el proceso. Y hablamos de pintura, sí, porque en Judas Arrieta lo pictórico, la acción propia de pintar, todavía sigue siendo vital como proceso generador de la imagen.

La pintura, la cultura pop, el cómic japonés, el dibujo pero sobre todo la fusión de los diferentes elementos folclóricos de diferentes culturas, se declinan, como este libro, a modo de palíndromos que nos permite diferentes lecturas y diversos modos de abordar estas lecturas. Como en la película La Chinoise de Godard lo ideológico, lo político y lo social se cruzan, como se cruza el socialismo y la barbarie. El eclecticismo de lo popular, ya sea a partir de referentes de la cultura china o de la vasca y su intención de reinventarse a sí mismo en cada obra, nos habla de un universo capaz de trabajar y potenciar la ficción desde lo risible, abrazando todos los referentes personales para generar un trabajo que se conforma desde lo generacional, desde el deseo, desde el imposible de una babel de imágenes.

ENG: At first glance, it seems that everything fits into the pictures of Judas Arrieta. But if you give them a closer look reveal a series of obsessions that are twisted and repeated in a sort of apocalyptic upheaval.Judas Arrieta absorbs everything around him and he exudes a kind of neo-baroque painting style, tending to the extreme and the overflow of the subject. Hence from there, when dealing with a logo represents it with a humor transformation as (Cora-Cola, Carre4, filmux …) and when he tries to rescue a motto he will pervert it as (Basta llar!). Because if anything characterizes his work it is that limb which embraces the hybrid and fixed from a philosophy of disorder, from an aesthetic of chaos.
Perhaps curious, however, about his choice of references. On the one hand, characters of cartoons of the Spain of the nineties, such as Doraemon, Pokemon, Son Goku, or even the Simpsons. For another hand nostalgic characters from before the arrival of the manga, like Mazinger, Woody Woodpecker, Felix the Cat, Heidi or Chicho Terremoto. It is definitely a painting that results in a present that the postmodernism has defined it more of the past than from the future. Judas Arrieta makes something like a nostalgia for the present with a futuristic work, however, it is meant as a setback, as passion retro that spits at us one truth to our face, the truth of always having the future in the past.

This imagery allows you to mix manga with Communist Chinese aesthetics and advertising icons of consumer society to decline a political work, an affirmation of some references. The result is a dramatic work, full of cuts, overlapping, as a kind of palimpsest. A box-shaped field, almost wild, full of overlapping and distorted perspectives, scale games, strains and twists. A dense surface of information, sometimes delirious, but I still used to discuss internal aesthetics of painting itself not to mention the process. And we talked about painting, yes, because Judas Arrieta in the pictorial, the action of painting itself, still remains vital as the image generating process.

The painting, pop culture, the Japanese comic, drawing, but especially the fusion of different folk elements from different cultures, are declined, as this book, like a palindrome that allows different interpretations and ways to address these readings. As in Godard’s film La Chinoise ideological, political and social issues intersect, as we cross the socialism and barbarism. The eclecticism of the popular, whether from Chinese culture references or the Basque and its intention to reinvent itself in every work, speaks of a universe capable of working and enhance the laughable fiction since, embracing all personal referents to produce work that is formed from the generations, from desire, from the impossible in a babel of images. Texto: David Barro

HONDARRIBIA | www.judasarrieta.com

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