Francis Bacon, el artista acumulador de todo aquello que le entregó un halo de inspiración, reunió una cantidad notable de objetos.
Francis Bacon: arte, orden y azar. La tiranía del desorden, en la medida justa para sentirse cómodo con el calor de la decadencia, esa que nos brindó a todos a través de sus figuraciones.
El informalismose agotó, y en los 60 Bacon reinventó el lenguaje de la figuración, la Neofiguración. El artista que comenzó su actividad como decorador de interiores decidió en los 30 dedicarse al arte pictórico de forma autodidacta, llegando a 1947 dedicándose a esta disciplina en plenitud.
Sus aportaciones anteriores al drástico y exitoso cambio de rumbo neofigurativo fue un período con interesantes aportaciones. Sin embargo, en los 60 alcanzó la revolución figurativa. Baconse nutría de fotografías y obras de arte del pasado, especialmente admirador de Velázquez, Goya y Rembrandt. Imágenes que en muchos de los casos siempre permanecieron en su estudio, en el suelo y/o amontonadas como en una instalación de povera.
La figuración de Francis Bacon fue inédita en su momento. Forma deforme, figura desfigurada, angustia y catarsis pictórico. El individuo representado está sumergido en el desgarro de la sociedad contemporánea, una visión muy crítica de la actualidad que vivió el artista.
Francis Bacon: arte, orden y azar. El lado oscuro del ser humano
Sus composiciones encierran a los personajes entre paredes frías y desamparadas. Los aprisiona entre la incertidumbre y la angustia, y es así como los deforma. Deconstruye sus formas creando imágenes de gran impacto visual por su descarnada soledad e inseguridad.
Bacon mostró al ser agonizando, destruido en su propio habitáculo, sin esperanza ni nadie que se apiade de su alma. Las figuraciones que apreciamos en sus obras nos impactan por su gravedad. El artista ha erosionado las figuras hasta sumirlas en la más profunda decadencia.
Desde El grito de Munchno se había expresado pictóricamente la angustia y la soledad desde una perspectiva tan cruda y esperpéntica. La metamorfosis de la forma que no llega a convertirse en mariposa, sino que por el contrario se transforma en gusano con piernas, brazos y cabeza. Un gusano afligido sumergido en el desconsuelo y la agonía.
Trozos de carne muerta, cruda como el temor, sonrosada como la ansiedad de un mortal asustado. Individuos transformados hasta someterlos a la desfiguración de su pena. Bacon fue pionero en la representación del desequilibrio, proyectándolo en escenarios de inquietante plasticidad.
La disposición de las figuras en los lienzos, la transfiguración del agobio y la amargura o la manera en que trató los rostros fueron plasmados con una pintura dinámica y expresiva. De trazo ágil pero gentil, subrayó las líneas de sus figuras para mostrar al espectador que estas existían previamente a la mutación.
Una de sus grandes obras fue la inspirada en el Papa Inocencio X de Velázquez. Imagen que deformó y transmutó hasta convertirla en una escena de ciencia ficción, casi extraída de un tráiler al más puro estilo de Álex de la Iglesia.
Su obra no pasó desapercibida ni siquiera a la entonces Primera Ministra británica Margaret Thatcher, quien llegó a referirse a él como «El hombre que pinta esos cuadros horribles». Francis Bacon tuvo tantos entusiastas como detractores, y es que su obra se alimentaba de la atmósfera gaseosa de lo oscuro y malicioso del alma humana.
Cuerpos desmembrados, mutilados y expuestos como en un escaparate de carnicería. La guerra, su experiencia personal de ser rechazado en su propia familia o su tendencia a la autodestrucción, han alimentado sus telas. Ha crucificado al hombre, ha sellado su huella con una lectura de la cotidianidad, pesimista y sucia. La unidad de las obras de Bacon no carece de ambigüedad, percibida esta cuando el espectador admira cualquiera de sus trabajos desde distintos ángulos. Su pincel ha resultado ser de los más emblemáticos y perturbadores del siglo XX.
El período tras la Segunda Guerra Mundial fue caldo de cultivo de sus atormentadas y descompuestas composiciones. El ser humano ha perdido la razón, se ha convertido en un monstruo y ahora vive su propia deformidad.
Inicialmente sus trabajos no obtuvieron una buena acogida, por lo que el pintor destruyó gran parte de su obra temprana. No obstante, en 1946 su reputación comenzó a eyectarse cuando el Museum of Modern Art de Nueva York adquirió para sus fondos la obra Pintura, con factura del mismo año.
Francis Bacon, un artista existencialista que desmoronó la figura humana a través de metáforas espirituales, de gran carga emocional y sensitiva. No hay observador que no quede sorprendido por el salvajismo compositivo del autor. Arte, orden y azar, así se ve un Bacon.
Francis Bacon: arte, orden y azar. Fuente: Marga Vázquez Mena