Cómo crear un personaje cómico memorable a través del humor y la compasión.
Nuestro amigo Chandler Bing de la mítica serie Friends. Tras la muerte del actor Matthew Perry, que interpretó durante más de diez años al personaje Chandler Bing, son muchos los seguidores de la mítica serie Friends que han sentido como si realmente se hubiera ido un amigo. ¿Por qué la muerte del actor que encarnaba a un personaje de ficción puede sentirse así?
La ciencia nos dice que ver una serie puede desencadenar en la audiencia unos mecanismos internos y psicológicos con los personajes parecidos a los que desarrollamos cuando interactuamos con personas reales.
Por eso cuesta tanto decir adiós a una serie y sus personajes perduran en el tiempo. Por eso las ficciones audiovisuales pueden ser también transformativas en la vida de las personas.
Friends (emitida en NBC entre 1994 y 2004) es una de las comedias de televisión estadounidenses más exitosas de todos los tiempos. Durante diez temporadas mostró un Nueva York lleno de amistad y diversión a través de las vivencias de seis jóvenes amigos. Galardones, popularidad, beneficios millonarios… Todavía hoy sigue gozando de una larga vida en las plataformas de streaming.
Chandler era el favorito
Hace casi veinte años, antes de que la serie dijera su adiós final definitivo en 2004, pregunté a 2 500 fans de Friends cuál de los personajes era su favorito. Más de un tercio contestó “Chandler Bing”. Era el preferido de la audiencia española, en concreto de un 38 % de los hombres encuestados y un 25 % de las mujeres. Las razones eran claras. Las comedias de televisión funcionan si hacen reír a los espectadores y Chandler lo conseguía. Los espectadores consideraban que era el personaje más gracioso, que hacía gala de ironía e inteligencia.
Fue creado a partir del estereotipo del bufón, algo muy habitual en la comedia televisiva. Esto sirvió para construir gags a su alrededor y para desarrollar el humor inteligente que tanto gustaba a los espectadores. Su gracia fluía a través de unos diálogos ingeniosos, rápidos, y situaciones cotidianas exageradas fácilmente reconocibles por la audiencia. Se llegó a calificar el humor de Chandler como cáustico, mordaz y satírico, aunque, si lo comparamos con sitcoms verités que vinieron después, es un humor blanco después de todo.
Pero ¿es esto suficiente para conseguir ser el favorito de la audiencia? No, Chandler destacó por la humanidad de su vulnerabilidad.
Normalmente la relación de los espectadores con un personaje de ficción se realiza a través de mecanismos parasociales de identificación, que en las series se acentúan por el tiempo que están en pantalla. A través de diez temporadas y 236 episodios, Friends puso en la palestra diversos mecanismos parciales de identificación de la audiencia con sus personajes, que siempre enfatizaban aspectos y reacciones humanas del personaje.
Los seguidores se identifican fácilmente con el momento vital al que se están enfrentando los protagonistas –en este caso, el paso de la juventud a la adultez– y, en consecuencia, surgieron rápidamente sentimientos de simpatía hacia los seis personajes. Chandler fue el favorito porque fue el que desencadenó los sentimientos más profundos en la audiencia. https://www.youtube.com/embed/sLmkHcLJJfA?wmode=transparent&start=0
Nuestro amigo Chandler Bing de la mítica serie Friends. Conexión emocional a través de la compasión
Chandler Bing fue un personaje de comedia televisiva bien construido y, en consecuencia, capaz de suscitar diferentes emociones en los espectadores a través de diversas capas en sus relaciones con el resto de personajes. Sus debilidades le acercaron a la audiencia. No en vano, es uno de los personajes a los que más aprecio cogió la audiencia mostrando sentimientos de compasión.
Trabajaba en una oficina pero nadie era capaz de definir qué hacía exactamente. No conseguía mantener una relación estable y no lo hizo hasta que empezó a salir con su mejor amiga.
Estaba permanentemente a la defensiva, preparado para soltar cualquier comentario irónico que le protegiese. En ocasiones, era irritante mantener una conversación con él. Pero, al final, era un buen amigo.
La audiencia española vio en Chandler a un perdedor, o underdog, que utilizaba el humor como vía de escape. No se identificaba habitualmente con el personaje, no se veían cómo él ni querían ser como él, pero sí mostraban admiración por “ese antihéroe que sabía reírse de sí mismo”.
Es significativo y a la vez bello lo que puede suscitar una comedia de situación en su audiencia. Es un género capaz no solo de hacer reír, sino de emocionar y provocar compasión. Estos sentimientos también se extienden a la gratitud que se siente hacia los actores por los buenos momentos vividos.
No en vano, las series se entremezclan con la biografía de parte de su audiencia, de sus propias vivencias, de la situación personal en la que se encuentran mientras las ven. Forman parte de su cultura y también de su día a día.
La comedia de situación clásica suele mostrar esa parte simpática y amable de la realidad que todos deseamos conservar o al menos tener para refugiarnos, algo que acaba siendo no sólo una gratificación física, sino anímica para aquellos que la consumen.
Una televisión de luz, un refugio del que los espectadores no salen con más problemas que los que ya pueden tener. Y también consiguen momentos de bienestar e incluso de felicidad. Al menos durante lo que dura el capítulo. https://www.youtube.com/embed/1WY5qhd-DgI?wmode=transparent&start=0 Tráiler de la reunión del equipo de Friends en 2021.
Chandler Bing tuvo un final feliz en la serie, como todos sus amigos. Se casó, adoptó a unos gemelos y se fue a vivir a una casa de las afueras con su familia. La vida es segura en una sitcom para sus personajes, y también para sus espectadores. Pero cuando Matthew Perry, que continuó su carrera con resultados más irregulares, falleció hace unos días, la mayor parte de los espectadores volvieron a acordarse de su personaje más icónico.
Porque se fue un amigo de ficción, pero un amigo al fin y al cabo.
Chandler Bing de la mítica serie Friends. Por María del Mar Grandío Pérez, Profesora Titular de Universidad, Universidad de Murcia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.