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La Miranda y la cocina a la vista

Un valiente que se enfrenta sin titubear a una sala pequeña, de unos 25 comensales y se mueve con sorprendente fluidez en una minúscula cocina a la vista.

La Miranda y la cocina a la vista. A Facundo le viene con facilidad realizar el show-cooking, será por su carácter abierto y simpatía, su forma de ser, priorizando siempre los productos frescos de mercado, nuevas técnicas ya aplicadas en la cocina o terminando el plato en la sala para el disfrute de sus comensales.

La restauración es un negocio con incontables aristas y a muchos les explotaría la cabeza. Afortunadamente, la valentía del chef de la Miranda hace posible lo imposible. Podríamos llamarle lobo solitario embarcado en una cruzada colosal, pero capaz de lograrlo: sacar adelante un restaurante en pequeño formato con estas manitas, cocinar sin red y sin ayuda delante de sus clientes, clavar los tiempos de cada pase y no morir en el intento. Facundo tiene muy claro qué hacer y cuándo hacerlo.

La Miranda y la cocina a la vista. Facundo es un chef extraordinario que cualquier restaurante querría al mando de sus fogones; no obstante, un día decidió aislarse del ruido y convertirse en hombre orquesta.

Las preparaciones son en directo; el pescado lo abro al momento, lo salo y lo pongo en la brasa, delante de ti, y eso es impagable”, concluye Facundo. Para que todo fluya, los platos deben ser complejos, pero sencillos al mismo tiempo.

Menú no muy extenso y con sugerencias cambiantes en función del producto, con turnos muy marcados. Todo debe encajar con precisión y sin forzar costuras: en la cocina, no solo se exige ritmo y rapidez, sino un extra de creatividad, pues hay que superar limitaciones y sacar platos de altura.

El chef está en contacto directo con los proveedores, elije el producto, hace las compras, las ordena, piensa en lo que hará de menú, lo cocina todo.

Hay un proceso creativo añadido, por supuesto. No hay descanso, pero Facundo lo lleva con ilusión y alegría. Empujar todo esto es duro, pero muy gratificante, comenta.

La pequeña romántica sala del restaurante esta atendida por una simpática camarera, la segunda persona en el negocio. Ella hace de sumilleres, ordena y limpia, apuntar las reservas, en definitiva, todas las tareas de la sala.


Datos de interés:


La Miranda y la cocina a la vista. Por Bernd Eldelbar.

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